Advertencia

"Las personas que intenten descubrir motivo en esta narración serán enjuiciadas; las personas que intenten hallarle moraleja, serán desterradas; las personas que intenten hallarle una trama, serán fusiladas. "
Mark Twain

viernes, 25 de diciembre de 2009

Rollitos de papel seda

En un pueblo perdido existe un niño que lleva años buscando un diente de león.

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Conversación entre él y ella. Murmullos a media madrugada. Campamento. Pero murmullos de verdad.

-Decime, vos creés en las hadas?
-Por qué la pregunta?
-Es una pregunta importante, solo eso.
-Pues depende. Qué entendés vos por hadas?
-No, entonces no creés.
-Definime esto de hadas.
-Qué te digo... Espíritus tal vez, con cierto poder, no sé como te digo.
-Ah sí, espíritus sí. Pero así como el hada madrina que me da un príncipe azul pues no.
-Claro.

-Y vos?
-Sí.

Silencio.

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Luciérnagas o luces de bengala?

martes, 17 de noviembre de 2009

Del Señor Legarreta

"El comienzo, el pif, el cachito de segundo, eso fue antes. Mucho antes. Debe haber sido cuando dejaste los labsios entreabiertos y aquella sílaba mar, ondulada, amarguita."
Murámonos Federico, Joaquín Gutiérrez


Dos hombres están sentados en una mesa cuadrada, muy gastada por años y con las esquinas redondeadas. Uno fuma y viste de celeste. Tiene un pésimo gusto para las corbatas y viste una de rombos. El otro tiene el ruedo al punto, una camisa blanca impecable y las barba recién hecha. Se inclina sobre la mesa, apenas alumbrada por una bombilla cansada.

-Usted entiende, supongo, que esto no es nada personal.

El otro, mirando el humo besar la bombilla, se quita lentamente el cigarrillo de la boca. Lo sostiene entre el índice y el corazón de la mano izquierda.

-Pues claro.

Y se calla. Retoma el fumado mientras el otro lo analiza con calma. Con precisión de arquitecto. La camisa blanca es de gran empresario, mientras que el de rombos apenas llega a supervisor de rango medio. Están en la casa de la corbata atroz, que le llamaremos Xavier. El otro, digámole Luis, murmura.

-Y dónde está ella?
-Allá atrás, acostando a los niños. No sabe que usted ha llegado.
-Ok. Mejor así.
-Sí. Un whisky?

Luis lo pide con hielo a tope y pringado de agua. Xavier se sirve un vaso generoso, deja la corbata a un lado y se sienta en la mesa. Tras el primer trago, se abre los dos primeros botones y recuesta la silla sobre las patas traseras, mirando a Luis.

-A ver si me queda claro. Usted tiene pensado llevarse a Rafaela?
-Sí, voy a llevarmela. Bueno, eso suena siglo XX. Vengo a que nos vayamos juntos.
-Ah, claro. Y ella sabe?
-Pues no, apenas me conoce. Vine primero a decirle a usted.
-Perfecto. Ella ya me contó de su beso.
-Y usted entiende perfectamente.

La bombilla oscila por el viento que pasa por la ventana.

-A ver. Y para qué quiere un hombre, digamos así como usted, una mujer sencilla como la mía.
-No, no. Es que vea. No es que yo la quiera para algo, ni que sea suya y se la venga a robar. Además, supongo que parte de la magia es que usted no entienda estas cosas.
-Entonces me toca quedarme al margen porque soy idiota? Así es?
-Don Xavier, hablemos esto como personas civilizadas.

En este momento ella entra a la habitación. Sólo hay dos sillas disponibles en la mesa, las otras están ocupadas por bolsas de compras, y los hombres están sentados en ellas. Luis se dispone a darle el campo, pero Xavier lo detiene. Ella los mira y se ruboriza.

-Ella primero va a acomodar las compras.

Luis, aún de pie, presencia la escena. Ella toma con paciencia la primera bolsa, la abre y coloca cada artículo donde pertenece. La mayoría van a una puerta oscura al otro lado de la cocina, pero también abre la nevera y dos o tres puertas más. Así con todas las compras, sin mirarlo.

-Hablemos.

Vuelve a la realidad tras la intervención de Xavier. Aún incrédulo, toma asiento.

-Sí, mejor con ella acá. Igual ella es la que decide. Pero creo que, por decirlo de algún modo, puedo mejorar su oferta.
-Esta es mi casa, no hable así en frente mío o nos vamos a los puños.
-Claro, disculpe. La llamamos?
-Yo decido cuando llamar a mi mujer. Rafaela, vení!

Ella se acerca, todavía con una lata de hongos criollos en la mano. Entonces Xavier la toma de la mano, casi con ternura.

-Que este señor, bueno no sé quién es pero dice que trabaja en tu oficina, viene a llevarte.
-A que nos vayamos juntos.
-Es lo mismo.

Y la ve a los ojos. Sin soltar la mano. La que es casi-ternura.

-Qué decís?

Rafaela, que apenas logra mover los ojos de los de Xavier y dejarlos un segundo en los de Luis, busca un nombre para la cara.

-Señor Legarreta?
-Luis, si le parece.
-Por ahora dejémolo en señor Legarreta, usted algo tenía que decirle a ella. A eso vino, no?
-Sí disculpe.

Y le da la espalda a él. O la espalda de su atención, porque no se ha movido de la silla. Pero ya queda claro que en la conversación hay dos. Y Xavier no es uno de ellos.

-Señorita, Rafaela, si me permite. Vengo a decirle que la amo descaradamente, aunque suene a asqueroso cliché. No sé, la verdad. La he visto en la oficina, a veces pasa por mi departamento y hoy tuve un día revelador. No, no fue en la empresa, pero eso queda para otro día. En fin, manejé hasta la oficina, subí al departamento de Recursos Humanos, pedí su expediente y cuando llegué le conté a don Xavier mi intención.
-Que es llevarme...
-Que nos vayamos juntos.
-Ok.

Se quedan mirando. Rafaela mueve las pestañas y abre un poco la boca. Apenas medio o un milímetro.

-No me entiende. Bueno. Le explico. Usted, robaré las palabras de un amigo de juventud, me hace sentir poeta. La verdad no escribo desde hace muchos años y sin embargo creo que usted merece todos los lugares comunes del mundo. Porque por usted yo traería la Luna o cruzaría los Siete Mares. Y considero que su belleza vence a la flor más bella y que cuando la veo se me ilumina el día. Algo así es.
-Usted es un mariposón y viene con palabras de imbécil a llevarse a Rafaela. Creo que esta conversación se ha extendido mucho, señor Legarreta, buenas noches.

Xavier hace el ademán de levantarse pero ella le pone con suavidad la mano en el hombro. Y luego en un tono ligero y desenfadado.

-Dejame responder, por lo menos.
-Dale.

Luis con los ojos muy abiertos, como los de ella mientras él le hablaba.

-Yo sé quién es usted, señor Legarreta. Lo considero un hombre diferente, especial. Casi único. Pero es que, por eso mismo, usted y yo nunca serviríamos. Y yo quiero mucho a Xavier, aunque usted no lo entienda. Por eso le agradezco mucho su oferta de irnos juntos, pero tengo que pasar.

Con los ojos tambaleándose, Luis se levanta de la silla, toma el saco del respaldar y se dirige hacia la puerta.

-La mejor de las suertes. Un saludo.

Y se fue.

La mañana siguiente, Rafaela no llegó a la recepción del Departamento de Mercadeo. Se reportó enferma un par de días y el lunes siguiente llegó su carta de renuncia al Recursos Humanos. Alegó motivos personales.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Abdomen Algente

Chiquita pequeña,
caracol azul:
quiero hacerte sentir diente de león.

lunes, 26 de octubre de 2009

Conjugaciones

Llevo días buscando un verbo.
Y hoy tropecé con enroscar
trepado en un palo de mangos,
comiendo la cosecha de la abuela.

Yo me enrosco
(solo y
pintado de azul y anclas viejas).

Vos (qué delicia verte,
así pequeña y poderosa)
te enroscás.

El y ella
(simplemente)
se enroscan entre sí.

Nosotros (en una cama,
o sentados mirándonos a los ojos,
o nada-ndo) nos enroscamos.

Vosotros (dichosos, vosotros)
os enroscáis.

Y Ellos
y también Ellas,
(con todo el empuje minotáurico del libre albeldrío,
y el gozo centenario de los que llevan práctica)
se enroscan.

domingo, 25 de octubre de 2009

Tipografíeme

Yo conozco pocas tipografías. Digamos, dejando de lado las Arial, Calibri, Times y Verdad de siempre (ah, y Tahoma y aquella Comic Sans), pues soy un brutal inculto. Un grandísimo y desconsiderado inculto.

Y uno tiene el reto diario de definirse. Hola profesor, este es mi trabajo. Soy un estudiante absurdamente genérico que no puedo pasar más allá de la tipografía que tienen los otros trabajos.

Mire, don Octavio, este es mi curriculum. Si de veras, yo soy muy chiva. Vea, deme un segundo y le enseño... Sí, ve, acá. En otro logros. Dice: "dos libros de cuentos". Claro, que mi currículum pinta normal, viera que es que...

Hola amor, como estás. Te escribo desde una silla oscura en Samoa Oriental. Te quiero. Me asomo a la ventana y el Pacífico no deja de crecer. Lo cambio ya por cinco minutos con vos. Te amo. Me hacés falta. Yo sé que la letra no lo deja ver. Si te la escribiera a mano verías la letrita quebrada y un par de lágrimas manchar el papel.

Lo que pasa es que usted y yo vivimos en un mundo tipográfico. Mis bisabuelos probablemente se quejaban de que las cartas hacían todo menos personal. Pero le cuento algo? Eran más humanas.

Qué rico es comerse las esquinas más perdidas de una escritura conocida. Y no solo eso. Una amiga mía escribe con rosado y le queda lindísimo. Dan ganas de beberse las palabras. Yo lo hago en un despelote, pero así soy. A lo loco se vive mejor, dijo la Celia (o creo que fue ella, total no sé).

Por dicha en AIM soy "MS Sans Serif, Bold, Navy Blue, 10". Y decir esto es peor que revelar mi ADN, el número de mi cédula o el PIN del celuarl. Pero lo digo porque hay unas con letras moradas, otras que no conozco porque Facebook chat no permite esas cosas. Y otras grises y torcidas. Hay de todo.

Y es que las tipografías son como los ojos. Como el color, el brillo, el tamaño, el asombro escondido tras un papel finísimo en la pupila, la pasión. Lo jodido, te lo digo yo y decime vos si no es cierto, es que nadie se asoma. Yo veo muchos ojos y otras tantas tipografías a diario pero como que no las veo con calma.

Qué lindo ese multicolor de cada conversación, de ese mundo mágico del chat, tan oscuro e impersonal. En fin, si poco sé de las tipografías, menos sé del mágico bicho que pulsa la tecla que crea la tipografía maldita. Y ese animal oscuro capaz de ese impulso creador, tan total y redondo, no merece toda la atención del cosmos?

domingo, 13 de septiembre de 2009

Agosto Cero Nueve

Esto no es un poema.
Es apenas un breve recuento
de dos disfraces en el teatro,
un árbol universitario
cuatro buenos filmes
dos mujeres que supieron que son hermosas
(y otras tantas que aún falta decirles),
papelitos jugando escondido en la librería
una sala de cine a solas,
diecinueve risas en un Puerto,
medio litro de ron,
un (primer) bajo,
un curso bien feo
y un par que se dejan rescatar,
un poema que no es poema
y creo que algunas tonteras más.

Ah, y la mujer más linda del mundo
el trece de agosto (y el veintiséis)

Yo le dije,
esto no es un poema,
este es apenas un recuento,
brevísimo, por cierto,
de agosto cero nueve
en las botas de Diego Arguedas.

Ahora sí,
cómo le quedó el ojo?

miércoles, 26 de agosto de 2009

Confesión en una banca

Usted ya habrá escuchado muchas veces esto, pero así son las cosas, usted es realmente linda y se lo tengo que decir. Yo sé que su novio anda comulgando, los he visto de la mano toda la misa. Usted le dio un beso muy tierno cuando le deseó la paz. También me la deseó a mí, me vio a los ojos y yo la vi a los suyos, y usted alargó la mano para unirse a la mía. Le molesta que use el verbo unir? Discúlpeme.

Pero usted es realmente muy linda. Y su novio hace la fila para llegar hasta el padre y se lo digo ahora: "Señorita, con todo respeto, usted es realmente linda". Por qué me dice "gracias" con ojos abatidos? Su novio no se lo dice con frecuencia? No digo que yo se lo diría si fuera su novio, porque de eso no se trata, pero igual.

Usted ahora se volvió para el frente (ninguno de los dos fue a comulgar, verdad que no?), pero igual se puede sentir la tensión. Es quebradiza. Pero igual queda la ceniza. No digo que hubo fuego, ni candelas, ni siquiera brasas. Mire que ya viene su novio, ahora va a sentarse aquí y usted no le va a decir nada, por ahora no, no va a decirle: "El muchacho de atrás me dijo que soy realmente linda", porque usted sabe como somos los hombres y tal vez se levante a romperme el hocico. Con y sin razón, diría.

Pero mientras acaba la misa y hasta el lejano momento en que caminen ustedes hacia su carro (o el de él, es lo mismo), mi confesión va a ser un secreto suyo y mío. De nadie más. Igual después su novio va a enterarse y va a querer soltarme un puño en la cara, pero no va a saber como usted y yo Sabemos. Es reconfortante saber que por unos breves minutos, sólo usted y yo poseemos la Verdad y por más que el resto del mundo trate de adivinar, solamente nosotros sabemos.

Es lindo decir nosotros sabiendo que usted es tan linda. Nosotros sabemos, usted, señorita, y yo. Nosotros.

No se le olvide.

lunes, 3 de agosto de 2009

Porque hoy es Jueves y jugamos Fútbol

"Cómo vas a saber, querido amigo,
cómo vas a saber lo que es la vida
si nunca, jamás, jugaste al fúbtol"
Poema al Fútbol
En nuestra cancha empatamos a dos, somos unos animales, las que botamos frente al marco no las cobran el próximo partido decía Cantera y el Pato, no no, pero vamos a sacarles un uno cero en el cole de ellos, y Rolo, hijueputa yo si perdemos allá, y el Profe mirándonos desde una esquina, hablamos el martes en el entrenamiento, dijo, y salió del vestidor con el saco de las bolas y la libreta mágica.

El martes movimos poco la bola, el Profe habló un buen rato, vamos muchachos, nos decía, este es la última oportunidad de muchos de ustedes, y nosotros, sí profe, nosotros sabemos y nos daban más ganas de meterle uno o dos o cuatro a cero en el otro partido. Mucho físico hicimos, y Mendoza, que ya me vomito, que ya me vomito y los que podían le gritaban: maricón, florcita y él levantaba la cabeza y seguía corriendo.

Jugamos partido el jueves, en la buseta vibraba el silencio, el Profe garabateando en la libreta mágica, los muchachos alistado las botellas de agua. Contemos carros, dijo el Negro, yo pido los azules, yo los rojos, esos no valen porque hay muchos taxis, los del fondo jugaban blackjack con unas cartas viejísima que sacó Cantera y apostaban tareas y raciones de almuerzo.

El Profe esperó a que nos vistiéramos en el camerino y habló largo y grave, muchachos esto es de ustedes, y todos con respeto. Salimos jugando igual que la vez pasada, solo que ahora entra el Flaco por Mendoza, y todos con ganas de meter uno o cuatro goles, Mendonza tranquilo que igual jugaste como un campeón y Flaco feliz porque venía saliendo de lesión y el Profe confiaba en él. No te agüevés, que igual hay noventa minutos y podés jugar, vamos, salgamos a la cancha a ver qué pasa.

Los de rojo estaban en la cancha, veníamos los de verde del camerino, Pato que nos decía frente en alto y que nadie afloje y Cantera sacando pecho de paloma, porque él no ocupa que le digan nada, casi ladrándole al primero que se topa. Mirá, sacaron a todo el colegio a ver el partido, son como cuatrocientos alrededor de la cancha, sí pero gritan como trogloditas, un montón de idiotas, eso es lo que son, y el Profe, el primero que suelte un puño o un empujón se va directo a la buseta y todos, sí señor.

Está de negro el réferi, sí y va a llover feo, mirá que buena está aquella morena, el Profe quita un grupo que estaban en el banquillo y bueno, vamos nosotros al centro de la cancha que nos llama el Pato, a ver que nos dice, y Pato, maes bueno este es mi último año en el cole y nunca habíamos llegado tan lejos, a ponerle güevos carepichas y todos con la sangre hirviendo y Toto hace la oración del fútbol que aprendimos allá cuando teníamos ocho años y andá al marco Toto que ya comenzamos.

Es que ya sólo nos queda este año, se nos va octubre y el calendario se quedó corto en la pared y vos el próximo año vas a estudiar Derecho y Mendoza va a ser Ingeniero y los que se van a estudiar afuera, nos toca ahora mae, yo sé que después vas a una privada y casi no nos vamos a ver, pero eso no importa porque hoy es jueves y jugamos fútbol contra el Calvo Roldán y les vamos a meter uno o dos o cuatro cero.

Que bonito cuando antitos de que el árbitro pite estamos todos como piezas de ajedrez, mueven la bola ellos, señor pite por favor, déjenos jugar que venimos a callar a cuatrocientos hijueputas, pite señor, déjenos jugar. El que está frente a la bola es un trol grandísimo, Pato nos dijo que hay que marcarle fuerte la zurda y es pan comido, pero mirá que ya movieron y vienen, ya movieron.

Solo hay un modo de jugar estos partidos, y Toto, marquen, marquen, nadie se mueve en la línea de cuatro, no me vendan, y el Flaco pidiendo un pase allá en la banda derecha porque está solo y Cantera, tomá Flaco y allá va, dale Flaquito, meté un pase, mirá al Negro solo adelante, Flaquito querenos, hacé el pase, vos sabés que si seguís vos solo te van a comer vivo, y ya hizo el pase pero al Negro le ganaron por medio cuerpo que le sobraba al de rojo, y vieron carepichas, esa es solo de advertencia, venimos a empujarles cinco, preparen un saco industrial porque pagan la puya.

Son como quince minutos de empujar para arriba y meter la pierna duro, que nadie haga caso lo que gritan afuera de la cancha nos dijo Cantera y todos sorprendidos porque él siempre es el primero en enojarse y Pato, vamos que lo tenemos, armemos bien las filas para poder atacar con calma, que los árbitros han pitado bien hasta ahora, este partido es nuestro y el Profe, Cantera, soltá la bola más rápido y abran la banda con Guille.

Una de esas subimos, tiro de esquina y quedamos tres abajo, vayan alcen la testa y déjenla jadeando contra las redes, saltá Negro que son grande, pero agarró la bola el otro equipo y la mueven rapidísimo, vuelvan que nos agarraron mal parados, el Profe como loco desde el banquillo y no es culpa de nadie sino que encontraron un hueco que nunca hubo y hacete grande Toto, ya van varias que nos salvás en el partido y Pato, bajen, bajen, pero no hay modo, el cabrón tiró la bola a la otra esquina y lo que se oye es un eco de cuatrocientas gargantas, el Profe, no pasó nada, no pasó nada y ármense de nuevo.

Jugamos lindo, de veras que sí, armamos unas cuantas por la banda de Guille que podía sentirse el miedo de los de afuera del campo y toque balón con calma mae, si ve el hueco ponga el pase pero no se desespera, vea la calma de Cantera y el Negro recibe la bola cerca del área y tomá Muñoz que vos sabes hacerlo, encara al arquero, qué elegancia tiene para tirar un globito y en el banquillo todos mudos, siguiendo la parábola tremenda que traza la bola hasta colarse entre los dedos inútiles del otro portero y el vertical derecho.

Ahora sí, vení y gritá, ahora que griten gol los cuatrocientos a ver si pueden, somos solo once en la cancha pero los callamos y no se escuchaba nada afuera del campo, solo los rugidos desgalillados del banquillo verde, pero el Profe, no ha pasado nada, todavía nos faltan goles, sigan empujando.

Muchachos, empezó a llover y la cancha es puro barro, ahora se juega el partido con el corazón en el tobillo izquierdo y los pulmones en la mano, la lluvia no deja ver claro, no ceda un centímetro la defensa, no entregue un balón el medio campo, Negro, vos meté codazo porque ya vimos que te están pegando duro allá arriba y Toto es un berraco imbatible que no ha dejado pasar una.

Las bolas se suceden unas a otras, primero encaran ellos y Pato se cuadra sólido abajo y después moviendo al equipo por las bandas, qué bien que juegan Guille y el Flaco, y Toto, fuerza arriba, no pasa un solo pase del mediocampo y el equipo entero que responde como vikingos, porque el Profe sigue gritando que es nuestra última oportunidad y todos los sabemos y por eso metemos el pie aún más duro.

Una de esas jugadas, apenitas iba a acabar el primer tiempo verdad mae, se escapa un morenillo rapidísimo por la banda izquierda y corre Rolo a taparlo, qué lindo te barriste Rolo, sacada del manual de Fair Play, pero el réferi pita y se cuadra en el punto de penal y los de rojo saltan felices y sale Cantera endiablado a decirle hasta de qué se va a morir pero suena el Profe, Cantera, quieto y todos nos quedamos viendo como el otro pone la bola en el punto de cal y lanza imposible para Toto que se estira más allá de lo humanamente posible pero no hay modo, la pelota se escurre por el ángulo y otra vez la garganta enorme y tragarse esos gritos asquerosos.

El árbitro pita el medio tiempo y salimos hacia el camerino con la cara baja, el Profe cierra la puerta y mientras todos se hidratan nos dice, muchachos, ya no hay discurso que valga, están jugando bien, tienen el partido, solo sigan así, ahorita empatan de nuevo y vamos, que ganamos esto y vamos a la final nacional, ármense, no ha pasado nada, sigan divirtiéndose que así se llega al buen fútbol y salimos después de diez minutos al campo a sacar la casta.

Ahora movemos nosotros, no les regalés la bola Cantera, qué sabrosa lluvia, vos sabés como se juegan estos partidos, tenés pedigrí de campeón, los primeros minutos movemos la bola lindo, hasta que da gusto verlos desesperados de un lado a otro de la cancha, juguemos con clase gente y el Profe, sigan así muchachos, los tenemos donde los queríamos, sigan así.

Pero mirá que desgraciado el fútbol, nadie dijo que la vida fuera justa siempre dice el Negro, la bola es nuestra durante quince minutos y los tenemos como locos, pero en eso un saque de banda, se plantó en el medio de la cancha el diez de ellos y sacan uno o dos pases y acaban en el borde del área nuestra, sale Pato a romperles la pierna y tira el trol, pega la bola en una camisa verde y cambia totalmente de dirección, saltá Toto, saltá por favor, pero Toto iba por la trayectoria original y queda el balón en las redes.

Que tristeza eso del tres a uno, nosotros dijimos que le metíamos uno o dos o cuatro cero y ahora nos agarraron feo, con qué gana busca uno la bola al fondo del marco para llevarla hasta el centro del campo, Cantera, maldita suerte la nuestra y Flaco, no pasa nada, vamos que esto se remonta, qué corazón tenés Flaquito, por eso te queremos tanto, que dicha que volviste, que todavía tenemos dieciséis y diecisiete y podemos mover la bola y tenemos la magia en los pies, vamos a irnos arriba mi Flaco, tenés razón.

Mueven la pelota el Negro y Muñoz, y desde el banquillo el Profe, vamos que nos quedan quince minutos muchachos, un gol cada cinco minutos y cocinamos esto, pero parece que está desinflado el equipo, nos la habíamos creído con el gol de Muñoz pero estos pendejos la hicieron más complicada, ahora faltan solo dos para empatar y Rolo, no pasa ninguna bola, hijueputa yo si pasa una sola bola, tenés razón Rolo, vamos arriba que todavía no ha pitado el de negro, esto no acaba, mójese la cara con la lluvia mae, amárreselas que falta.

Otra vez armamos por el medio campo y alguien le pasa una bola al Guille que la devuelve a Cantera, parece que sí nos animamos y a Muñoz, que la pone al Negro, dale que es lo tuyo, se quita un baboso que llegó a marcarlo, ya encaró al arquero y alza el pie para el disparo, mirá que alto lo alza para tomar impulso y la bola apenas se cuela por el palo derecho, tres dos Negrito, te quiero Negro, vamos por la victoria, ahora falta otro y estamos, pero qué te pasa Negro, por qué estás tirado en el piso, mirá que el Negro ni pudo levantarse a festejar o a recoger la bola y Flaco, Profe, venga venga, que algo le pasó.

No nos hagás esto ahora Negrito, no ahora, y el Negro que intenta ponerse de pie, da dos pasos y cae de vuelta, perdón muchachos, me jodí feo, perdón muchachos, vos tranquilo Negro, que ya te movemos afuera del campo para poder empujarle otros dos a estos cabrones, no llorés que lo dejaste todo en la cancha, metiste el gol y ahora eso nos da aliento, yo sé que este año es tu último, pero el partido no se acaba Negro, nosotros seguimos, confiá en nosotros.

Entra Cucho por el Negro, dale Cucho a empujar los goles, que faltan dos, y que lindo ver a Pato romperse contra el delantero y Rolo que se tira en el charco más sucio para detener la bola, porque así es como se empuja un equipo, con garra, con cada hueso, con sangre en las rodillas, con la cara toda machada de barro y sudor, con todo, y el Negro desde la banda rodeado por quince o veinte de los de ellos y ahí va todo el banquillo a armarle bronca al que toque al Negro y a traerlo a nuestro terreno, Toto que se lanzó milagroso a parar un gol que parecía hecho, mirá a Cantera que sigue tocando la bola con calma, que espíritu de leyenda tiene el Cantera.

Dice el árbitro que quedan cuatro minutos, a romperse en la cancha, muchachos entrenamos todo el año para esto, suban todos, enseñémosle lo que es una remontada de épicas proporciones, que sientan esta furia nuestra, nadie puede detenernos y el Profe, suban suban, y Pato que apoya el ataque, con un gol forzamos el tiempo extra, te toca hacerte grande Muñoz, vos podés hacerlo, pero le metieron una patada fea a Guille y el réferi no pitó nada, dos pases y están en nuestra área, matalo Rolo, matá al hijueputa, pero Rolo llega medio segundo tarde y Toto nada pudo hacer.

Ahora sí saltaron los malditos de rojo y las cuatrocientas gargantas y el señor de negro pitó el final del juego, que furor ese colegio que parecía desarmarse, parecía que temblaba y nosotros esparcidos por toda la cancha, Rolo llorando en el piso y Cantera que quiere arrancarse la camisa, vengan muchachos, vamos a la buseta dice el Profe y va uno por uno levantándonos mientras atrás vamos dejando el Calvo Roldán hecho un carnaval, hecho un jolgorio, una fiesta que iba a ser nuestra, te lo juro que nosotros íbamos a celebrar el doble.

La buseta es un castillo triste, el Negro y Pato y Cantera y Toto y los que se van este año están desparramados por los asientos, mudos, y los que se quedan porque están en cuarto tampoco dicen nada, el Profe guardó la libreta mágica, se acabó muchachos, se nos fue el chance dice Cantera y nadie se atreve a responderle nada, sí, se nos fue, tal vez si ganábamos en casa salía la serie pero no.

Ya perdimos muchachos, ahora frente en alto llegar mañana al cole, cierto, que mañana volvemos al mundo real, los de cuarto año tenemos tarea de de Historia dice Rolo y Pato, nosotros unos ejercicios de trigonometría para doña Lucha, pero nadie realmente va a llegar a pensar en tareas o exámenes, van a llegar Negro y Pato y Cantera y Toto a decir, mierda mierda mierda y los demás van a dejar los tacos al lado de la cama, y mientras se bañen en sus casas van a decir, el próximo año muchachos, y Rolo, hijueputa yo si no ganamos el próximo año, hijueputa yo.

martes, 21 de julio de 2009

Lo dicho

A Claudia, semanas después
Ahora estoy solo,
es de noche.
Se me ocurre decirle
tantas cosas,
por ejemplo,

Hola,
sucede que estoy leyendo
y pensé en hablarle.
Nada serio, no pasa nada,
solo quiero hablar con usted,
no importa si es de
algo grande e importante
o un asunto muy tonto,
claro que prefiero
una tontera
para poder hablarle siendo más yo
y todo eso,
pero bueno, hablemos
de las rutas de las ballenas
o el karma
o las caricaturas de los noventas.
Solo para oír su voz,
o leer sus palabras,
viera que se siente bien.

Pero no la llamo,
disculpe,
ni le escribo.
Sigo solo. Aún es de noche.
Se me ocurren todavía
miles de cosas,
por ejemplo,

Hola,
que chiva es usted.
Tal vez casi no la conozco,
es cierto
han sido solamente
chispas y ruedos que se levantan
por segundos,
pero en serio,
usted sí es chiva,
y no me odie por favor.
Que estas semanas vivo para
ese minuto que me sienta
grande y fuerte
y pueda decirle
que usted es muy chiva.

Ya casi amanezco,
con papeles y pantallas
en blanco.
Todavía con miles de cosas
que pagaría por decirle.

Hola,
usted me hace sentir poeta.

Ojos de mujer, mujer de ojos

Estás sentado en un caño de Iquique, pero bien podrías estar bañándote en un hotel inglés o eligiendo entre dos lomitos en una carnicería de pueblo. Pero hoy estás en Iquique. Tres niños juegan canicas en la acera de enfrente, sombreados por un generoso laurel de las indias. Decidís entrar al café de la esquina.

La mesera es una gordita tímida y señalará el menú con el lapicero, como invitándote. Vos la mirás a los ojos, siempre lo hacés para hablar, y le decís: "Café negro, sin azúcar, por favor. Y dos tostadas con jalea." Tal vez ella te entiende, garabatea en la libreta y se aleja. Mirás por la ventana a los chiquillos de las canicas.

El café te huele a avellanas y cacao, aunque nunca has olido una sola avellana. La gordita vuelve con una taza amarillenta y las dos tostadas. Sonríe con suprema discreción y se retira. Tu plato te resulta agradable, en particular la jalea que corona la humilde merienda.

Comés en silencio, echás otra mirada minuciosa a la partida de canicas que casi acaba y limpiás las boronas con la punta del dedo índice. Todos los días terminan iguales, café al final de la tarde y vas para tu casa a sentarte frente al tele. A veces parás de camino a ver el atardecer, que por ahí de agosto se ponen muy lindos.

Pasás a pagar y la cajera, manos suaves y planas, te recibe el monedero. Entonces la ves a los ojos, para decirle "Gracias, deje el vuelto para la mesera", pero no podés. Los ojos, son los ojos, los ojos. Es presenciar dos amaneceres en desbandada. Ella tal vez te nota, tuerce los labios agradecida y baja la mirada. No pasa de los veinte, contra tus treinta y tantos. Una o varias arañas muy peludas te recorren la silueta del hígado y llegan hasta el estómago. Otra vez buscás sus ojos, sos un caballero, y le decís: "Gracias" sin más rodeos.

Ahora salís del café, la mirás una última vez por la ventana. La acera se ofrece, larga, para caminarla con las manos en los bolsillos. Bajás la avenida lentamente, un niño corre con una gran bolsa de canicas de todos colores. Pasan los carros a tu lado y terminás por inercia frente a tu casa. Subís a tu cuarto y abrís la gaveta donde están todos los poemas de los últimos veintitrés años, apilados en un montón. La madrugada se pasa en leer y releer cada verso hasta encontarlo.

La mañana es un chapuzón ligero y dos nuevas tostadas, ahora con mantequilla de tu refrigerador. Los ruidos característicos de los jueves se suceden tras tu ventana. Salís de la casa sin paraguas, con una chaqueta liviana y un poema doblado en cuatro en la mano, un caso lindísimo y utópico que escribiste cuando apenas descubrías la poesía.

Trabajás eficiente en la oficina, sabés que podés sacar el trabajo en siete horas y tener tiempo para vos. Durante el día pensás el poema. Cuatro o cinco veces lo extendés sobre el escritorio, nervioso porque las comas y los puntos pueden aguarlo. Tomás un lapicero, tentado a tachar una línea, pero lo dejás así, veinte años después nada puede hacerse por el pomea, atacás la pila enorme de expedientes por procesar y estás afuera hora y media antes.

En el café te sentás en la misma mesa y la misma gordita tímida llega a señalar el menú con el lapicero. Pareciera un déjà vu. Pedís el café y las dos tostadas, siempre mirando los ojitos redondísimos y a media asta. Afuera, siguen los chiquillos traveseando las canicas, frente al caño que hoy no ocupaste.

Tirás el poema sobre la mesa, de punta a punta. Lo releés dos veces, con las manos sosteniéndote la cara. Entonces ella se acerca, ojos de mujer, mujer de ojos, y toma asiento frente a vos. Te mira a los ojos, como vos cuando le hablás a la gente, y recita cada verso del poema que vos ya habías guardado en el bolsillo, el poema que apareció una noche lluviosa y quedó confinado a la gaveta oscura, el poema que nadie conoce sino vos.

Llega la gordita con el café y el plato con las tostadas. Ella te sigue mirando con su cara de estrofa de siete versos y más allá de esos ojos entendés. Los niños siguen jugando canicas, la gordita baila entre las mesas y el olor a avellanas se multiplica. Le ofrecés una tostada, pero te dice que ella nunca come. Claro. Con la mano temblorosa tomás un trago largo de café.

Ella te toma de las manos, arquea las comisuras de los ojos y te dice: "Gracias por no cambiarme esta tarde en la oficina".

martes, 14 de julio de 2009

Espejo doble dentro del Espejo

Cateto al cuadrado igual a hipotenusa. Pero en geometría euclideana. Si mutamos un poco, si nos dejamos arrastrar a los campos ignotos de tantas otras geometrías y ombligos, cateto por cateto puede llegar a significar una cabra o dos estrellas fugaces. Tal vez por eso uno sigue dando vueltas, por la certeza de dar la vuelta y no entender nada, de comprender que las dudas son más reales. Si camino cuatro pasos en línea recta, sobre una línea amarilla que un niño recién dibujo sobre la acera, habré avanzado poco menos de lo necesario. Pongo un pie exactamente frente al otro, me dejo llevar por la magia del momento, el suelo acoge al talón con un abrazo fraternal y la punta de la bota se siente hermana con los vellitos minúsculos del musgo entre los adoquines. Si camino cuatro pasos, es menos. Cinco tal vez sea, pero eso depende de ella.

Me mira dar mis cinco pasos, o leer las primeras cincuenta páginas de un libro y me deja pensar que así descubro cosas. Ella entiende que maneja mi mundo, que puede decir: al carajo la aritmética y la sintaxis o de pronto obligarme a escribir con ene antes de pe y be. Nosotros somos esos que sabemos que deberíamos, que el cosmos y la sexta estrella confabulan con toda la gracia del mundo, arrastrados con un fanatismo casi avasallador. La sirena le cantaba a Ulises pero como Ulises no la escucha, la sirena no existe. Si ella me canta pero yo no la oigo o elijo un librito llano y sencillo que escribió García Márquez en lugar de tomar el volumen de Cortázar bajo el brazo y huir de la tienda, si hago esas pequeñas decisiones que también son las decisiones de ella, entonces los catetos se descuadran todos y empieza a tener más sentido las tazas de té muy cargadas de azúcar o las sombrillas mojadas. Pero todas son tazas y sombrillas hermosamente previstas y largamente esperadas.

Ella sabe cuando tiene que asomarse al pozo negro de mis letras y leer algunas, sorteando con cuidado entre las anotaciones al margen. El péndulo sigue volando en la caja galáxica del tiempo, y cuando se acerca a mi esquina me desbarata el jaque mate y cuando pasa por la de ella le arrebata la caña de pescar. Yo puedo decir sol y ella puede entender luna, que los dos sabemos que es lo mismo porque trascendemos las palabras. Es como si esto fuera un sueño de un elefante, todo paquidérmico y con otras elefantas bailando. Igual se entiende, no se necesita mínimo común divisor, ni dialogar pasmosamente acerca de música brasileña o sentarse horas profundísimas a intentar contemplarse la vida mutuamente.

Yo escribo porque ella lee, pero si no lee no existe lo que escribo. Si decide medir en pulgadas lo que tracé en milímetros, lo desmenuza y punto, pero yo la entiendo. A veces no podemos ocultar la sencilla lucidez con que negociamos cada previo detalle, hablar las sílabas más básicas con antelación, porque todo lo mío nace de ella y lo de ella nace de mí. Ya conocemos todos nuestros ojos y todas nuestras voces de aquí a la tumba y otra vez al regreso, si nos observa un roble o un odontólogo, lo mismo da. A veces no queda más que poner con suculencia un pie delante del otro y completar los cinco pasos sobre la línea amarilla, o verde o azul noche. Que maravilla que ella derrumbe la torre de naipes donde menos lo preveía pero donde siempre supuse.

jueves, 25 de junio de 2009

Oferta

A otra, la que sea...


No te prometo
que si me amás
vas a dejar de sentirte ingrávida.

No puedo decirte:
si me amás
te desdibujo la tristeza del alma.

Porque el amor no se vende
por onza en las farmacias
como remedio para la amargura,
ni cura el insomnio
o la frustración.
Tal vez aligere la soledad,
pero no está comprobado.

Si te ofrezco un beso,
digamos aquí y ahora,
no es para que lo usés de amuleto.
Él no va a curarte.
Vos naciste con ojos de ceniza
y nadie podrá barrerlos.

El amor no infla,
ni eleva,
ni transporta,
ni muta misteriosamente.

Si me amás, no vas a amanecer nueva
y vas a sentir el mismo peso
de ayer
y del mes pasado.

Pero prometo
ofrecerte la mano
cada vez que la necesités.

lunes, 15 de junio de 2009

Claudicando

"Cuando soñaba con vos amanecía feliz.
Porque alguien una vez me dijo que cuando
alguien sueña con una persona es porque esa persona
se fue a dormir pensando en uno"
P.P.V.
Si ahora le hablo después de tantos días no es algo casual. Yo prometí no volver a hablarle y no rompo mi palabra en vano, pero es que anoche soñé con usted. No cuelgue, por favor. Déjeme explicarle. Era un sueño lindo, y cuando digo lindo quiero decir que sonreía dormido. O que todavía tenía la sonrisa en mi cara cuando sonó el despertador por la mañana. Esa clase de lindo.

Éramos usted y yo, bailando. Mis manos en su cintura y las suyas sobre mis hombros. Perdone lo rudimentario, pero nunca fui creativo para el baile. Lo importante es que estábamos usted y yo, mirándonos cómplices, como tigres. Qué lindas son las miradas cuando tropiezan entre ellas, y la mía decía "Te quiero" y la suya "Yo sé" y era todo lo que necesitaba. A veces mirarse es la mejor manera de hacer el amor.

Yo no sé por qué su voz me maravilla tanto. Es tan delicada y quebradiza, como si la enhebrara una anciana ciega. Pero es fascinante. Usted habla y debo detener el resto del mundo para oírla. En el sueño hablamos mucho. Eran murmullos tibios y familiares. Me imagino un columpio, no se por qué. Y usted y yo abrazados, meciéndonos en él. Y hablando bajito.

Cuando digo abrazados, el suyo es un peso inocente. Que feo estar ahora despierto y tener que pensar que la única manera de tenerla fue en sueños. Casi todo el sueño usted y yo bailamos. Ya ni recuerdo la música. Tampoco tengo muy claro su rostro mientras bailábamos. Recuerdo su presencia, casi ingrávida. Como si flotara.

La parte triste es que el sueño se va. Una vieja leyenda libanesa dice que cada sueño nuevo borra uno viejo. Yo no quiero volver a soñar. Quiero, tal vez, volver a soñarla. Y saber, con terrible certeza, que usted sabe que la quiero. Y bailar. Y tal vez hablar bajito, con las caras tan cerca que sienta su mejilla tibia y usted mi aliento entrecortado.

Si le hablo no es para decirle todo esto. Le hablo porque usted se veía tan feliz. En el sueño, digo. Se veía felis. Sí, con ese. Y yo también. Y le hablo porque de algún modo necio y absurdo me convencí de que podemos llegar a esa felisidad sin necesidad de recurrir a sueños.

Quiero, con seguridad, decirle que la quiero.

lunes, 8 de junio de 2009

El Mostrador

Ella espera tras el mostrador, contando botones. La tienda huele a ventanales recién amanecidos y todavía vibra la madrugada. Cada botón es cósmico e irremplazable. Los hay rojos, océanicos, mundanos, lujosos, cuadrados, quebradizos, torrenciales, violetas, diminutos, silvestres... Nacen a puñados de una pecera fantástica y ella los cuenta, maternal, sin discriminar color, material de hechura o ideología política. Los botones la disfrutan mientras ella pasa cutánea sobre ellos.

Sobre la puerta de entrada cuelga una campana. Suena cada quince o veinte minutos y entra un cliente inoportuno que le exige su atención. Ella se despega con desgana, pero sonríe a manos llenas y atiende siempre con palabras justas y bellísimas. Del local salen radiantes los compradores, pero nadie regresa, porque ninguno encuentra el camino hasta la tienda de nuevo. Ella, feliz con esta irregularidad, cuenta botones tras el mostrador.

Uno o dos han querido recordarla. Los miércoles de lluvia son fértiles para estos desplantes, porque ella acepta al cliente como mudo testigo del conteo mientras mejora el tiempo. Pero ella solo mira sus botones, entra en ellos, se entrega a un multidudinario culto. Los visitantes la miran, unos más tiempo que otros. Algunos travesean los anaqueles, pero uno o dos han querido recordarla. Particularmente las viejas viudas, solas en sus apartamentos blancos. Siempre sin caso alguno.

Hoy, o puede ser mañana o tal vez fue ayer, entra un hombre cualquiera y suena la campana. Ella lo atiende, alegre. Empaca las compras en una bolsa de papel y la entrega, alegre. Saluda al cliente y regresa tras el mostrador, a contar botones, alegre. Él dice, o dijo o dirá, da lo mismo:

-Yo sé que usted espera tras este mostrador, contando botones.
-Debía llegar dentro de dos semanas.
-Sí.
-Aún no es setiembre.
-Me adelanté.

Ella arrastra un banco alto. Él lo acerca al mostrador y se sienta a esperar a setiembre, contando botones.

miércoles, 20 de mayo de 2009

El Poeta

Hace unos meses yo dije,
muy orondo y muy seguro,
que ya no era poeta.
Entonces empecé a garabatear prositas
y embriones de cuentos
que dejaba venteándose en los balcones
hasta muy entrada la noche.

Pero usted, señorita,
me hace sentir poeta.

No porque tire versos
y cite a Benedetti o
parafrasee a Neruda,
sino porque me agarra un latido raro-
un ladrido raro?-
como trenes que chocan
entre el hígado y
el riñón izquierdo.
Disculpe si no me cree, pero me asusto.

Aprendí mis Lecciones, señorita.
Perdone mi necedad,
pero yo casi no la veo.
Dos miradas por semana, acaso,
y rendirlas hasta el próximo martes
porque solo eso va a tener.

Pretender que eso se quede
en uno ochenta y setenta kilos
es querer soñar.
Acá adentro no cabe.
Y supongo que es normal que uno crea
que puede berrear y llorar y escupir versos
y sentirse poeta y pensar que así lo va a arreglar.

Yo era un pobre diablo
y usted me alegró un par de semanas.
Claro, no me dijo nada, yo sé.
Pero ahí estaba, martes y viernes,
inmóvil ojo verde
que me daba ánimo para unos días más.

Señorita,
se me gastó la espera
y la esperanza.
Y perdone el lugar común,
pero dejó sin palabras a este pobre poeta.

Secreteando

Señorita,
le voy a contar un secreto minúsculo,
pero tiene que prometerme silencio.

Yo la quiero.
Llanamente.
No sé si se habrá dado cuenta,
pero usted me gusta
y la quiero hacer reír.

Nada pomposo,
recoger sonrisas tras sus orejas
y colgarlas entre mis ojos.
O escucharla hablar con su voz
tímida y morena,
su voz cortada como la de una niña,
pero que encuentro maravillosa.
De veras sí.

Quiero tomarle una mano
y decirle: te quiero,
que linda estás,
te quiero,
como el maestro Mario.
Pero sin necesidad de robles
o jardines.
Puede ser un parque insípido
o una banca en la universidad.
Con que usted esté me basta.

Pero por ahora, señorita,
me conformo con tomarle la mano
y decirle:
abramos la caja, veamos el gato.
Tal vez,
para comenzar.

jueves, 14 de mayo de 2009

Lección Final

"Be yourself no matter what they say"
Sting
Recapitulemos.

Lección Número Uno: No muestre el hambre y el Gato de Schrödinger.
Lección Número Dos: El Ping Pong tiene sus reglas. No le pegue a la bola a loco.
Lección Número Tres: No textee.
Lección Número Cuatro: Saque callo.
Lección Número Cinco: Lea las instrucciones antes de abrir el empaque.
Lección Número Seis: Sea usted.

Mostrar el hambre es de mal gusto chavalo. Pero siempre en algún momento vamos a tener que abrir la tapa a ver si el gato cabrón está vivo o muerto. La vara es ser usted. Lea las instrucciones antes de tocar la cajita del gato, pero si ya se metió con la caja, recuerde que el Ping Pong tiene reglas que todo mortal debe seguir (eximo de esto a los semidioses con el mundo a sus pies). No se embarque, mejor no textee y todos felices. Y al final, si el veneno estalló y el gato colgó los tenis, recuerde que un buen callo no daña a nadie.

Feliz día del Mango.

Lección Número Seis

Sea usted. Se lo juro que es el mejor truco de todos.

Sea seguro. Proyecte seguridad. Y Felicidad. Si no tiene, vaya a Hipermás y se compra un frasquito, me han dicho que no son muy caros. Si lo ven feliz con su vida, sin necesidad de alguien o algo más para estar en todas, usted ya pegó la lotería.

No juegue de chiva, eso no promete.

Lección Número Cinco

Lea las instrucciones antes de abrir el empaque. Esto se aplica para todo: carritos armables, spaguetti en salsa de tocino que comerá en el campamento, esos pequeños caminos que uno toma para apartarse de la OP. Tirarse de cara no promete (no, de culo tampoco). Agárrese fuerte fuerte fuerte al arnés, revise el paracaídas de emergencias y lleve un botíquin, por aquello de las dudas. Yo empacaría también un manual de supervivencia, nunca sobra.

La vara es que se prepare antes de asomarse. Yo conocía un chavalo que decía: "Mae, yo no creo en señales, levanto la piedra y si está, está. Si no, no". No era conochedor el mae ese. Uno primero debe hacer un estudio morofosintántico-geológico-antrosemántico de la situación, a ver si se presta para tirarse al agua. Después usar termómetros, barímetros, decímetros y todos los otros "...metros" para tener datos más precisos. Una veleta caería bien.

Pero lo más importante es leer la letra pequeña en la etiqueta, al lado del logo. Usted no puede irse a china sin aprender mandarín, sin leer kilómetros de líneas acerca de su cultura milenaria, sus dragones semidormidos y el grillito acosador. Lea, trague, interiorice y después dele viaje.

lunes, 4 de mayo de 2009

Amoratado

Yo me quito una prenda,
y me quito otra
y otra
y
quedo totalmente desnudo.

Entonces empiezo a vestirte,
a engalanarte con mis camisas abotonadas
y las botas que recién compré.
Me tiendo a pedazos entre tus ojos,
sobre tu mejilla arenosa,
en los rincones ocultos de la rodilla.

Te cubro.
Te adoro.
Pero no soy (para vos).
No existe lo que no se sabe,
y vos no me sabés,
no entendés mis ropajes maravillosos,
mis milagros a doble costura
sobre tus hombros.

Y yo quedo tendido,
desnudo,
solitariamente irrepetible.
Idiota. Soñador.
Invisible.

Solitario,
con el morete del patadón,
que nadie me dio.

Lección Número Cuatro

Saque callo. Me lo dijo una vez Young Maste Raymon (cuando todavía era Lord Raymon, pero por esa temporada se ganó el Maste) y se los digo, porque de veras.

"Mae, usted lo que tiene que hacer es sacar callo. Si lo patean o le dan pelota, eso vale. Pero saque callo y va a ver como al rato ni siente las patadas". Sabio Raymon

Y de veras. Saque callo, papito. Porque es lo único que lo protege de despicharse contra el mundo. Bienvenido a la Tierra.

PD: De veras, saque callo. Fosho

Lección Número Tres

No textee. Por lo que más quiera mijo, no mande mensajes de texto. Se lo digo, se va a joder si sigue de majadero con eso. En el segundo exacto en que le sale el eterno "Mensaje Enviado"comienza la rebelión de la fauna estomacal. Usted perdió. Y le voy a decir por qué: Usted mandó (claro, suena cursi, pero cómo explicarlo de otro modo?) un pedazo de su corazón con ese reguero de bits inalámbricos hacia unas torres muy grises y muy altas que se lo van a mandar a ella. Y si nunca regresa el mensaje, usted mamó.

(Don't drink and text, dijo MangaGüevo) No textee, me dijo ElQueSabe. Digamos, en un caso absurdamente hipotético con matices de fantasía tolkeniana, que regresa. Que usted recupere ese trozo suyo, ese famoso "Cómo me la trato el finde?" que había mandado hace un par de horas y que nunca le ha servido, digamos que ella le responde. Y ahora qué? Ya se embarcó. Ahora tiene, a güevo, que mandarle otra crónica de su fin de su fin de semana en 180 caracteres (ojalá menos). Y siga dando vueltas. Usted sabe aquello de mostrar hunger.

Yo propongo que todos los celulares del mundo tengan una etiqueta, de esas que tienen los cigarros y las botellas de licor, que diga algo como: "El uso de este dispositivo en rituales de apareamiento puede ser nocivo para la salud".

Pero usted ya mandó el mensaje verdad? No me escuchó? Perfecto.

Se lo resumo? Mamó.

lunes, 27 de abril de 2009

Lección Número Dos

El ping pong es un deporte relativamente sencillo. Dame que te doy, viene y va ese universo blanco de un lado a otro de la red. Paleta Uno. Paleta Dos. Una Mesa. La Red. Punto. (Y la blanca). Yo soy bueno jugando esta base, este modelo primitivo. Entonces la chavala agarra la Paleta Uno (o la Dos, total es lo mismo) y me dedico a pasar la pelotita blanca, dejarla picando en su lado y esperar que regrese para otra vez devolverla. Así crecí yo, chiquitos todos de buenas intenciones, nada de esconder nada, las cosas de frente como en Julio Verne y Louise M. Alcott y Stevenson.

Doble cachetada y patada en la espinilla. Bienvenido al Siglo XXI.

Aquí toca leerse todo el manual. Si usted pensaba eso de hablar las cosas como son, pregúntele a Andrés López como le va con eso. El réferi se planta al lado de la red, se lleva el silbato a la boca y de pronto uno se da cuenta que la paleta se agarra de otra manera, que tiene que pegarle a la bola a cierta distancia de la mesa, que no se le puede pegar muy fuerte, que la conversación no es permitida a medio juego y muchos otros ques.

Aprendé a jugar muchacho. O te vas a competir en la Liga del Mango.

martes, 21 de abril de 2009

Lección Número Uno

Tal vez lo hacemos por el mariposeo a medio intestino. O la certeza de no saber. La certeza de que es lo único que no sabemos. Todo lo demás es predecible. El terremoto cada par de años, las muelas saliendo a los veinte meses, el ciclo del agua, la agenda mediática. Para todo hay variable y solución.

Pero esto es tirarse sin arnés. Como los machos, nada duele. No muestre el hambre López. Pero, y si se siente? Y si es un ardor retorciéndose en la espalda? O trenes zumbando el estómago? Tal vez lo hacemos por eso, la sensación de vacío, la brevísima inseguridad, el juego hermoso y eterno.

Tal vez lo hacemos por la duda, madre generosa, cisne potente, capullo.

Pero siempre, aunque sea al final, hay que abrir la tapa. Cabrón de Schrödinger.

domingo, 19 de abril de 2009

Los papeles

"You may say I'm a dreamer.
but I'm not the only one.
I hope someday you will join us,
and the world will be as one"
John Lennon.

"Do you believe in rock n roll,
Can music save your mortal soul,
And can you teach me how to dance real slow?"
Don McLean
Papá me entregó unos papeles y un lapicero. Eran formularios de entrada a la Universidad del Sur. Uno rojo y otro verde. También un panfleto. "Llénelos en la noche y déjelos en la mesa de la cocina, mijo. En la mañana me los llevo. Ahí esta su futuro asegurado" me dijo y cerró la puerta de mi cuarto.

Eso fue hace como cuatro horas. Ahora mi reloj de bolsillo marca las 11.48 p.m. Los papeles siguen sobre el escritorio, les puse encima una miniatura de microbús Volkswagen para que el viento no los vuele. El lapicero lo guardé y saqué la pluma que me regaló el abuelo. Si voy a hacerlo, que al menos sea bien hecho.

Leí un par de veces los papeles. La carrera dura cuatro años y salgo con un cartón de papel muy lindo que dice que soy Licenciado. Tal vez hasta apretón de manos con algún vicerrector. El panfleto explicaba con palabras de domingo las ventajas de un título de la Universidad del Sur, reconocido en ochenta y cuatro países del mundo civilizado y que me pondría en ventaja sobre todos los otros millones de pobres diablos que con costos sacaron bachillerato. Tentador.

Los espacios para llenar eran cosas superfluas. Nombre, apellido, dirección de residencia, número telefónico, estado civil, y cosas así. Yo pensé que una Universidad solicitaría datos relevantes, que dijeran sobre cada cual. Que sé yo, color favorito, qué cambiaría del mundo si pudiera, cuáles libros o películas han marcado su vida, qué piensa del uso de condones, cuántas mascotas ha tenido en su vida. Algo de verdad.

Boca arriba, en la cama, repaso mis opciones. Plan A: llenar los papeles de papá, dejarlos sobre la mesa de la cocina, pasar cuatro años estudiando y tener una bonita vida con una casa en el Barrio Longina y un Ford del año. Plan B: partirlos en cuatro pedazos simétricos, botarlos al basurero y decirle en la mañana a Papá que quiero ser piloto de aviones o domador de leones en un circo. Sostener la lucha por un par de meses y ver qué pasa. Hay otros planes pero siguen en borrador.

Una opción sería fugarme. Hoy mismo, en la madrugada. Una carta a Susana para explicarle mi aparente huida (emancipación, diría yo, pero cuidado con los eufemismos), otra al padrino para que sepa donde estoy, unos papeles a Papá y mamá explicándoles. Tendría que meter los libros de Cortázar al maletín, el ajedrez de viaje, un cortauñas y un par de poemarios. Neruda, Gutiérrez y Vallejo, tal vez. Whitman podría ser.

12.25 a.m. dice el reloj. Tiene una cadena de plata, medio opaca por los años. Dicen que Tesla usaba uno similar. Las madrugadas son mi parte favorita del día porque uno decide qué suena. Abro el tocadiscos y pongo "Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band". No hay nada mejor. Es por lo menos una hora de tranquilidad antes de tener que enfrentarme a los arrogantes papeles sobre mi escritorio.

Lo jodido es tener que decidir ya. Tengo menos de 20 años y ya me piden que decida que hacer el resto de mi vida. Si me preguntan ya, digo: "Quiero cambiar el mundo". Estudiar periodismo y reportear la crueldad de la guerra o el abandono en que el Gobierno tiene los precarios. Quiero entrar a Medicina y unirme a Médicos sin Fronteras. Quiero ser biólogo y salvar las focas del Ártico. Quiero ser fraile y construir un albergue para mendigos en San José Centro. Quiero ser yo y plantar un árbol cada día.

O solo soñar que se puede hacer algo y hacerlo. Yo fui catalizado por libros y canciones y películas. "Words and ideas can change the world" dijo John Keating en Dead Poets Society. "Dream on" canta Aerosmith. Y así Bob Dylan, Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Mark Twain, José Capmany, Saint-Exúpery.

Si mamá entrara al cuarto y me encuentra despierto, probablemente se enoje. Yo le diría entonces que ya soy adulto, que puedo elegir y ella diría que es algo de salud, que el cuerpo necesita sus ocho horas. Nadie me permite hacer mi elección, vivir de noche. Hoy tengo la excusa de Papá y sus papeles, pero mañana?

Será que mi generación no cumplió? Todos acabamos el colegio y encontramos una única salida real: llenar un papel verde y otro rojo y entregarlos en una ventanilla de la Universidad. No hay salida. Conozco una chavala que quiere ser fotógrafa, pero estudia Contaduría Pública. Un niño de quince años que conocí pensaba formar su banda y recorrer el mundo. Su papá dice que será ingeniero. Una amiga quería ser actriz pero ahora estudia psicología.

También son épocas difíciles. Woodstock fue hace tantos años. El Mayo Francés fue algo tan volatil que apenas nos llegan rumores a nosotros. Esta década del 2000 se siente medio vacía. Se murió James Brown. Se murió Celia Cruz. Discovery Kids ya no enseña nada. San Francisco ya no es un enorme jardín. El Boom se llevó sus autores a otro lado. Ismael Serrano canta "Papá cuéntame otra vez", porque solo nos queda vivir de esas historias.

Ya no me fijo al reloj. Deben ser la una y cincuenta y sus agujas parecerán una sonrisa. Y yo? Mi cuarto está lleno de miniaturas de aviones, de excelentes libros de autores de los siglos anteriores. Tengo el tocadiscos, la guitarra que apenas sé tocar, la fotografía de Einstein, la ventanota que deja pasar el aire de la madrugada. Los papeles también están ahí. Yo sé que están.

La lealtad al sueño es difícil. Soy fan del Barcelona de España, canto con fervor el Himno Nacional y jamás estaría con otra que no fuera Susana. Pero nadie conspira para que renuncie a eso. Pero mi sueño lo ataca Papá, las tías que murmuran contra mí en los almuerzos del domingo, los amigos de mamá que dicen: "Qué desperdicio, muchacho. Todos los muchachos de su edad deberían entrar a una buena Universidad". Es el mundo volcado contra uno.

Casi las tres. 2.56 a.m. en el de bolsillo. Que sería serme leal? Abandondar familia y amigos y darle vueltas al mundo en la cabina de un avión? Domar leones en un circo turco o ecuatoriano? Doy vueltas en mi cama para desperezarme. Me levanto. Abro las ventanas totalmente. Mi cuarto está en un segundo piso y veo los porós florecidos en la otra acera. Sgt Pepper terminó hace rato. Pongo algo de Sabina. También pudo haber sido Serrat, por aquello de las opciones.

Me siento en el escritorio, frente a los papeles. Levanto la microbús, uno de mis sueños frustrados de chiquillo. También había soñado con ser pirata de un barco de velas blancas. Y quería ser hijo de Mufasa. Pero era hijo de Papá y él me había dado unos papeles de la Universidad para que los llenara.

Es tan común eso del padre matando el sueño del hijo. Sé de un poeta brutalmente bueno que tuvo que usar de seudónimo un apellido polaco para que su papá no supiera que escribía. Y muchos más. "No seas tonto, la pintura es para morirse de hambre". "Un trovador no gana plata". Mi reloj dice que son casi las cuatro de la mañana. Papá no me perdonará si no dejo los papeles en la cocina.

Primero el rojo. Todos los datos personales y biográficos del caso. No sabía que una Universidad necesitara mi tipo de sangre ni operaciones recientes. Cosas del seguro, tal vez. Ahora el verde. Y si lo hago personalizado? Nombre: Hamlet No está mal. Apellido: Sawyer de la Mancha. Residencia: Gondor. El Estado Civil en blanco. Para el número telefónico la placa de mi soñado Volkswager. Vamos bien. Primer opción: Piloto de Aviones. Segunda Opción: Domador de Leones. No tengo idea en cual recinto darán esas carreras. Sede: Macondo. Un par de datos más y quedaron listos los papeles.

Bajo a la cocina a dejarlos. Papá los encontrará en la mañana.

martes, 14 de abril de 2009

Experemente

Este es en experemente. La edee es escreber sele esende le vecel e. Ne estey segere de qee se besce, sele me centente cen seber qee en elgen leger del mende se hece elge pere resesterse el lengeeje. Le berecrecee del edeeme se ve e treger le leteretere. Ne le permetemes.

viernes, 20 de marzo de 2009

Ronda

"El discurso escrito, en cambio, es como una pintura: si se le formula una pregunta, no responde, y no hace sino repetirse a sí mimo hasta el infinito"
Guillermo Cavallo y Roger Chartier

domingo, 15 de marzo de 2009

Los Ciudadanos de Oro

"Old man take a look at my life
Im a lot like you
I need someone to love me
the whole day through
Ah, one look in my eyes
and you can tell thats true."
Neil Young

Pasados los sesenta y siete regresó al barrio. Con una calva reluciente en la coronilla y unas canas empotradas a media sien. Seguía igual la callecilla, un par de casuchas nuevas, pero la misma idea.

El barrio empezaba oficialmente en la pulpería de los Bolaño. Aunque no había ninguna línea, ni una barrera o un guarda que controlara el paso (en aquella época la seguridad era empleo para poquita gente), ese era la frontera. A media cuadra, pero era. Y ahí defendieron el barrio mil y una veces, muchachillos de once y doce, resorteras con piedras y alguno que otro palo de madera. Llegaban todos. Grandes y enanos, altos y bajos, ricos y pobres, todos codiciando los jocotes del parque. Rojos, casi estallando, amarillos con caras de pubertos o verdes para echarle limón, los jocotes de su parque eran codicia de cada güila que transitaba seis o siete cuadras a la redonda. Y que rico sangrar defendiendo lo de uno.

Encendió un cigarro, apoyado en la pared de la pulpería. La había comprado un chino y estaba llena de chucherías. Comenzó a desandar el barrio. Era una calle larga, a la mitad un cruce de calles y al fondo un callejón sin salida. De la pulpería siguió hacia la encrucijada, pasó por varios de sus trincheras de campaña, de los tiempos de morteros y pedradas. Chupó el cigarro. Ahí vivía Lolita, tan linda la negra. Las trencitas a media asta y un culito que apenas afloraba. También sangraba por Lolita, porque a los quince ya las luchas no eran a pedradas por los jocotes, sino puñetazo limpio al final de las fiestecitas que se hacían con el guaro que conseguían, y Vení dame con un puño de esos maricón, No te metás con mi novia, me oís? Las broncas enormes y gloriosas, la ceja sangrando sobre la camisa recién lavada, Lolita llorando sin saber a quien ayudar y al final encerrada en su cuarto el resto de la noche.

Otra chupada al cigarro. Fue con el hijueputa de Figueroa. Una noche se les fueron de las manos los golpes que iban y venían y acabaron los dos en la perrera, con un policía riendose de sus caras deformadas y la muchachada que perseguía el carro mientras una vieja bien brava los echaba del patio de la casa. Figueroa me robó a Lolita, enero del setenta y ocho, claro. Ya era una muchachita más sabrosa, con una sonrisa que alumbraba cuartos y diecisiete años de pura belleza. Pero los de afuera seguían llegando, unas guitarras a las once de la noche en la casa de Lolita o de Sandra, a la que le tenía ganas Alberto o una botella de vodka que llegaba como bajada del cielo, pero en medio cumpleaños de la negra. Y el cabrón llevándose la gloria, pavonéandose con su botella y los ojos de las muchachas que se caían por sus patillas agringadas y la hebilla de su faja. A veces la Lolita me daba un beso a mí, otras veces se lo ganaba él y la verdad ninguno de los dos tuvo nunca nada seguro. Nos tenía bailados la negra.

Ese Figueroa si lo veía me daban ganas de matarlo. Míticos los partidos en la plazoleta dos cuadras al norte. Eso era casi territorio de ellos, pero lo cedían domingo cada quince para retar al barrio a una mejenga brutal, con patalla a la espinilla y jalonazo de camisa incluidos. Y él de portero y yo goleador. Los goles que le hice y los que me negó, bonito celebrarle en la cara, No sos nadie, Para más mi abuela en silla de ruedas, Sos más malo que pegarle a la mama. Y los bailes frente a la barra, ahí sí que gritaba Lolita cuando anotaba, era todo eso del orgullo del barrio y apoyar a los chicos, porque aunque ya estábamos todos trabajando (un par de sapos en la universidad) todavía sacábamos el rato para volver a ser el barrio y dejar la sangre tirada, ahora en la gramilla y el polvo de aquella plazoleta abandonada. ¿Qué se habrá hecho Figueroa?

Pasó el cruce de calles y llegó a la que fue su casa, allá hace más de treinta y pico de años. El patiecito donde Lolita le regaló más de un beso, las veces que llegó tambaleandose entre borracho y sangrante, los juegos de rayuela cuando todos tenían ocho años y la vida era bella, comprar helados donde los Bolaño, llegar a comerlos en el caño de la casa. Siguió un poco y el parque, el jocote que habían cortado hace muchos años porque apenas asomaba parte del tronco. La última guerra por el jocote fue por ahí del setenta y tres, apenas lograron mantener la última defensa alrededor del parque pero resistieron hasta pasadas las ocho de la noche con piedras que encontraban tiradas entre el zacate. A media retirada, el cabrón de Bolaño le tiró una pedrada a la ventana de su cuarto y él pasó dos semanas con el viento colándose entre las rejas y el vidrio quebrado, porque su papá se negó a pagar más por sus jueguitos de guerrillero y tuvo que esperar a que el abuelo le comprara un vidrio nuevo.

Lástima que de los muchachos a ninguno he visto. Alberto se tuvo que ir a los diecinueve, los tatas lo echaron de la casa porque se jaló un tortón con un negocio raro y le dijeron que cantara viajera, pero todavía llegaba a sudar la camisa verde domingo cada quince. Los Jiménez se fueron en el ochenta y dos, los papás se pasaron a un barriecito nuevo, allá por el sur y ellos buscaron su apartamento lejos de los tatas. Así todos se fueron llendo. Lolita se fue después que yo, un par de años después, la topé hace como veinte años, toda casada y con una marimba de hijos, un esposo que no aprendió ni a cocinar arroz y una casa enorme con un jardín lleno de flores y una rejita blanca. Acabó feliz la negra. Lo jodido ha sido enterrar a un par de los quince del barrio, accidente de tránsito y tumor de los bravos, medio hígado y cuelgue los tenis.

Se sentó en una de las hamacas del parque, fumó el cigarro con ganas y miró al barrio. Tiró la colilla. De pronto sintió unas manos que lo agarraban por detrás y vio pasar unas muchachas con batas blancas.

-Gracias por llamar, llevaba dos días perdido.
-No se preocupe, a la orden.
-Les quedó bonito el mall.
-Muchas gracias, vuelva cuando quiera.

De la alegría de las ciudades

Asoleados vendedores de frutas, niñas de vestidos celestes caminando de la mano, una bandera a jirones, el trío de guitarristas ciegos, el que pasa y les deja una monea, las hojas que se lleva el viento, el viento que se lleva las hojas, los graffitis gigantescos en las paredes, las vendedoras de lotería, estudiantes de estadística hablando con los peatones, malabaristas callejeros, la chavala que pinta con su caballete, el caballete que espera que algún día lo usen, trece pericos sobre aquel joró tan floreado, el bar de segunda categoría, los adolescentes en la puerta del nightclub, los borrachos de principio de mañana, dos flores floreciendo, el permiso para redundar, el poeta frustrado, los miles que caminan cada mañana para coger los buses, un diputado comprando corbatas en pleno mercado, las familias de la mano, el café de los bohemios, un poco de maíz para las palomas, la jauría de perros del callejón aquel, el peatón que casi atropellan, el cerrajero que abre tempranito, miles de olores a pan y nueces y macadamia, el amor pobre tras un arbusto, los cinemas que venden completo el matinée, las sombras de los peatones, los periodistas de siempre, el que lleva el libro bajo el brazo, el que abre el libro en la plaza, el vendedor de flores en una esquina, los que traen las flores de su casa, el fotógrafo amateur que siempre llega, el ciclista que aún sueña con la gloria, la señora que vende sus artesanías, los que le pagan al malabarista de atrás, el último que cruza con la luz en amarillo furioso, robarse una uva del montón, el viejito en su mecedora balanceándose, la que suspira desde el balcón, los que tiran flores en la manifestación, los policías que reciben las flores, aquellos dos chiquillos que ríen, aquellos dos viejos que rían, el pobre diablo que llora, el chancho que escapó del mercado, comprar un mango en la esquina, las casas de ciento veinte años, la lluvia que mojó a los amantes, los locales de ropa de segunda, la música en los parques centrales, el árbol que se atreve a crecer, la moneda tirada en la acera, los letreros hechos a mano, una maravillosa tienda de confites, el que vende jugo de naranja en la calle, la que lee el periódico en una banca, el empleadito almorzando en la soda, los lustradores de zapatos, los niños que invitaron a la niña al fútbol.
Y después, caminar.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Alfredo Betoni

Un martes de febrero, a media tarde, Alfredo Betoni se encontró, por primera vez en sus diecinueve años de vida, pensando como un adulto.
La situación pintaba fácil. Mauricio no abría la puerta de la casa, dos pisos y pisos de maderas finas, recién comprada hacía ocho meses. Chiflidos primero. Luego unos gritos discrtos, es que doña Lorena está dormida mae, me dijo Mau cuando lo llamé. Gerardo, gorra negra para atrás, metro ochenta y mucho, se cansó.
Traían arroz cantonés recién comprado, el chino del barrio vendía barato, Nos echa rata el cabrón decía Gerardo, con más vuelto del esperado. Pero alimenta. Y se enfriaba. Mae Mauricio debe estar cagando, Usted cree, Claro mae, hemos gritado y chiflado como locos, nos hubiera oído, Y si se rulió, No, el mae se despierta con cualquier ruido, Que picha entonces.
Las ventanas del primer piso prometían. Había una con un ancho particularmente generoso que llegaba al patio de pilas. Era un salto pequeño, fácil. Demasiado fácil, Tiene razón mae, démole por esa palmera, Uy mae, promete seriamente, Pero ese va a estar duro, Va a acular, Usted cree.
Alfredo era más fuerte. Entonces agarró dos troncos de las palmeras, se balanceó, las vio medio enclencles y ahí mismo se bajó. Murmuró cualquier cosa. Pegó un par de gritos, Mauricio güevón que nos abrás. Y la ventana cerrada, el llavín trancado y la casa como burlándose.
Gerardo comenzó a subir por las palmeras. Era más alto, pero más flaco y debilucho. A medio camino se quedó pegado, riéndose como desquiciado. Mae, me voy jaja, ayúdeme Alfredo mae, me caigo. Alfredo le ofreció sus manos para que apoyara los pies y de pronto Gerardo se encontró sobre el techo del garaje. Con los gritos, finalmente el hermano menor de Mauricio abrió la puerta, Maes que están haciendo, Estudiando álgebra lineal mae, qué parece, Mae di, porque no tocaron la puerta en vez de subirse al techo, Puta, no se nos ocurrió, que vivo este chavalo, que oportuno.
Pasó Alfredo. Gerardo tenía que entrar por la ventana del baño de la hermana de Mauricio. Déjeme entrar, No, porqué esta en mi baño, Es que me subí al techo porque Maur, No me importa, allá usted. Una negociación rápida entre los tres, el hermanillo de testigo y Mauricio que de hecho salía del baño. Se pactó la liberación, un par de comentarios burlones y a comerse el chino.
A media comida, Gerardo preguntó, Mae que inútil usted, cómo no pudo subir, Mae fue como que no me pareció la idea, Por qué. Alfredo pensó en caídas de espaldas, batas azules de hospitales, pequeñas agujas en las venas de su brazo izquierdo, una piedra esperándolo en el suelo y la palmera que se rompe. Así lo dijo.
Los dos eran niños en cuerpo de adultos. Jugaban todavía con espadas de cartón, adictos a las películas de naves espaciales y caballeros honorables, despreocupados y libres.
Gerardo removió el arroz con el tenedor y dijo, Mae, pensó como adulto.
Alfredo se dio cuenta y, deprimido, volvió al arroz y para su sorpresa, se dio cuenta que podía distinguir el cerdo y la res de las carnes de procedencia dudosa.

domingo, 8 de marzo de 2009

Palabriando

"And in the naked light I saw
Ten thousand people, maybe more.
People talking without speaking,
People hearing without listening,
People writing songs that voices never share"
Simon & Garfunkel
A Sophie.

-No, muchacho. Vos estás equivocado. No se puede renegar el lenguaje. Es la casa madre, la grandísima vagina que nos parió diferentes al resto de los animales. El lenguaje nos hace humanos, chavalo.
-No, don Fabián. Perdón, pero no. El lenguaje lo único que hace es separarnos comunicacionalmente del resto de los animales. Mire, usted llega donde su señora y le dice, doña tengo hambre, así como cualquier pajarito cabrón pita y pita hasta que a la mama le plazca vomitar medio gusano para callarlo. Mire, lo que nos hace humanos es la pasión. La compasión. El orgullo, la soledad. La envidia. La desesperación. El cariño. La antipatía. Nos hace humanos poder llevar la vida más allá de reacciones químicas y pulsaciones cardíacas y sentir de veras que hay algo que vale. O que no vale. Pero sentir, carajo. Don Fabián, su perro no lo quiere. Solo entendió que si le obedece, come. Y si lo muerde, se jodió. Puritica supervivencia. Y que el humano razona igual? Entonces por qué los güevones que salvan veinte carajos de un bus que se hunde sabiendo que pueden colgar las tenis ahí mismo? Por qué usted se saca el bocado para dárselo a su hija? Eso es lo que nos hace humanos, no un código morfosintáctico con ínfulas de ombligo cósmico. El ser humano es más humano entre menos habla. O más dice entre menos habla, como lé de la gana. El asunto es que el lenguaje lo único que logra es atarnos, ponernos un lastre generoso para luego mirar como nos tambaleamos. El lenguaje sistematiza el proceso, lo somete a un sistema cerrado y tieso. Casi diría que corrompe la humanidad, en el sentido de lo humano, claro. Pero yo mejor me voy, don Fabián. Todavía me faltan unas vueltas antes de regresar a casa y ya me cae la noche encima.
-Bueno muchacho, andá. Tenés razon con lo que dijiste, no voy a pelearte eso. Pero cómo es de rico sentarse a desmenuzar palabras, entre tantas para escoger. Decime que a veces no te dan ganas de raspar alguna a poquitos, a ver que sale. El lenguaje podrá ser carcelero chavalo, pero no me vas a negar lo sabroso que es encontrar una de esas palabras que parecen de sastre inglés.
-Ah sí, pero esos son otros cien pesos y yo me tengo que ir. Queda para otra tarde. Hasta mañana, don Fabián.
-Nos vemos muchacho.

Y se alejaron los dos, entre horrorizados y llenos de asombro.

sábado, 14 de febrero de 2009

De la Tía Rosa

"The answer my friend
is blowing in the Wind"
Bob Dylan
"Que se murió la tía Rosa". Y quién era esta de la que hablan, la tía Rosa? Octogenaria redonda y algodonada, con cachetes de caricatura y unos pasos pequeños y pensados. Se tropezaba con la línea de mi vida un par de veces al año, allá por Navidad o en el almuerzo del Día de la Madre ("claro tía Rosa, con mucho gusto, con uno o con dos hielos"). Una de las dos hermanas olvidadas que dejó la abuela cuando se nos murió una tarde de agosto.

Siempre discreta tía Rosa, absolutamente llena de asombro. "Muchacho, cómo has crecido, yo te tuve en estos brazos hace un chorro de años" o "Pero que guapos están los nietos de Liliam". Se suma todo y se le agrega una visita solitaria a su casa (por aquello del funeralcito que le hicieron en su pueblo a la abuela) y ni se logra la relación de pariente lejana. Pero me dijeron que colgó las tenis (habrá usado tenis, la tía Rosa?) y me agarró algo denso y sólido en el estómago. Tal vez alcanzara para pariente perdida, eso sí, dejando un par de columnas en blanco y debiendo otros datos de segunda.

Lo jodido es que mamá, sentada viendo televisión, mamá mujer de viernes por la noche cuando ya apaga motores, mamá mujer serena que se consume en las películas, me dice como anunciando la loteria: "se murió la Tía Rosa". De golpe, aunque siempre acaba siendo de golpe, no hay modo de soltarlo a chorritos, ni con jeringa o algún artefacto de clínica. Y yo desarmado, esparcido en mi sillón, desprevenido. "Se murió?". Y ella, con la película de las ocho que le gusta, doblada al español con las voces de siempre, confirma: "sí, en la tarde".

Sepa Judas y el Creador por qué me viene ahora a afectar la muerte de la casi parienta perdida, por qué me agarra la pensadera en la tía de provincia, la tía muerta en su cajón de roble, la tía sin cachetes de caricatura, porque ahora son grises y yo los veo a través del vidriecito que algún morboso pidió que instalaran. Y uno que no lleva ni dos décadas de rodar, de tragarse las calles del mundo, toparse de pronto con tías asombradas que se mueren una tarde, sin la cortesía de avisar.

"Tenía cáncer" dice mamá, sin apartar la mirada del machote que dispara la escopeta como rifle de combate. "El doctor le dio tres semanas". Así. "Señora, el examen nos dice que usted está hecha mierda por dentro. Con este cáncer se la llevo puta. Vaya viva tres semanas más. Apúnteme aquí en un papelito que flores quiere que le mande al funeral." Médicos cabrones, todo lo saben y nunca nos dicen nada. De pronto a uno le toca condensar ocho décadas en tres pinches semanas, tres semanas vulgares de un mes bien feo. Si al menos lo dejaran a uno escoger las semanas.

Qué putas hace un chamaco de diecinueve años pensando en tías muertas con cachetes que ya no son de caricatura? A esta edad nos toca abrir los cuadernos de la universidad y tirarnos de jupa, cada cual buscando la manera más efectiva de tirar al basurero su juventud, divino tesoro, y es que si usted estudia en universidad privada sale más rapito, mijito, verdad que usted ya quiere entrar a trabajar? Dígame si no es una maravilla esto de sacar una carrerita en tres años? Si ahora la vida se vive al galope, muchacho. Recuerde que tiene que leerse el capítulo ocho de la antología para el lunes, que tenemos comprobación de lectura. Vaya, lea, lea. Fórmese, que este país necesita muchachos despabilados como usted.

A mí es que los libros me ven con cara fea. No es mi culpa, señor, por favor entienda. Son los libros, que no me quieren. Y la tía Rosa que se murió y no me dio tiempo de prepararme para cuando mamá me lo dijera. Tal vez si estudio medicina puedo salvar otras tías rosas de otros chamacos de diecinueve años. Ah no, pero si yo estudio periodismo. Qué se va a hacer. Mejor me callo y me voy al pretil. Ahí voy a tener chance de pensar en la tía Rosa.

sábado, 7 de febrero de 2009

Dos mil diez

-No jodás, eso fue en el dos mil siete.
-Sí, pero te digo que no lo matamos.
-Entonces?
-Alguien lo metió en un bolsón plástico, con varios cierres. Y en una caja, de esas con llave. Pero el idiota perdió la llave a los pocos meses de cerrarla. Y para dejarla redonda, guardó la caja en una cámara bajo cero, por aquello de congelarlo.
-Y ahora?
-Como que salió.
-Pero estamos en el dos mil diez. Te digo que son tres años, de otros brazos y otros olores. Países, sabores, labios, nombres. Son tres años, creéme.
-Bueno.
-Bueno.

-Dejá de verme con esa cara.
-Te veo.
-Bueno, abramos la bolsa a ver si todavía respira.
-Ok.

-Quién se asoma?