Advertencia

"Las personas que intenten descubrir motivo en esta narración serán enjuiciadas; las personas que intenten hallarle moraleja, serán desterradas; las personas que intenten hallarle una trama, serán fusiladas. "
Mark Twain

viernes, 30 de enero de 2009

Del dos mil treinta y tanto

"Baby this town rips the bones from your back
Its a death trap, its a suicide rap
We gotta get out while were young,
`cause tramps like us,
baby we were born to run"
Bruce Springsteen


Camino por las calles del mundo, disfruto, porque en la mañana encontré mi libro celeste con café. Es tan nuevo todo, tan lleno de la palabra asombro. Los muchachos apiñados en los montones de barro, la fiesta de los quince con Nene, la primera vez que fuimos solos a la playa, aunque esa tiene manchas amarillentas, seguro café. De jóvenes nos aprendimos una vez los nombres de los árboles, tal vez todavía me acuerde. Este es un roble de sabana, las flores, las flores, son las flores las que lo distinguen, así nos decía uno de los peones en la finca, que nos fijáramos en las flores para distinguirlo. Este de hojas macanudas ni idea, se parece a todos un poco, tal vez le invente un nombre más nuevo y hermoso que todos los otros. Los peones nos dirigían, íbamos en los caballos del tío y nos señalaban cada tronco y lo nombraban en su lengua oculta del que ha visto todas las raíces del mundo. Aquél es un poró.

Pero eso fue atrás, allá en los años de jóvenes, los muchachillos desenfadados y ligeros, uniformados con jeans y camisas idiotas, porque éramos la juventud arrogante de entonces. ¿Y si me olvido del camino al trabajo y me siento en la banca un rato? El jefe gritando, qué son estas horas, usted cree que aquí estamos en una guardería, en una escuela, en un instituto para colegiales sin salvación, que nos vale un pito a la hora que usted llegue, no me tiente porque le marco el historial, le pongo una equis roja y esas no se borran así como así.

Como les decíamos entonces? A esos adultos esponjosos, densos y pesados, que no entendían ese fulgor tremendo que encerrábamos los jóvenes, que nos querían apriosionar entre tanta norma y tanto reglamento, que barbaridad esos zapatos tan embarrados, señorita recuerde que aquí no se permite más de una pulsera en los brazos, joven esa cabellera ya supera los límites establecidos y tantas cosas más. A todos les decíamos igual. Ya me acordé.

Entonces me levanto de mi banca, con mi palabra, la palabra nueva, la palabra sana, la palabra recuperada, la hija pródiga que regresa a su padre bondadoso, la emancipadora de todos los jóvenes del mundo, la nueva luz, la palabra estrellada, la palabra que merece todas las palabras, la santa palabra, la palabra tallada en todos los libros, la siete veces gloriosa, la palabra de las mil maravillas, la asombrosa palabra.

Camino con mi palabra. El mundo es aún más bello porque la tengo conmigo. Cómo pude haber olvidado ese sentimiento renovador de sentirse joven? Cuántos libros azules con fotografías se necesitan para despertar al mundo? Tomo mi palabra bajo el brazo, la arropo, pero desearía poder sentira en todo mi cuerpo, metermela bajo la lengua, prensarla entre el pelo y la oreja, colgarla con un hilito del ombligo, prensarmela en la entrepierna, esconderla entre los dedos del pie, calzarla con suavidad en la palma de mi mano, recorrerla y que me recorra, sernos sinceros porque no hay palabra mentirosa que valga.

Entonces quiero toparme con todos los jóvenes de ahora, porque aunque tenga pasados los cuarenta tengo la palabra y es lo que vale. Mis hijos! Ahí deben estar, encerrados en sus cuatro paredes, en su odiosa torre de marfil, trabándose y destrabándose entre las fórmulas algebráicas y la morfología, odiando al colegio y a nosotros, los adultos. Voy a llegar, armado con la palabra y voy a sorprenderlos, van a saber que al menos yo me acuerdo que fui joven, que soy su aliado, su cómplice poderoso, su amigo, su camarada.

Corro a mi casa, mi esposa aún no ha sido iluminada y no entiende, ya habrá momento de aclararle todo, de revelarle nuevamente el cáliz de vida, el santo grial, pero ahora los chicos. Están arriba, dice, sus ojos abiertos, sus ojos de porcelana china recién enfriada, sus ojos asustados. Subo, abro la puerta con la fuerza de todos y están los dos, con la música de la juventud de ahora, que siempre es la misma, porque Música y Juventud solo hay una, disfrazada de tantas maneras.

Me miran y aprovecho su fugaz atención y suelto la palabra.

Entonces los dos se petrifican, detienen los lapices que jugueteban con el ritmo del artista del momento, yo los espero, porque sé que solo pueden reaccionar de un modo, gracias papá, la palabra da la vida y es la juventud, ya no te diremos papá, vení camarada, seamos uno solo en un abrazo, vení y los tres nos fundimos en uno solo, ya no estaremos divididos, no más papá ni hijos, camaradas todos, porque vos te acordaste de que fuiste joven, vení.

-Papá, esa es palabra de viejos. Despertá, vos no sos joven como nosotros.

La puerta que se cierra poco a poco, ellos que retoman sus bolillos imaginarios, porque no entienden que los muchachos y yo éramos como ellos, porque allá en el dos mil ocho éramos tan jóvenes todos que no se podía llamarnos sino joven, respirábamos y hablabamos en nuestra lengua de joven, de esperanzado, de alegre. Y hoy que recordé que una vez fui joven, que lo que dice el libro azul es realmente cierto, que cuando el dos mil ocho yo usé la palabra, la única palabra, entonces me topo con este muro gris e invencible, porque aunque todos los viejos del mundo recordemos que algún día fuimos jóvenes, ni un solo de todos los jóvenes van a darse cuenta que algún día fuimos como ellos. Nadie se acuerda que fuimos así.

Mejor me anudo otra vez la corbata y regreso al trabajo, ya se hace tarde.

jueves, 15 de enero de 2009

Manual

Ventanilla 4, siguiente.

-Sí, buenas. Cómo le va? Es que yo necesito un reporte de notas sellado por Registro.
-De cual semestre?
-Del segundo, por favor.
-Mire, es muy sencillo. Vaya busque el formulario RT-89 en aquella mesa. Es una hoja azul con las esquinas en rojo. No la confunda con la RT-77, que es la azul con esquinas en rojo sangre. Llénela y pase a dejarla a la Oficina A-45, que está ubicada en el tercer piso del edificio administrativo de la Sede de Occidente. Ahí le van a dar un sobre amarillo que contiene una código secreto. Suba entonces al Refugio de Base Crestones en el Macizo Chirripó, abra la tercera gaveta a la derecha en el escritorio del guardaparques y busque un formulario con el mismo código que el sobre. Llénelo con sus datos personales y deposítelo en el buzón rotulado "Promoción para Artículos Deportivos" (no me vea con esa cara, el nombre es para que nadie sospeche) que está ubicado en el pasillo cuatro del AutoMercado de Playas del Coco. La encargada le dará un comprobante. Raspe en la parte indicada con una moneda de diez o veinte colones, de las plateadas y va a encontrar una fecha con día, mes y año. Busque en la sección de pasatiempos de Diario Extra de ese día el crucigrama y resuelva la 24 Horizontal. Esa es la palabra clave. Sintonice entonces una semana después Radio U exactamente a las 2:24 p.m. El locutor dirá su palabra y a continuación otra, que usted debe apuntar y llevar a aquella ventanilla, la que dice "Palabra Secreta" para que le den un nuevo formulario, que me deberá traer a mí. Sencillo, verdad? Recuerde que tiene hasta fin de mes para hacer estos trámites y no me haga caritas, vaya trate de solicitar una medicina al Calderón.
-Algo más?
-No, solo era eso.

Ventanilla 4, siguiente.

miércoles, 14 de enero de 2009

Como si no hubiese un mañana. Capítulo 2. Di qué?

"It's my life
It's now or never
I ain't gonna live forever
I just want to live while I'm alive"
Bon Jovi
Porque la verdad yo sé que nosotros no nos acordamos de esa noche, la pasada. Seguro muchas águilas y andar buscando al Drol por todo lado. A ver si podés decirme con claridad algo de esa noche. ¿Verdad que no?

Nosotros sí podemos contar una historia de otra noche, la segunda, capítulo dos dijo alguien cuando ya iba montado en el bus y así se quedó. Pero comenzó por ir donde Tía Dayi a pedirle unas bolsitas de hielo para tirarnos las birras de camino, porque eso de tomarlas calientes no matiza. De paso agarramos un six (o dos, o tres... qué carajo, varios) y nos Tía Dayi nos dio generosa un beso de despedida a cada uno. Abrimos la hielera, todo mundo lleve la cuenta para que no pase aquella de "Papaya puesta, papaya partida" y apúrese porque ya llegó el bus.

Algunos lavándose los dientes después de la cena (me dijeron que la Cava cocinó perros al mejor estilo Rambo-Chewbacca, pero ya ni sé), otros saliendo del baño con el pelo oliendo a cristiano y la camisa a medio poner. Casi todos esperábamos afuera, matizando la OP con los watts del Banca, que fueron fieles toda la temporada. Llegaron unos legionarios del glorioso Playa Hermosa Inn, montamos las almas al bus y arranque otra vez.

Que de pronto al guineazo del Peche le regalaron cuatro entradas con el Ve I Pe y no supo a quien regalarlas. Rifa entre los hombres civilizados del mundo occidental a ver quien las pegaba, sin importar su procedencia, nacionalidad o nivel de alcohol en la sangre. Sucedió que Perco, la Cava y el Tres se las embolsaron, mientras los otros doce solo veíamos así de lejitos. Alguien que le diga a la chófer que pare en el cruce para que nos den las entradas, porque Peche tiene que bajarse y todo eso.

Ya en el bus de camino, páseme una imperial pero que esté bien fria y abran la ventana porque algún hijueputa comenzó a castigar. Mae que aquí hay mujeres. Que se aguanten y que siga el evento. Se comienza a escuchar una voz muy grave tirar el primer "Evento, evento" coreado por medio bus al unísono. A la derecha empieza a verse un resplandor muy adentro y algún aguafiestas dentro del bus pensando en los operativos policiales del día siguiente.

En la parte de adelante del bus se comienza a perfilar la delantera para la noche en cuestión. El glorioso DT (a ver, ¿cuantos significados le encuentra a esas dos letras?) y sus secuaces barajan las primeras fichas para conformar la ofensiva. El Peche es postulado para asumir la casaca número nueve, aunque también el Tagui se ofrece, Zagon dice que él también y hasta el mismísimo DT ofrece sumarse al ataque. Finalmente se resuelve otorgarle la honorable número nueve al Zagon, porque la pidió con ganas mientras que Peche tomaría el once por la banda derecha, Tagui el diez por la izquierda y el DT querdaría repartiendo balones con el ocho en su espalda. Persínese, bese el zacate y salga a anotar.

Última revisión por parte de Zagon, ¿todos portan su respectiva entrada y cédula de identidad? El que no la trajo mamó. Fredman no tiene la de los dieciocho, pero se la presta el Tagui. Alguien se puso a pensar que este chequeo lo hubiese hecho Drol de haber venido, pero al rato y se entiende su ausencia. Igual ganó SD. Mae que sí, ya estamos llegando, el bus puede dejarlo ahí señora, pero déjenos bajarnos ya porque es ya que nos bajamos. Alguien dele muerte a las últimas cervezas y rótelas si no puede acabárselas, no sea tan roña de llevarlas de vuelta a La Casona, que Tía Dayi ve eso con malos ojos.

Se acuerdan que sacamos todos las entradas de las billeteras y caminamos hacia la entrada. Unos con sandalias (chanflas, decía Fredman) otros con el legítimo teni y un par con esos que ni cordones tienen. Ninguno con crocs gracias al Padre. Muestren todos la cédula, mae Tres usted saque también el carnet de la U y del Indoor que usted no se parece en la cédula. Y pasan primero unos, otros rezagados esperando, que alguien tuvo que aplicar meiosis ahí en la entrada y vamos.

A todos nos dieron las birritas cortesía en la entrada y de veras que le agarramos un gusto ese día la Piedra Hielo. Los más vivos pedíamos dos o tres y después no teníamos ni que usar los tiquetes porque ahora sí, a papaya puesta, papaya partida. Lo vacilon es comenzar a quebrarse en miles de grupitos de dos o cuatro o seis que a los cinco minutos cambian y son nuevos y otra vez cambian y nunca son los mismos en el mismo grupo otra vez. De veras, así es.

Ojo Peche, regrese rápido del Ve I Pe porque por ahí anda la que anda, que parece que Taca ya se la encontró y todo el asunto. Pero mejor vamos a ver a Kurt Dyer que anda jugando de Oasis y de Raimundo-y-todo-el-mundo allá en el toldo Piedra Hielo, porque además ahorita llega Federico Miranda y se van a creer Roger y David y esto se pone bueno. Lo que sigue es abrazarse y cantar como si no hubiese un mañana, porque así es como se canta aquí, carajo. Decime si vos no viste a un poco de locos cantar Wish you were here como endiablados, como borrachos o como querás decirles. Y Zagon que se hizo muy famoso porque fue a darle la mano como se debe. El Drol la hubiera gozado ahí.

Ya más tardito y ahí mismo comenzaron a matizarla Bichor, Tagui y Cava mientras Le Pop le ponía fuerte en el escenario. Lo bueno de saber aplicarla como si no hubiese un mañana es poder tirarse esos eventos sin meditarlo. Y los gloriosos vasos que brillaban, la Cava sosteniendo el suyo en lo alto de todo, presagio de la señorísima peda que iba a sufrir el siempre estimable vacuno (y que repitió cada noche que fuese a usar el vaso).

Todos comienzan como a tirar para lo suyo. El Popi, Bichor, el Nochi y todos se van separando. Pero los que no son unos insensatos sabemos que el Camino de la Verdad lleva a la entrada a pedir más birritas, porque los mops de la entrada dijeron que pasáramos por más, eso sí, una paradita para meiosis y vamos. Que bonita la generosidad, ¿verdad muchachos? Manos llenas de alcohol, y tómesela y no deje un solo culo de cerveza porque hay chiquitos sobrios en Botswana. Ahí fue cuando hicimos, ya no se ni quiénes estábamos, el siempre eterno Ziggy Zaggy Ziggy Zaggy Oi Oi Oi! para vaciar la lata de un solo. ¡Que feo eso! dijo una telenovela que nadie vio.

No habían sido las doce y ya el Banca estaba reluciente de tanto güaro y como que algo le cayó mal porque empezó a vomitar hasta el queque de la Primera Comunión. Nosotros que no podíamos ni creer lo del guarda cabrón que amenazó con echarlo del lugar y los de la Pseudo Cruz Roja que nada hicieron por él cuando estaba tirado en medio del cosmos. Si no pasa alguno de nosotros por ahí y lo ve tan bien acompañado por Hugo y Godzilla quien sabe donde queda el Banca esa noche. Pero ahí se quedó Perco y varios ayudando al Banca a pasar esta, porque todos hemos estado ahí tirados en medio del cosmos y ayudarse es cosa de humano.

A Peche le había pasado lo que le pasó y anduvo con ganas de tajadearse por un buen rato, mientras Pe y Taca andaban por ahí perdidas por los toldos del mundo. La verdad que nadie era muy ubicable entre la cantidad absurda de gente (aunque eso sí podemos decir, no fue tanta gente esta vez). Para entonces llevábamos empanzados entre ocho y diez birras por jupa, casi todas obsequio generoso de la Cervecería para los pobres mortales del mundo libre y el Tres no podía ni caminar derecho, y eso que tenía que guiar a Bichor a zona segura.

Se subía y se bajaba del Ve I Pe, algunos pasaron por un buen gallo de carne o la legítima hamburguesa que pasa factura al día siguiente, en medio de una fuerte mensajeada a Hu Jintao. Dicen que por aquél entonces pasó el concierto de Fonseca, que resultó ser en pelelazo de metro y medio, pero pocos eran los que tenían pareja para el bailongo y el evento siguió su curso natural de birras y compas. Vaya aplique meiosis mijito, que no me lo agarre Candanga sin confesar y con la vejiga llena.

Y si de pronto fue ahora o antes, o después o en una noche paralela ya nadie sabe, pero el Peche estaba hablando con la-que-usted-sabe, se volvió para responderle alguna de sus preguntas y la encontró en plena acción, sin asomo de sonrojo en ningún lado. Bueno, apague y vamonós, usté disfrute y ya regresamos a sintonizarla. Que de pronto la-que-usted-sabe se haya pegado los tapiz como dicta la legítima y soberana Ley Mayor y que le arrancara la gloriosa número nueve a Zagon nos dejó fuera de base. Pero such is life in the tropics, dijo Yayo. O ElQueSabe. Alguno lo dijo.

Bob Sinclair y en algún momento nos reunimos un par para cantar Love Generation, pero tirando a una chavala al aire y recibiendo el señor enjache de los carajos de seguridad (aunque dijo el Kichos, que también es el DT, que a él le llamaron la atención los Hache Pes). Muchos seguían leales con el Banca, todavía occiso en algún lugar de la finca.

Segun el reporte oficial fue en este momento que ocurrió la cosa más memorable y hermosa de toda la noche. Mientras todo mundo se pegaba el evento de su vida con Bob, la Cava se hizo presente en media pista de baile, situado estratégicamente donde tiene que estar y empezó a matizarla. Entonces voltea la cabeza al lado, encuentra un objetivo a la vista y tira el dardo mortal. "Di, ¿qué?". Y ella: "Di, sí." Así son las cosas, te comprás una Pentium Cuatro y no me vengás con mierditas, porque el que puede, puede y los demás, que aplaudan.

Pasadonas las tres o las cuatro, suponiendo que alguien mantenía suficiente cordura para saber qué hora era, el Bob se bajó del escenario y los pueblos libres se dispersaron. Empieza entonces a patalear la fiesta, si de veras se quiere pegar el evento vaya y gaste sus últimos tiquetes, porque el roncito está bueno y el vodka limpia el alma.

Antitos de las cinco se ven llegando los primeros arrepentidos a la zona de abordaje del bus, algunos ya sintiendo el peso inmoral de la goma tempranera y otros todavía matizaban el final de la OP. Todos tirados y Taca llega de un chichón porque perdió el cuernófono y ni siquiera el Nochi pudo encontrarlo (aunque la gente dice que fue porque les dio pereza meterse a la tarima a buscarlo, si hubiera entrado de fijo el Nochi lo encuentra).

Y finalmente llega el bus para finalizar el evento. Lo que sigue es intentar dormirse en los asientos, porque nadie se acuerda del capítulo uno, estrenar sol allá al oeste, ver el montón de idiotas que los guardó la ley por manejar tapiz y pensar que el viaje se hace estúpidamente largo. Pero al final uno siempre regresa donde tiene que regresar. Pasadas las siete arribamos a puerto, abrimos el noble portón verde de La Casona, tiramos la hielera donde primero pudimos y caímos en cada cama, agradeciendo al cosmos por tener unas cuantas horas para agarrar fuerzas antes de empezar todo de nuevo.

martes, 6 de enero de 2009

Como si no hubiese un mañana. Capítulo 1. Qué Picha

"In the summer time, when the weather is high
you can chase right up and touch the sky"
Mungo Jerry

La gente cree que es cuestión de apilar las hieleras abajo, los maletines más grandes en el medio y la bola de fútbol con las 24 botella de té frío arriba, salir pasaditas las siete de San José con el bus taqueado de idiotas medio dormidos, desafiar el sol buscando el asiento donde no va a pegar en todo el recorrido, gritar un par de veces “Que Picha”, preguntar dónde quedó perdido MandaGüevo, saludar con reverencia y un par de vítores adormecidos las instalaciones de la Cervecería y comenzar la OP.

Pero es mucho más que eso. Es pasar por el aeropuerto y acordarse de que poco más de un año atrás eran setenta que esperaban un vuelo de cuarenta y cinco minutos a una isla mágica, hacer una paradita en La Uruca porque faltaba uno, soltar un par de lágrimas invisibles por los que cambiaron el bus por un avión al otro lado del charco o del San Juan, moverse incómodo en un asiento que nunca se adapta al cuerpo, ver el mar del Golfo desde las montañas, ponerse los anteojos de sol porque ahora de veras, sentir el aire caliente golpear la cara cuando se pasa por Barraca y pensar que ya casi.

Todavía falta lo esencial. Comenzar el conteo de los ríos, esperar esa estatua horrible de un caballo blanco y sentir los precios por la nuca, gritar que paren por un batido de menta chocolate cuando es el momento, esperar con impaciencia los rotulitos verdes que anuncian que el camino se acorta, percibir en el aire los primeros indicios de que alguien está castigando, buscar el hombro amigo donde pueda descansar la cabeza diez minutos, abrir las ventanas de par en par porque el calor ya no.

Iniciar la charla eterna de la música y el fútbol, recordar las viejas hazañas de cuando eran diecisiete años y se podía manejar la pelota con los botines, gritar que dejamos a ElQueSabe, abrir la primera bolsa de papitas o tortillas tostadas porque el hambre es atroz en estas latitudes, leer que faltan unos diez kilómetros para llegar a Liberia, oler el tufito característico de la comida rápida y comerla en menos de veinte minutos, tomarse una foto con las coronas que alguien le robó a El Rey y decirle a la chófer que le ponga bonito para llegar.

Entrar en esa pampa enorme, comenzar a joder a Peche con todas las fincas que tiene esparcidas por las calles del mundo, escuchar a alguien al fondo maldecir a todos los hijueputas, castigar más generosamente después de la parada en Liberia, entrar al cruce que va para la playa, estudiar cada letrero que anuncia un nuevo hotel para ver si estamos más o menos cerca del destino y animarse un poco.

Lo mejor es ver la Bahía al fondo con los montones de barcos anclados, preguntarse qué tan habitable será el búnker donde vamos a vivir la próxima semana, hacer los números del caso para ver cuántas birras alcanzan, darse cuenta que olvidamos el pañuelo de siempre y pedir parada para comprar otro, ver los primeros negocios conocidos, pasar por la casa gloriosa de Tía Dayi, esperar con suspenso los últimos cien metros hasta poder ver el rotulito que diga “Cabinas La Casona” y morderse un poco las uñas.

Lo mágico es descubrir tres cuartos totalmente habitables, hallar una selección de camas aptas para caer occiso a las seis de la mañana, bajar las primeras maletas del bus, coordinar el ride para la siguiente fiesta, poner a sonar los watts para empezar la fiesta en las mesitas de la pseudo-terraza, proponer la primera de muchísimas visitas a Tía Dayi para que nos dé los regalos que nos debe, soltarse las medias, quitarse las camisas, abrir la primera birra de la temporada con un aplauso general y sentir, este es el secreto, con el hígado y el corazón, que uno llegó a la playa.



lunes, 5 de enero de 2009

Cosas de Muertos


"You got to hidey-hidey-hide,
the old man is down the road."
John Fogerty
El florero se cayó de la mesa y mamá puso cara de circunstancia. Las magnolias quedaron destripadas sobre las baldosas impecables del comedor, rodeadas por el charco del agua de dos días. Mamá, roja de furia, señaló inflexible a cuanto mortal se pusiera al alcance de su índice y yo me hice chiquito en una esquina para que no me viera.

Mi hermana gritó: “Es Jimeno Soto” y apuntó con su boquita entreabierta a una sombra en la esquina del comedor. Yo vi a don Jimeno, pero sabía que estaba muerto. “Los muertos son una cosas rara, un día se tiran al ataúd y al siguiente rompen floreros en una casa ajena. Después es a los chiquillos a quienes nos regañan. Los muertos son una cosa rara”.

Mamá llevó sus ojos pequeños y escurridizos a la esquina señalada y de vuelta a Andreita, una y otra vez, como si no entendiera algo. Desde que había matado a papá en un duelo, en el mismo en que murió él, nadie había pronunciado el nombre de don Jimeno en la casa.

-Mocosa malcriada, bromeando ahora- y cargó contra ella con la palma abierta.

Entonces yo tuve que levantarme de mi esquina.

-Es cierto, es él.- dije.-Está sentado ahora en la mecedora que te heredó el abuelo, esperando que le pegués a Andrea-.

Mamá sabía que yo nunca hablaba aunque fuera necesario y lo buscó. Yo lo vi moverse inquieto en la esquina, como si temiera que mamá tomara la misma palma abierta y se la estampara en su mejilla huesuda. Tomó el bastón roído por los gusanos y arrastró su cuerpo los seis pasos eternos que lo separaban de la puerta corrediza que salía a la terraza. Mamá movía los ojos desesperada. Se había olvidado de mi hermana, todavía con los bracitos tiernos sobre su cabeza en forma de escudo, y buscaba el menor movimiento de la alfombra o de la cortina que delatara a don Jimeno. Pero lo pasos del muerto eran nítidos.

Corrí a abrazar a Andreita. Miraba los trozos de florero ahogarse en el charco diminuto del comedor. Mamá caminaba con los brazos extendidos hacia adelante, como ciega, buscando a don Jimeno. “Guíenme, malditos”, nos gritaba. “No lo veo”, gritaba. Nosotros la veíamos buscar para donde no era, extender sus manojos de dedos como arañas horriblemente esqueléticas y no encontrar nada.

Así nos quedamos mi hermana y yo, viéndola tantear el aire. Saboreando con sonrisas tímidas y ácidas su desesperación. “Esta es la venganza por pegarme por el vidrio del baño y el salero de cerámica. Por pegarle a Andreita cuando apareció quebrada la lámpara del cuarto. Todo se paga.” Mamá daba vueltas por el comedor, pasaba sobre el florero roto y buscaba a don Jimeno Soto, sin saber que él descansaba en la terraza, sobre el sillón de papá.

-Jimeno, hijueputa, encáreme. Si es hombre para quebrar mis floreros, encáreme.

Aunque mi hermana y yo sabíamos que toda la culpa la tenía don Jimeno, por papá, por todas las golpizas que no diera mamá, por todo, preferimos verla a ella sufrir. Porque Jimeno Soto nunca nos soltó una palma abierta en media boca por algo que no hicimos. Siempre nos pegaron por lo que rompía él, pero él nunca nos pegó. Esa fue mamá.

Mamá regresó de su trance, como quien amanece en media Sierra, y nos vio tirados en la esquina, con ojos de mujer bondadosa. Se abrió en lágrimas y extendió generosa sus brazos blanquísimos.

-Vengan, perdón. Vamos y les compro un helado en la tienda- dijo.

Mientras salíamos, vi a don Jimeno Soto fumando un habano de los de papá en su sillón favorito, viéndonos ir por un helado. “Los muertos son una cosa rara. Un día dejan de respirar porque una bala les perforó un pulmón y otro andan fumando los puros de otro muerto. Los muertos son una cosa rara, ya no se les puede hacer pagar por lo que hagan”.