tag:blogger.com,1999:blog-59058002446723166932024-03-13T21:50:15.455-07:00De Fantasmas y CerezosDiegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.comBlogger97125tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-14630311242376955262013-09-07T14:32:00.001-07:002014-06-02T16:34:23.581-07:00La vendetta en La Sabana / Costa Rica 3-1 Estados Unidos<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
<span style="text-align: left;">Puede que los tipos diez filas abajo estén cantando </span><i style="text-align: left;">American Pie</i><span style="text-align: left;"> o </span><i style="text-align: left;">La Patriótica</i><span style="text-align: left;"> que no me enteraría. Este estadio ensordece. Desde lo alto de sombra oeste fue imposible escuchar la alineación costarricense; de la norteamericana solo se escucharon los "peeerrras" rítmicos que la gradería, calculando, confiaba en que calzara con el final de cada nombre. Pero la verdad no estamos seguros.</span></div>
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¿Quién dijo que necesitábamos el Saprissa para hacer bulla?<br />
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Los gringos de azul, la Sele de rojo, los aficionados -casi, casi todos- de rojo o blanco. En todo el Estadio Nacional solo desentonan los cuatro árbitros -de amarillo- y el cordón de policías con jacket verde perico que protege a la "hinchada" made-in-USA, allá en platea sur.<br />
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Detengo mi reloj en 8:00 p. m. y espero al referi central. El tiempo ajustándose al futbol. Suena el silbato, acciono el botón, se mueven las manecillas y el estadio ruge como si el árbitro hubiera marcado un gol local.<br />
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Al minuto 1 casi casi empezamos el conteo, pero el portero gringo la rechaza. Luego un córner, una o varias cabezas que saltan y la bola en las redes. Así de fácil. "¿Quién lo hizo?", preguntan a mi lado. No sé y no me importa.<br />
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Johnny Acosta despeja las dudas acerca de su titularidad con el primer gol, que de paso evidenció una realidad: a los gringos no les daba miedo el Saprissa, les da miedo la afición tica.<br />
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Los pupilos de Klinsmann no pudieron con la presión y regalaban bolas, erraban con la salida y no hallaron un solo pase correcto en los primeros quince minutos. Al 9'' Celso les metió el dedo en la herida -como el incrédulo Tomás, como convenciéndose de que estábamos jugando mejor- y otro cabezazo dejó la bola al fondo del arco.<br />
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La marca empieza en la línea de cuatro que hacen Bryan, Celso, Yelstin y Bolaños. Aunque son claramente dos ofensivos y dos defensivos, Pinto mandó a todos a correr por igual. Campbell queda arriba a pelear las bolas y esos cinco hombres, junto con los laterales Oviedo y Gamboa, se mueven mecánicamente para defender y atacar por igual. No es un planteamiento defensivo, es un cuadro ordenado. La consigna no es quitar la bola a Donovan y Cía cuando ellos pasen su medio campo, es que los gringos jamás lleguen ahí.<br />
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Pinto, por cierto, está en el vértice del rectángulo reservado para el cuerpo técnico, a punto Klinsman no se ve: podría estar viendo el partido desde Denver que todavía no nos habríamos dado cuenta.<br />
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El primer tiempo transcurre en control nuestro. La defensa rechaza -solidísima- cada avance contrario, Bryan recibe un masaje de urgencia al 20'' y dos faltas dentro del área a Cristian Bolaños se traducen en ningún penal y en una amarilla para él.<br />
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Hasta el 41'', cuando Keylor salió a podar las piernas de un atacante gringo, éramos los dueños del partido y la hexagonal. Pero el rérefi pitó penal para los visitantes y todos los jugadores se agolpan alrededor del marco norte.<br />
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Tengo mi libreta abierta, como si aquí estuviera la repetición y pudiera verla para convencerme que fue o no penal. Es en vano. Solo queda confiar en Keylor y el espíritu de Porritas. A mi alrededor están de pie. El gringo tira y por un microsegundo parece que Keylor la detiene. Gol de Estados Unidos.<br />
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El mugido del estadio fue rarísimo: casi una celebración y después silencio como no lo hubo en dos horas, a excepción de las primeras notas del Himno Nacional. Nos fuimos al descanso con el ánimo desinflado, pero quedaba la impresión de un cuadro sólido, compacto, que mereció más de un 2-1.<br />
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Los primeros minutos del segundo tiempo alargaron la angustia y la Sele dejó de presionar cada balón, de salir jugando desde la zaga. Cristian Bolaños y los laterales Oviedo y Gamboa empezaron a verse cansados o tal vez Pinto les dijo, al medio tiempo, que bajaran el ritmo. De un modo u otro, el síntoma es claro: la Sele perdió intensidad. Klinsmann, además, acomodó a sus jugadores y replanteó el partido.<br />
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Al 57'' se la pintan a Yelstin y revienta el palo derecho de Keylor. Parece como si la Fedefut le cobrara a Pinto por cada boleta de cambio que usa.<br />
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A esta altura del partido, llegando ya al minuto 70, corre más el cuarto árbitro que Cristian Bolaños y solo Yelstin mantiene la obsesión canina de querer tener, siempre, en todo lugar, la bola. Pero el profe considera que es la pieza sacrificable para rearmar su idea y al 73'' sale Tejeda y entra José Miguel Cubero.<br />
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Alguien dice que ya acabó el partido en México. Honduras repitió el Aztecazo, venció a los locales 2-1 y agravó la crisis del futbol mexicano, con más palabras que goles. Eso nos sirve solo si ganamos acá, pero echamos aguas.<br />
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El cambio no parece hacer demasiado y yo escribo en mi libreta que el equipo tiene la flexibilidad de una cuadrilla del Conavi cuando Cubero mete un pelotazo <i>á la Sagrada Familia </i>y el negrito, quien había aparecido antes varias veces en fuera de juego, empieza a correr casi desde la media cancha. Campbell se pone los tacos del Cachorro Ledezma para ganarle en velocidad y en cuerpo a dos defensores gringos que corren como resignados, como quienes se saben lo que viene, y luego le pide prestados los botines a Chope para definir.<br />
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Este estadio se va a caer.<br />
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Luego es aguantar ese 3-1 y cuidado y le metemos otro. Al 79'' sale Bryan por Sabo; al 85'' se sienta Bolaños y entra el Chiqui. Alguien en sombra oeste se acordó que uno grita Olé cuando va ganando y por medio minuto la gradería se le une. Oleee, oooleeee...<br />
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Quedan apenas unos pocos sustos. La defensa decide jugar el fuera de juego en un tiro libre y sale Keylor, espartano, contra seis tipos de azul que poblaban el área. Boxea a uno, manotea el balón y termina tendido en el suelo. Son menos de cinco minutos en el reloj.<br />
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Una aficionada gringa, que lleva ratos atrayendo miradas esta sombra oeste, se levanta de su silla y camina hacia la salida sacándonos el dedo. Nadie de rojo se mueve, gritan un poco, pero ya ella no importa. Los gringos, que llevan 12 partidos ganados al hilo, no lograron tomar este estadio.<br />
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Campbell y Sabo ensayan un una última jugada de peligro, el equipo deja el último aliento y, después, el réferi pita y con 14 puntos somos líderes de la hexagonal.<br />
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El partido termina y nadie empieza a bajar las gradas para irse. Estamos aquí, de pie, grabándonos esto. En el campo de juego, los jugadores se reúnen en el círculo centrar a celebrar. Unas adolescentes, de espaldas a la cancha, sonríen y se toman una foto.</div>
Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-22802326781387486892013-06-27T00:07:00.000-07:002013-06-27T00:20:15.800-07:00El festival del verano belga<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: right;">
"Put a wetsuit on, come on, come on</div>
<div style="text-align: right;">
Grow<span style="background-color: transparent;"> </span>your<span style="background-color: transparent;"> </span>hair<span style="background-color: transparent;"> </span>out<span style="background-color: transparent;"> </span>long<span style="background-color: transparent;">, come </span>on<span style="background-color: transparent;">, come</span></div>
<div style="text-align: right;">
Put<span style="background-color: transparent;"> a t-</span>shirt<span style="background-color: transparent;"> </span>on</div>
<div style="text-align: right;">
Do me wrong, do me wrong, do me wrong"</div>
<div style="text-align: right;">
The<span style="background-color: transparent;"> </span>Vaccines</div>
</blockquote>
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Hace un año estaba a pocos días de ver mi grupo favorito de entonces tocar mi canción favorita de su repertorio; pero eso fue después. Al principio el asunto era que tocaba Blink-182 y, para nosotros, los que tuvimos ocho o diez a finales de los noventas, la única manera de explicar esos años siempre va a ser un disco con una enfermera en la portada. Después me enteré que eran también venían otras bandas: Pearl Jam y los Chili Peppers, que ya había visto en Costa Rica, Mumford & Sons, Jack White y ahí, grupos que conocía de oídas o de una canción. Beirut que tanto había sido para ella y para mí en el 2010. Hasta que una noche, ya cuando había comprado la entrada, los organizadores del festival actualizaron la lista en su sitio web y anunciaron que tocaba también The Vaccines y se me hizo. No son una banda que pueda llamarse genial (su primer disco se llama, apropiadamente, "What do you expect from the Vaccines?"), pero en ese momento me llegaba muchísimo. Estaba medio solo en un país donde toda la gente que eran mis amigos habían sido perfectos desconocidos dos semanas antes y las letras y la música de estos maes tenía sentido. Era honesta, qué se yo. Si me pongo a pensarlo, no sé por qué era tanto el ride con ellos, pero no siento que sea mi culpa. Ojo la trama: "If it's up and after you / What do you suppose that you would do? / You're all whacked out from lack of sleep /You blame it on the friends you keep / You want to do things differently / And do them independently / We all got old at breakneck speed / Slow it down, go easy on me / Go easy on me". Esas eran las letras que tenían; algo de road trip band y otro poco de coming of age band y yo que sentía que Ámsterdam me daba un poco de la dos.</div>
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Entonces, el festival. Los planes para comprar las entradas los habíamos hecho con meses de anticipación, desde febrero o marzo. Varios de mis amigos dijeron: no viejito, ("no, dude"), vamos a usar esa plata para viajar por este continente lindo y caro y no para un festival y al final terminé comprando la entrada, que costaba un platal, en una noche medio impulsiva cuando dos amigas dijeron que iban. Ya hay grupo y solo falta la tienda de campaña, y el sleeping (que ese lo compré después en una tienda de aventura, 29 euros y buena calidad). Un día llegaron por correo los boletos oficiales y se armó. Rock Werchter 2012 por la pista. Sí, el nombre era endiablado y todavía no puedo pronunciarlo como la gente. </div>
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El día del festival recuerdo que salimos muy temprano de Ámsterdam porque alrededor de las 2:00 p.m. empezaban a tocar las primeras bandas. El viaje en total iba a tarde como 5-6 horas. Me bañé bien bien, extra conciencia y jabón, porque no sabíamos que tanta agua íbamos a ver en tres noches y cuatro días. Al final resultó que nada. El plan del día: bus desde Amstelstation hacia Bruselas con Eurolines, bendición del viajero joven que tiene más tiempo que dinero; de ahí, el combiticker del festival nos daba derecho a un tren hacia Leuven; y, una vez en ese pueblo, tomar un busito que nos llevaba hasta el festival. Entonces Rock Werchter por la pista, de verdad, porque las autopistas holandesas parecen hechas para mover ejércitos. Son enormes, largas, anchas, planas e impecables. Dato curioso: como medida de austeridad para paliar la crisis económica el gobierno decidió, ojo, cancelar la iluminación pública de las autopistas durante unas horas de la madrugada. Mientras otros países cortaban educación, ciencia y salud, Holanda puede darse el lujo de solo cortar la luz de unas calles casi sin tráfico.<br />
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Todos los viajeros en el bus íbamos en la misma nota. Rock Werchter por la pista he dicho, con Virginia, la californiana que había conseguido una tienda de campaña prestada y Kathryn y Natalie, canadienses. Ese era mi cuarteto del terror, aunque el resto del bus también cargaba bollos de pan, abrelatas, cosillas útiles para acampar tres noches en el verano belga. A alguien le empecé a explicar entonces lo del plan bus-a-Bruselas-tren-a-Leuven que podíamos aplicar con el Combiticket. Creo que no me creyó, o algo, porque entonces busqué el boleto para cerrarle la jeta con la prueba irrefutable y claro, el tiquete no estaba. Piense, Diego, piense. Di, pura vida, nunca lo saqué del forrito negro donde lo tenía escondido en el clóset de mi cuarto, segunda repisa de arriba hacia abajo, a la izquierda de las camisas y debajo de la cobija para visitas. Allá en Ámsterdam, a media hora de distancia. Y el chofer manejando tan alegre hacia Bélgica.<br />
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ALGUIEN QUE FUCKIN PARE EL BUS.<br />
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No sé que grité, pero tiene que haber sido algo así. Lo que me da risa ahora es lo que deben haber pensado los otros pasajeros que vieron un latino mal rasurado hacerse paso hasta el chofer. Yo le dije algo de una emergencia, que cuándo era la próxima parada. "Bruselas", dice el tipo, tan calmado. Y yo, que no, que no. Que es una emergencia, un amigo o un familiar (ya no sé ni qué dije) pero me tengo que bajar ya, ahora, hace dos minutos, ayer ayer ayer. Entre mi inglés impaciente me entendió, entre líneas, que estaba dispuesto a ponerle freno de mano al bus si se me ponía espeso y paró en una gasolinera. Me bajé del bus, cogí el maletín y chao bus-que-va-al-festival-sin-mí. Bueno, me bajé. ¿Y ahora?<br />
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Lo más feo es que no me acuerdo del nombre de él. Debo tenerlo apuntado en una libretita negra donde llevo notas de mis viajes, después lo busco. Él era un holandés que jugaba hockey sobre hielo con un equipo de aficionados y aceptó llevarme como hitch-hiker en su carro hasta Utrecht, la cuarta ciudad más grande del país,que estaba ahí cerquita. En el camino me contó que manejaba una empresa de equipo para personas con discapacidad, pero aparatos muy puntuales y de punta, que no es lo mismo. Cuando me bajé, en la pura estación de trenes de Utrecht, me regaló un folleto de su empresa. Lo perdí, también.<br />
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Subir hacia la estación, el primer tren para Ámsterdam, 22 minutos en el vagón amarillo con azul del servicio Intercity, ningún cobrador que pasara por tiquetes (gracias Cristo), la Centraal Station de la capital, comprar de una vez el primer tren que saliera para Bruselas, tomar el metro porque ni a palos me voy corriendo (nunca usaba el metro, pero ese día si), salir en Waterlooplein, subir corriendo los tres pisos hasta Weesperstraat 11F y encontrar el cuarto caliente por el sol que entraba a través de la ventana cerrada pero con cortinas abiertas. El tiquete estaba a salvo en su escondite. Lo mínimo.<br />
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Otra vez el metro (todo esto con mi bulto de acampar), esperar en la estación, perder algo de plata intentando conectarme -sin éxito- al Wifi, encontrar el tren que era y cabecear mucho de camino porque había madrugado y eso no es de Dios. Cruzar todo Holanda, pasar por varios pueblitos y ciudades, sin saber cuál es Bruselas y llegar, finalmente, a una estación grande, iluminada, con toques modernísimos de vidrios y aceros y salir del vagón del tren, medio dormido, a buscar el tren que nos lleva a Leuven porque ya ya empieza el festival. No, muchacho, esto es Antwerpen, la que en castellano le dicen Amberes, aunque eso es en realidad un bar en Flamingo para ir a fin de año, ¿no? Gracias. El lado bueno: la estación de trenes de Antwerpen es de las más lindas que vi. Una hamburguesa rápida en Mac (por el wifi) y seguir el camino hacia la capital belga en el primer tren que encontré.<br />
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Finalmente, en Bruselas, de una vez el tren a Leuven, otra vez con el mood festival, las camisas sin mangas, anteojos de sol, sandalias y bolsas con cervezas. En el pueblito estaba el bus que nos llevaría a la ciudad, pero yo primero busqué un minisúper para comprarme unas frías para el camino y para cuando llegara. El bus lo abordé con el mismo tiquete y en menos de media hora estaba ya en el lugar. Entonces fue llamar a las chicas y descubrir que ya habían armado y alistado la tienda de campaña, presentar mi tiquete (otro, eso sí) que me daba derecho a acampar ahí y conocer a Amanda y James, una pareja de canadienses buenísima gente que pusieron su tienda al lado de la nuestra y se fueron de festival con nosotros. Estoy seguro que una noche que tenía insomnio los escuché teniendo sexo en la tienda de al lado pero, hey, es un festival en el verano belga. Todo bien.<br />
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Bueno, evaluación de los daños. Perdí más euros de los que quiero saber, unas cuatro o cinco horas más que los demás y la presentación del Bombay Bicyle Club, pero tenía cervezas frías y podía dejar mi bulto en un lugar seguro. No, no había candado, pero la gente en esos lugares no roba. Ya después tendremos, si quieren, la discusión del por qué no pasa, por ahora el protocolo dicta, necesariamente, que yo abra una Jupiler que amenazaba con calentarse, brindar y que me ponga la bandera de tiquicia al hombro (si le parece muy polo en este punto, puede dejar de leer, no me enojo). Natalie, creo que fue, me dijo entonces que tenía el ojo rojísimo. Alguien me pasó un espejo y sí, tenía la vara como ensangrentada, como si se me hubiera roto un vaso capilar en la parte blanca, que fijo tiene un nombre. Todavía, un año después, no entiendo qué fue lo que pasó. En la mañana estaba bien y por la tarde tengo solo un ojo rojo. No, no es el efecto Ámsterdam. Mi tesis es el estrés de haber casi-perdido-el-tiquete, que pocas veces había sentido tan fuerte. Ya pasó, no importa y devolví el espejo, muchas gracias, ¿qué falta, otra birra?<br />
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"We should go, guys. Blink is about to start in an hour or so".<br />
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Y sí, la entrada de la parte de las tarimas queda como a diez minutos a pata, entonces toca moverse. Bueno, esta va para el camino.</div>
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Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-10721721321782272132013-03-02T19:29:00.002-08:002013-03-02T19:33:00.619-08:00Certamen<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
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<i>"Todo en el aire es un pájaro" Francisco Umbral</i></div>
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Cuando descubrió que era un juego casi era tarde: los tipos de celeste estaban deshojando, sobre una escalera. las primeras guirnaldas, la colección de perchas y hasta la pequeña foca de plástico que colgó Antonia para denunciar la explotación del Amazonas (pero niña, le decían, en ese bosque no hay un pinche animal de esos y ella lo amarraba más obstinada y llorosa con su cordel azul).<br />
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Ahora, meses después, sigue sin saber decir cómo despertó: sospecha de la inestable serenidad del juez primero, gabardina y bigote, que se detenía cada dos o tres pasos y apoyaba los ojos perezosos en alguna parte del salón, para luego volver a su cuaderno a rellenar otra línea del crucigrama. En sagrado juramento dijo que no sabe.<br />
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De esos últimos diez minutos solo sobrevivió una crónica (los demás críticos habían dejado el lugar, abatidos por las columnas de sesenta líneas que debían estar listas a las 9:10 p.m., porque usted entiende patrón, las rotativas y si no, mañana el camioncito no puede repartir hasta después del desayuno) y mencionó el incidente apenas de pasada:<br />
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“Al final de la velada un hombrecillo saltó desde la barra de visitantes e invadió el salón. Por suerte, la seguridad lo detuvo segundos antes de llegar hasta una vívida representación de una marimba. Al ser escoltado al exterior, gritó indignado que nadie leía las reglas”.<br />
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Ciertamente, apenas se cerraron las puertas tras él, los jueces segundo y tercero saltaron del podio a decorar la marimba con las guirnaldas que los celestes bajaban de las paredes, celebraron la hazaña con abrazos y ronda, declararon asueto para los próximos tres días y ya hablaban de organizar una tarde de té, mientras el juez primero se lamentaba muy afligido en una esquina porque no aparecía la palabra para “vigilia, falta de sueño a la hora de dormir”, cinco vertical, y ya nunca lograría cerrar el crucigrama.</div>
Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-79178197476221704202012-02-08T09:59:00.000-08:002013-03-02T19:24:33.423-08:00Boceto<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
Estás en un tranvía que se dirige hacia el sur. Sabés que va hacia el sur porque a tu derecha, entre un campo de girasoles que te dan al espalda, un sol pequeñito se está acostando. Deberían ser siete soles, pensás, lógicamente escudada en preferencias aritméticas que el creador no contempló. El compartimiento del tranvía parece más un tren, porque los asientos tienen una felpa verde con figurines amarillos, porque cada compartimiento se divide por ventanales (porque hay compartimientos también) y por el rugido trémulo de la locomotora, tan distante del siseo de los tranvías que conocés. Pero sabés, y podrías apostar tu mano, que es un tranvía. <br />
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A tu derecha, el sol insiste en sostenerse apenas unos grados sobre el horizonte. Lo ves durante un rato, tras el campo de girasoles.</div>
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Entonces, oculto entre los tallos, ves a un pato. Te está mirando. Te mira con sus ojos acuosos de bídedo blanco y tan absorto está en verte justo en tus ojos (no le presta atención a tu boca entreabierta ni al lunar que tenés en una axila y también en la otra) que tampoco ve el tranvía. El pato te vio a los ojos, por dos o tres segundos, mientras pasabas y por siempre ignorará el hecho de que estabas en un tranvía. Pero la verdad, si nos ponemos a hilar fino, poco le importa. El pato te estaba viendo a vos.</div>
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Dejás de verlo y el sol desnuda su espíritu de trapecista: se desliza suavemente, pero con paso firme y cubre los grados que lo separaban del horizonte. Casi no hace ruido al caer. Vos volvés la cabeza y buscás al pato con desesperación, como cuando una chiquilla pecosa de cuatro o cinco años pierde a su muñeca. Te agitás, pero luego comprendés que el pato siempre te está viendo ycuando la anatidaefobia te pega en la cara la descartás de un manotazo (uno por otro, dijo el tío Hammurabi). Descansás feliz ante la certeza de que sos observada, sea por un pato entre girasoles, un capitán ornitorrinco o una compañía de ardillas daltónicas. Entonces le apostás al pato, ahora sí, tu propio brazo a que es un tranvía que va hacia el sur y el silencio te responde cómplice; sos feliz en tu banca afelpada y verde y llena de figurines amarillos que pueden ser reptiles, porque sabés que las únicas certezas en la vida que valen la pena comprenden patos y sures y cosas así.</div>
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Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-50553549102053927762011-12-27T23:17:00.000-08:002012-01-16T21:15:38.304-08:003:34 am<div style="text-align: right;"></div><blockquote><div style="text-align: right;">"No me podía dormir"</div><div style="text-align: right;">L.B.A.</div></blockquote><div style="text-align: right;"></div><div><br /></div>El momento de espanto era la conciencia de estar despierta. Seguía la misma línea que descubrir que Sanidad clausuraba Papo's, que la instructora de manejo compró el título en línea y que ya era domingo pasada la medianoche (claro, siguiendo el axioma de que hasta dormir no se cambia de día) y el lunes se presagiaba como un insecto demasiado cerca de su boca, de su nariz horriblemente fría por el aire de la madrugada y de todo su sistema respiratorio, al punto que no podía pensar en otra cosa más que sumergirse en un estanque para huirle a esa colmena escandalosa.<div><br /></div><div>Pasado ese instante minúsculo, abrir los ojos y sentir la piel inestable del colchón era rutina, apenas redescubierta a tiempo para deshojar con celo y frustración los múltiples intentos de encontrar el sueño, absurdos soldados de plomo alineados contra los tablones del piso de su cuarto, con piernas y brazos caídos, deletreando en sánscrito o ruso ortodoxo el embrujo necio del insomnio.</div><div><br /></div><div>Lo peor (siempre, a cada minuto, se destapaban nuevos horrores, nuevos superlativos) era la decisión de aferrarse a la almohada a oscuras, al abrazo cursi de las sábanas; renunciar al zepelín que era el libro de Rosa Montero pellizcándola con los ojos, a ella que entre más cierra los ojos más se le abren. Finalmente, hacer la pantomima de la huida y morder el anzuelo como un atún muy tonto, con el torso erguido y el bombillo de 60 calentando. En el último vagón, el reloj siempre espera, burlón.</div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-60195083102408480262011-11-05T23:12:00.000-07:002011-11-05T23:16:02.924-07:00Adelanto<p class="MsoNormal"><span lang="es">Cuando la negra tomaba el volante en sus manos (ya no en sentido figurado, sino en su Yaris 2003, pintoresco y sencillo como esas uvas verdes que venían sin semilla), dejábamos de aplastarnos contra la banca de madera detrás del Instituto y empezábamos a maquinar ángeles en la nieve en una playa neoyorquina o disertábamos animadamente del libro que habíamos visto en el maletín de la rubiecita que estudiaba francés donde el Curro, con el único insumo de la portada y las tremendas piezas tipográficas impresas sobre la portada: La heliconia del palacio. La negra sostenía que era una visión esotérica de la infancia, la flor trepada en el árbol materno y arraigada en el palacio del Padre, el viaje astral hasta la maceta del pasillo para creerse retoño de clavel; mientras que yo, incólumne en la variante victoriana que tenía entrepiernada esos últimos días, favorecía la obra clásica de las autoras que tropezaban a principios del siglo XIX con la temática inconclusa de la liberación femenina y la certeza de que una rubia que estudia francés no compraría una novela con ínfulas de filosófica, pues probablemente no habría pasado de leer a Simone de Beauvoir, meta volante que tampoco habíamos superado ni la negra ni yo</span></p><p class="MsoNormal">Las horas así se escurrían, entre felices y angustiosas, como cuando uno ve pasar entre los dedos lo último del agua que secuestró de la fuente pública y se sorprende porque se vaya y porque haya estado ahí tanto tiempo, porque el Yaris todavía permite las cosas idiotas y darle tres vueltas consecutivas a la rotonda sin que nadie lo sospeche se antoja necesario (hagámoslo negra, ¿quién va a notarlo? ningún otro carro le dará tantas vueltas como nosotros), desaparecer su carrocería japonesa en un rinconcito de los barrios burguesitos que tan bien conocemos y olvidarme de ella en los labios de la negra, en su pelo que esa una tromba marina, en sus ojos que entienden que la llamo por despecho profundo, porque la otra es una histriónica y porque cada vez que la veo se toma su personalidad tan a pecho que aspira a personaje de Brecht y quiere usar mi mentón para esperar a la actriz de reemplazo. No hablo de esto con la negra, no esa noche al menos; por ahora es reírse de la rubiecita en su cama que lee el libro y se lamenta por estar sola y escucha canciones francesas para sentirse amada, la negra y yo nos la imaginamos tocándose en su soledad y yo entonces bajo la mano por su muslo y se rompe la rubia y se rompe la otra, aunque sea por unas horas y los dos sepamos, cómplices como las copa de los árboles, que al final de la tarde ya no tendrá sentido seguir la farsa.</p>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-44189340645103722112011-10-21T21:09:00.000-07:002011-10-21T21:15:02.060-07:00El Gran BaileYo soy un coronel que dejó las armas y estoy encerrado en una cárcel por la costa. Todos los días maldigo a mi custodio y por las noches sueño que lo mato. A la tercera mañana, me despierto en el catre de él. Entonces camino hasta mi celda, le entrego al carcelero el gran llavero herrumbrado y entro en ella para recibir la porción de comida que me entrega entre los barrotes.<div><br /></div><div>Esto sucede cada semana.</div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-68060949820817334362011-10-17T13:04:00.000-07:002011-10-17T13:05:57.810-07:00H.I.E.Los días que uno tiene el cuerpo más diluido<br />y el pecho más frágil,<br />hay canciones que son dardos.Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-67157342741234350692011-10-16T08:42:00.001-07:002011-10-16T10:31:38.329-07:00DimitriEstar en la intersección que forman Octubre y Enero, a tres o cuatro pasos del tranvía. Mirar el día con los ojos de un perro que ve llover, oler con rutina, exhalar la misma docena de palabras en prudentes intervalos. <div><br /></div><div>El momento más peligroso en la vida de un hombre es cuando olvida a qué sonaba la menta. Hace un par de martes, la palabra paquidermo era una anécdota y las 48 eran una regla irrompible. Ahora me deleito con el sonido de ese duendecillo de porcelana al quebrarse.</div><div><br /></div><div>Yo me tropiezo con Matilde una vez cada cuatro o cinco vidas, en las formas más elementales. En 1876 era una sombrilla púrpura recostada en un ventanal de Londres, con ojos de demasiada lluvia y poca arena. En 1913 la vi respirando entre tantos gatos como ella, la gata suprema, la prima felina. Hace exactamente 47 años, 2 meses y 10 días, era una peregrina cabizbaja entre las calles de ladrillos de Irlanda.<br /><div><br /></div><div>Cuando una bombilla se quema durante la tarde, es imposible notarlo hasta que caiga la noche. Entonces toca cambiarla. La maravilla de los números negativos es que nos permite continuar el camino que hemos desandado y comenzar de cero. Entonces todos los días son martes.</div></div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-7907852896930002822011-10-15T11:57:00.001-07:002011-10-15T12:14:29.700-07:00F5<div>Son chispazos,<br />diminutos relámpagos embotellados,<br />unos ojos que no se han visto en meses.<br /><br /></div><div>Es pisar descalzo un catre de musgo.</div><div><br /></div><div>Hay viernes que parecen martes<br />de abril.<br /></div><div>Topárselos en la calle,<br />aún cuando lluvia y octubre,<br />es como lluvia y octubre.</div><div><br /></div>Al final, <div>la mañana huele de nuevo<br />a luz y a hierbabuena.</div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-61509895697328664452011-08-22T01:08:00.000-07:002011-08-22T15:01:12.276-07:00De sirenas-Ya ni recuerdo lo que estábamos soñando.<div>-Has soñado conmigo últimamente?</div><div>-No.</div><div>-Entonces creo que no es cierto que uno sueña con las personas que se acuestan pensando en uno. Igual, deberíamos hacer un experimento con todas las de la ley un día de estos.</div><div>-Bueno.</div><div>
<br /></div><div>Están a oscuras y caminan un poco a tientas, otro poco de memoria. Todavía tienen la ropa con la que se acostaron, pero ahora él tiene una bufanda morada y ella un reloj marca Pissocia. A los dos les sorprende un poco el hecho de que ella tenga el reloj y él la bufanda, pero todo bien. Francamente, el río fluye.</div><div>
<br /></div><div>-A veces yo intento caminar por la ciudad intentando abstraerme de lo conocido. Comportarme como turista. Olvidarme que llevo años lijando estas esquinas y pretender que son nuevas. No lo logro más de cinco pasos a la vez.</div><div>-A mí me pasa con las montañas.</div><div>
<br /></div><div>Caminando un poco más, se topan en el centro. Es, o les parece a ellos, una habitación de techo amplio, porque el fresco de la madrugada se cuela un metro sobre sus cabezas. </div><div>
<br /></div><div>-Ya conocíamos este lugar.</div><div>-Pero sólo de hablarlo. Nunca habíamos venido.</div><div>-Vos sabés que ya no hay que tildar el "solo", verdad?</div><div>-Sí, pero me gusta.</div><div>
<br /></div><div>Hay un catrecito, que huele a mal sexo y colillas de cigarro olvidadas. En una esquina descansan unos cigarros marchitos sobre un cenicero, sobre un ceniero, pero no tienen ningún olor. Afuera empieza a caer una lluvia pausada, con timidez de novata.</div><div>
<br /></div><div>-Si pudiera establecer una pauta para todos mis dormitorios, serían las luces de colores. Deberían colgar de las paredes, como si llovieran canicas. </div><div>-Eso. Luces de colores. Ese es el nombre que vamos a publicar. Es el nombre que deberían tener siempre. Nada de navidad.</div><div>
<br /></div><div>Después de toparse en el centro, recorren con los ojos la oscuridad.</div><div>
<br /></div><div>-Cuando estoy en el mar, siempre espero que unas manos me arrastren de las piernas hasta el fondo. No con miedo, con ansias. Me gustaría que me arrastraran las sirenas y me enseñaran su idioma, pero nunca pasa.</div><div>-Si vos fueras sirena, tendrías la cola marrón.</div><div>-Pero yo sé que eso nunca va a pasar.</div><div>-Hagamos una promesa: si alguno de los dos descubre que existe un mundo paralelo, sea en la segunda estrella a la derecha, o cayéndose por un hueco o entrando en un armario, esa persona vuelve a contarle al otro.</div><div>-Lo más probable es que nos lo prohíban, sería el protocolo en un caso de esos.</div><div>
<br /></div><div>Hay un silencio y luego un golpe.</div><div>
<br /></div><div>-Sí, la confidencialidad. Se me olvidaba.</div><div>
<br /></div><div>Están sentados al lado y los dos juegan con el largo cordón enrrollado. </div><div>
<br /></div><div>-Lo que la gente debería de conservar es el asombro. A partir de ahí, se puede conseguir todo.</div><div>-Y usted cree que eso se pierde?</div><div>-Vea toda la gente que está afuera. Es mierda que cuando les pasa al lado un perro mojado, o se despiertan una mañana exactamente a las 5:55 o se les rompe un botón se dan cuenta. No lo notan. Es hasta que un día algo totalmente fuera de serie les pega en la cara y los obliga a abrir los ojos. A asombrarse. Y ahí sí, ahí es cuando deciden visitar el zoológico, dejar de usar el carro para ir al trabajo durante unos días o escaparse un fin de semana con la amante. Pero para más no nos da. Nadie puede evitar el punto de control del desayuno a las siete.</div><div>
<br /></div><div>Ella mete un poco la panza, como si le estuvieran tomando una foto. Él decide probar qué tan rápido puede tocarse las yemas de los demás dedos con el pulgar. </div><div>
<br /></div><div>-El otro día pasaba por aquel edificio de ladrillos por el correo y me di cuenta que al lado había una casa abandonada. Me fijé por una rejilla y no vi nada, pero me dio miedo. Yo creo que el miedo es algo más, como si el cuerpo reaccionara físicamente a algo.</div><div>-Pero no nos daríamos cuenta?</div><div>-Sería, qué se yo, como cuando en el siglo XI los afectaba la gravedad, pero nadie sabía qué era. Solo sabían que cuando tiraban algo se caí. Algo así debe ser.</div><div>-Yo creo que el miedo es una presencia. El cuerpo reacciona ante la cercanía de algo, que vos y yo no sabemos qué es, pero es algo ahí.</div><div>-Es como un perro antes de un temblor.</div><div>
<br /></div><div>Podrían arrancarle el olor de mal sexo al catre, pero siguen sin tocarse. Para eso hay otras mujeres y otros hombres, otras noches etiquetadas para eso, con todo el desinterés y el compromiso del caso. Arrastran la conversación con buen ritmo.</div><div>
<br /></div><div>-El otro día que nos vimos no salió tan bien.</div><div>-No?</div><div>-No. Al menos yo sentí eso. Yo sé que en algún momento vamos a poder cuantificar la incomodidad en un ambiente. Debe ser como la humedad o la presión atmosférica. Uno entra a un cuarto y sabe si acaban de pedirle el divorcio a alguien o no.</div><div>-Y qué va a hacer cuando logren medirla?</div><div>-Compro la patente de la máquina y la entierro.</div><div>
<br /></div><div>Él ya está empezando a cabecear. Se acaban de dar cuenta que están en un pasillo central. Todavía no amanecerá por un par de horas.</div><div>
<br /></div><div>-Me voy por hoy. Seguimos hablando.</div><div>-Dale.</div><div>
<br /></div><div>Él camina hacia un extremo del pasillo y deja el teléfono blanco sobre la base. Ella solamente vuelve la almohada. Mañana no recordará nada.</div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-59130097037396684802011-04-24T21:33:00.000-07:002011-04-24T21:52:57.144-07:0021/3 = 7Este es un amor diferente.<div>Como un museo,<br />o una góndola en el supermercado.</div><div><br /></div><div>En abril empiezan a salir los niños<br />y sacan de sus bolsillos<br />escarabajos,<br />rollitos de tela a rayas,<br />dientes de leche</div><div>o anzuelos de pescar.</div><div>Van en fila por las tardes y los dejan<br />en las puertas de muchas casas<br />y luego esperan.</div><div><br /></div><div>Es un amor ofrendero, pagano.</div><div>Con manos de vendedor de frutas<br />que muestra la cosecha.</div><div><br /></div><div>Yo soy el más niño </div><div>para estas tonteras de aparearse en abril<br />y a veces también me siento a esperar.</div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-19808947541227093752011-02-03T00:22:00.000-08:002011-02-03T00:33:11.964-08:00Sin títuloNo quiero escribirte,<div>nada. </div><div>Cero palabras.</div><div><br /></div><div>Quiero dejar el resto de la página en blanco.</div><div>Porque es más lindo así.</div><div>Tener que pensarte.</div><div>Forzarme,</div><div>no a buscarte palabras,</div><div>sino a pensarte.</div><div><br /></div><div>No quiero escribirte.</div><div>Quiero dedicarte insomnios,</div><div>poemas que recuerdo,</div><div>momentos que podría fotografiar,</div><div>historias ajenas.</div><div><br /></div><div>Quiero hincarte los dientes.</div><div>Enseñarte como a los niños,</div><div>con las manos y el ejemplo.</div><div>Quiero jugar a entomólogo</div><div>y a curioso</div><div>y tal vez aprendernos una anatomía primera.</div><div><br /></div><div>Tal vez otra madrugada,</div><div>te escriba lo que llevo semanas guardando.</div><div><br /></div><div>Hoy sólo quiero soñarte.</div><div><br /></div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-3787619383035904242011-01-09T23:11:00.000-08:002011-01-10T00:41:51.140-08:00Little did he know<div style="text-align: right;"><span style="font-style: italic;"></span><blockquote><span style="font-style: italic;">"Little did he know. That means there's something he doesn't know, which means there's something you don't know, did you know that?"</span><br />Dr. Jules Hilbert<br /></blockquote><br /><div style="text-align: left;">Hoy conocí a una muchacha que olía como vos. La verdad no le vi la cara, ni le pregunté el nombre, ni me sé su signo zodiacal; sólo estábamos en la misma casa y yo pasé tres o cuatro veces a su lado. Es vacilón que ahora te recuerde, casi nítida, con sólo unas cuantas bocanadas de un perfume ajeno. Solo hago la nota.<br /><br />Es raro que piense en vos, porque me gasto los días pensando en otra. No con la obsesión o el desenfreno mental de hace unos años, sino con más serenidad. Hay miércoles que sólo transita por la cartelera de cine o el sétimo capítulo de Te Acordás Hermano. Son días sencillos, sin mucho roncar de colmenas o náusea estomacal antes de dormirme.</div><div style="text-align: left;"><br /></div><div style="text-align: left;">Pero otros días la deletrean los objetos más comunes. El pitido de un afinador, dos tipos tomando té en un programa de mierda que pasa TVE, mi hermana que pasa, la canción que espera al fondo de la lista, una gargantilla de cáscaras de pistacho, el poema de Benedetti que antes odiaba porque no lo entendía y así sigue la lista. Lluvia de estrellas, una película que creía perdida, la foto de una librería en París, un LP, mi coronel y sus doscientas historias.</div><div style="text-align: left;"><br /></div><div style="text-align: left;">Uno es siempre el idiota. Una película que ahora parece tan vieja me presentó el <i>timing </i>y creo que nunca lo entendí del todo. Cuando uno voltea al frente, tiene a la nueva Luisa González con los labios entreabiertos, o descubre una tarde lluviosa que Peter Sarstedt en realidad le canta a ella, pájara casi siempre pinta. A veces lo que falta es abrir los ojos cuando hay que abrirlos.</div><div style="text-align: left;"><br /></div><div style="text-align: left;">Con el tiempo, uno aprende. Y lo que ahora sé, después me parecerá tan vano. ¿Qué sabe uno se manda de jupa al vacío? Little did he know.</div><div style="text-align: left;"><br /></div><div style="text-align: left;"><br /><br /></div></div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-50789782697880331462010-12-13T19:51:00.000-08:002010-12-13T23:22:37.522-08:00Diario de Sorpresas, primera entradaEn los albores de la Batalla del cerro Dhogial, el coronel esperaba una carta del Hospital de Lenney con tanta angustia que los zancudos no lo picaron durante dos noches seguidas. Los oficiales mantuvieron vigilia frente a la puerta, horrorizados ante la idea de que no recibiera noticias, buenas o malas.<div><br /></div><div>Media hora antes del inicio pactado con las fuerzas enemigas y convencido que jamás llegaría el mensajero, el coronel llamó a su secretario personal y solicitó una botella enorme de tinta, dos plumas de la mejor calidad y el primer papel que se encontrara. A su teniente más tenaz le encomendó la preparación para la batalla y al mejor capitán un plan para el escape, escupió veneno ensalivado en la entrada de su carpa y se encerró a escribir.</div><div><br /></div><div>Tituló la primera página del manojo hediondo que le entregó su secretario con la fecha del día y empezó un diario de sorpresas. En una de sus traveseadas de niño por las ruinas de la Casa Martha, había encontrado un grupo de hojas encuadernadas de manera tosca y en cada hoja encontró una sorpresa que había recibido su autor durante cuatro años, siete meses y trece días, con la confesión de un suicidio totalmente previsible en la última entrada.</div><div><br /></div><div>El coronel empezó su diario de sorpresas con el vacío interno que le dejaba el mensaje extraviado, el mensajero devorado por lagartos, el mensajero seducido en un pueblo de camino, el mensajero durmiendo en su casa pues nunca lo enviaron a ningún trabajo. Más allá de explicar su amargura, de roerse los tendones del torso, se limitó a documentar de manera detallada la sorpresa del momento.</div><div><br /></div><div>Afuera, diez mil estandartes con los viejos escudos de la República se preparaban para la primera gran batalla que esos llanos olvidados habían visto desde que galoparon imperiales los primeros libertadores, con la minúscula acentuadísima. Hacia ellos avanzarían en veintiséis minutos, hora del coronel, hombres en tres veces su número.</div><div><br /></div><div>Con su letra casi ilegible, el coronel se explicó su pesar por la muerte de tanta alma cristiana, por la maldita suerte que tendría el Cerro Doghial a partir de entonces, pero ante todo, escribió con rabia el alivio que sentía por conocer el desenlace. Con la mano en el pecho, horrorizado, narró a un lector anónimo la sorpresa de no inmutarse tras conocer la fatal suerte que le esperaba en el campo de batalla en veintiún minutos.</div><div><br /></div><div>Escribió el coronel los detalles de su muerte, la caída de los doce bravos de su guardia personal, la espada de empuñadura azul que zanjaba dos o tres hombreras y luego la estocada certera, los dos metros desde la cruz de su caballo hasta el barro engrasado con sangre y los ojos en blanco. Daba una nueva explicación de la sorpresa que produce el conocimiento del final cuando entró el comandante primero, con la carta en la mano y los ojos expectantes.</div><div><br /></div><div>Leyó el coronel la hoja amarillenta y supo que sí llegaría el batallón oriental por la retaguardia del enemigo con 15 mil espadas afiladas y el teniente coronel al mando, tras recibir alta en Lenney. </div><div><br /></div><div>Conocedor de su rabia plana, su muerte, el otro universo paralelísimo y casi idéntico, las caras de agonía de todos sus hombres y las sombras que iban a trazar los cuerpos despedazados de sus doce valientes y ante todo, desprovisto de toda sorpresa ante cualquier cosa que fuera a pasar, el coronel sólo deseó con una solidaridad inexplicable que el general de la otra acera pudiera escribir su propio diario de sorpresas, antes que lo amaneciera por estribor el teniente coronel.</div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-86550657282566661762010-12-08T15:52:00.000-08:002010-12-08T16:43:39.086-08:00Francofilia<div style="text-align: right;"></div><blockquote><div style="text-align: right;">"Yo no sabía que era un fauno. Pero no, ahora me doy cuenta, soy un centauro. Patas delanteras flacas e inestables, como las de la vaca brava. Miro las vidrieras. Aquí un centauro-maniquí, con camisas wash&wear. Allí el semáforo verde y otros cinco centauros que cruzan Dieciocho. Dos de ellos con mujeres a cuestas, como en las motonetas. Desde que soy un centauro, busco una mujer para llevar a cuestas"</div><div style="text-align: right;">Mario Benedetti, Gracias por el Fuego</div><div style="text-align: right;"><br /></div><div style="text-align: right;">"The smell of you in every single dream I dream" </div><div style="text-align: right;">Train</div><div style="text-align: right;"><br /></div><div style="text-align: right;">"In dreams, emotions are overwhelming"</div><div style="text-align: right;">Shepane, The Science of Sleep</div></blockquote><div style="text-align: right;"></div><div>Qué dicha la de aparecer en una choza de madera, pintada a ratos de verde y con las puertas anaranjadas. Estamos acá, negra, estirá la mano hacia tu izquierda y tocá la pared del antecomedor. Afuera están pasando un grupo de gaviotas de papel, boronas de origami de una escena anterior. Mi tía está sentada en la mesa blanca de la cocina abriendo todos los pistachos de una bolsa, uno por uno. Mientras tanto, nos canta algo de Édith Piaf y a nosotros, que estamos recostados contra la pared llena de retratos de señores arrugados, nos suenan cosas diferentes. La tía, con cara de actriz de Hollywood, eso sí, abre cada pistacho y le exprime tu olor en una copita de plata. Abre y exprime, abre y exprime. Olé, negra, la casa entera se llena de vos y yo empiezo a tirar aviones de papel por el balcón del segundo piso. Vos te reís, pero me pasás las hojas más derechitas y yo las hago volar hasta el árbol segundo que se cae de tantas mandarinas que nos hacen eco de las risas. Salimos en un avión de esos, negra, encajados en una bandada de Pájaras Pintas que nos remolcan y me decís que entonces voy yo solo. Ahora soy un caza británica que sobrevuela las Malvinas y alguien está dejando caer canicas en la parte de atrás de mi casco de piloto. Si me vieras ahora, negra, vuelo derechito y hasta puedo hacer piruetas en el aire y tengo un uniforme que me hace ver los hombros grandes y una pelota de medallas en la parte izquierda del pecho. Pero no sé qué dirías. Persigo ahora a un hipopótamo alado y desde el control de la fuerza aérea me habla una niña de cuatro o cinco años en un francés exquisito y me cuenta de la historia de un grupo de animales alados que realmente no entiendo porque ya decidí dejar de asignarle significado a esos sonidos. Le disparo al hipopótamo por tristeza, a vos no te gustaría verlo así alado y errante. Cuando revienta, como un globo de helio, me huele a tu mejilla y sé que es estúpido porque las cabinas de cazas británicos son herméticas y vos no estás aquí. Mi tía todavía debe estar quebrando pistachos y mi abuelo arrancándole hojas a la matilla de menta que tenemos en el patio. Afuera siguen las aves de origami, sólo que ahora son lechuzas y el avión británico estacionado en la cancha de béisbol. Estoy sentado en la mesa del antecomedor de la choza de madera que alguien pintó de verde, pero sólo en ciertas partes, y quiebro pistachos para no olvidarme nunca. Con pesar te comunico, negra, que dejé de verte. En el marco de la puertita que da con la cocina hay un nido muy grande, con tres huevos enormes de Pájaras Pintas y estoy seguro que si quiebro uno vas a salir leyendo un soneto de Shakespeare o con una polaroid. Suena a catarata y huele a vos; alguien debe estar sacudiendo el árbol de pistachos.</div><div><br /></div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-18109990193428649982010-11-28T22:35:00.000-08:002010-12-01T21:00:05.299-08:00Los viejos<div></div><blockquote><div><div style="text-align: right;">"Lights will guide you home,</div><div style="text-align: right;">and ignite your bones,</div><div style="text-align: right;">and I will try to fix you"</div></div><div style="text-align: right;">Coldplay</div></blockquote>El viejo se levantó del sillón al lado del teléfono, tomó su chaqueta verde y se fue a preparar un café. Afuera, el día se escurría entre los cipreses y el barandal blanco y él puso a hervir el oxidado jarro del café, agua hasta la mitad y fuego lento, que no tengo prisa. Como todas las mañanas después de Cerro Doghial, se había levantado antitos del amanecer y sostuvo guardia en el sillón hasta que aceptó tomar la primera taza.<div><br /></div><div>Mascaba un manojo de hierbabuena con miel, para fortalecer las encías. La vieja se levantaría a las nueve y todavía le quedaban un par de horas para rumiar las primeras luces del domingo. Se asomó a la alacena y raspó lo último que quedaba en el tarrito de café, apenas alcanzaba para una taza y la vieja no podía respirar sin tomarse una apenas paraba los ojos.</div><div><br /></div><div>Durante quince minutos, el viejo dejó la mirada ausente y vagó. El burbujeo lo regresó a la cocina de cuatro ventanas, chorreó media taza y volvió a la salita para vigilar el teléfono. El miércoles le había dictado una carta al escribano y personalmente la había entregado en la estación del correo. </div><div><br /></div><div>Desde la noche del Cerro Doghial el teléfono lo mantenía en vilo. A la vieja le había dicho que esperaba una llamada del director de pensiones del magisterio, por una famosa nueva fórmula en el cálculo de los pagos que se inventó el nuevo reglamento. Ella le asistía en la vigilancia, tomaba los turnos del almuerzo y la siesta de media tarde, porque él roncaba neciamente y no daba cuenta del mundo exterior. Hoy no podía darse cuenta que estaba en el sillón al lado del teléfono porque ambos sabía que la dirección de pensiones cierra el viernes a las tres cincuenta.</div><div><br /></div><div>Bajó un almanaque del librero y se puso a ojear las imágenes. Desde que era un chiquillo había visto muchos mapas y fronteras tropezarse y levantarse nuevos, ya no compraba los atlas. Pero lo maravillaban los paisajes lejanos y sostuvo muy cerca de sus ojos una interpretación que hacía el dibujante de las callecitas de París. Pasó una página y salió un retrato de Shakespeare, pero cerró el libro sin saber quién era el viejo feo.</div><div><br /></div><div>El silencio del teléfono lo extenuaba. La casa chirriaba entera, las vigas lloraban otro año de comején y días y días al sol, pero nada entraba en la salita. Tampoco el viento se animaba a romper el cerco invisible que protegía las ventanas abiertas, por miedo a la impaciencia del viejo y la burla del auricular inerte. Él sacó un pañuelo marchito del bolsillo derecho para secarse las gotas de sudor y siguió sin aparecer un sonido.</div><div><br /></div><div>La mano de la vieja movió con paciencia la puerta y lo vio sentado en el sillón al lado del teléfono, con el almanaque en la mesita. Se quedó de pie un rato, mirando la escena. Luego anunció que quería café y él movió los ojos hasta los de ella. "Ahora raspé el tarro. Solo queda para media taza" y ella que tenía un antojo terrible y quería tomarse dos bien cargados. </div><div><br /></div><div>-Bueno. Ya regreso.</div><div><br /></div><div>Y salió de la salita con el alma en la boca y una última mirada angustiosa hacia el teléfono. La vieja lo escuchó tomar las llaves del clavo donde colgaban y vio la figura con sombrero pasar más allá de los cipreses de la entrada. Con un sonrisa encallada en los labios arrugados, tomó el cable del teléfono y lo conectó al toma de la pared. Llevó el almanaque de regreso al librero, le quitó un poco el polvo del lomo, por aquello del asma del viejo, y regresó al sillón.</div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-69072808600170569342010-11-24T23:11:00.001-08:002010-12-01T20:59:00.715-08:00Oblación<div>Es tiempo de cierto lujitos,<br />qué decirte, </div><div>arrancar seis candelas del queuque<br />y sentirse otra vez de quince años,<br />claro, entero,<br />como si aquí no hubiesen pasado muchas manos<br />y ojos<br />y piernas<br />y labios</div><div>y hacerse el olvidadizo,</div><div>como si no hubiera dolido la mierda</div><div>y no tuviera tatuados</div><div>entre la tercera costilla y el paladar a</div><div>esas manos y ojos y piernas y labios.</div><div><br /></div><div>Qué te digo, </div><div>romper los botones de la prudencia</div><div>y mostrar el pelito del pecho</div><div>(aunque sea poco)</div><div>para aguantar </div><div>otras manos y ojos y piernas y labios</div><div>y no pensar si dolerán en puta</div><div>o sólo un poquito,</div><div>sino jugar de macho bravo</div><div>o de pubeto inocente </div><div>(ya eso se interpreta)</div><div>y animarse a re-empezar.</div><div><br /></div><div>Si me siento palma de mano,</div><div>llano y universal,</div><div>es para ser ofrenda de iniciación</div><div>primerísimo rito,</div><div>chiquillada de veinteañero</div><div>que olvidó el cuaderno de historia familiar</div><div>en un caño de la universidad.</div><div><br /></div><div>Es el marinero terco</div><div>que casi muere ahogado.</div><div>Soñarse otras</div><div>manos y ojos y piernas y labios</div><div>sin saber dónde o cuándo o cuánto pegarán.</div><div>Y sin que me importe.</div><div><br /></div><div><br /></div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-9421899888987615272010-11-21T23:25:00.001-08:002010-11-21T23:45:27.209-08:00La ideaLo más sensato es dejar de tildar, cambiar las qu- por k-, dejar espacio a lo libre, tomando esto como una metáfora, que bien definió la profesora de español como una comparación no explícita, aunque sí, y bien, yo soy del equipo del símil. O al menos a partir de mañana, no hagás hoy lo que podés hacer mañana, todo tiene cara y cruz y si se tira muchas, muchas veces es muy complicado que caiga de pie. Entonces mejor asomarse al mundo, salir de la coraza absurda que hace rato me hiciste y volver a ser Diego, ese tipo absurdo que fui una vez y que ya dejé de ser. <div><br /></div><div>Todo esto es el efecto catarsis que hablaba Angelick el año pasado, encuentre una válvula de escape y vaya dejando por ahí las cosas. Si usted usa muchas veces al mismo personaje en tal juego, va a ser bueno y en el mundo de pixeles va a ser reconocido. Pero eso no existe, apenas me alcanza para una alegría de media tarde cuando no quiero terminar la tarea de contabilidad. El uno de mi teclado no sirve y eso me complica los símbolos de exclamación, que de todas formas no soy muy enfático en nada que escribo.</div><div><br /></div><div>Debería tomar ahora mismo todos los despertadores de la casa y romperlos en varios/múltiples pedazos. Aunque eso no solucionaría nada, la forma es nuestra obsesión, abortos del siglo XX escupidos en una década de que me caigo o no me caigo y yo no entiendo lo que dicen estos numeritos, mirá, vení, podés explicarme por qué tengo la pantalla azul. El carajo con este momento absurdo, estos avatares esparcidos por servidores y sitios anónimos, la tercera cuenta de correo para hacer el segundo perfil falso en las redes sociales. </div><div><br /></div><div>Mi papá me decía que cuando ellos eran chiquillos se iban todas las tardes a jugar ping pong a cuatro casas de la de él, en las tardes de verano y algo se les escapó de estar jugando en vez de estudiar. Eran tiempos sencillos, el tiempo se podía perder en un limitado número de actividades presenciales y el ritual de apareamiento era básico, hola, te hablo, estos son mis ojos y esta es mi boca entreabierta, cuando la abra un poco más va a ser para darte un beso, vale?</div><div><br /></div><div>Ahora que vos y yo estamos tan lejos que no podemos encontrarnos, que yo sé que estás ahí y a veces me dan ganas de agarrar mi celular y mandarte un mensaje porque encontré un nuevo puesto de libros usados o porque llevo media hora esperándote en una banca del parque de San Isidro de Coronado o porque yo sé que ahí estás y vos también escuchaste el Hypnotic Brass Ensemble y sentiste la piel reventarse de ganas de salir gritando. A veces creo que se piensa mucho en estas cosas que realmente no van a tener una relevancia en mi vida.</div><div><br /></div><div>Una amiga mia tenía un abuelo, o lo tiene, mi punto es que está el señor con sus cuarenta años y su crisis de preadolescente que muchos se afanan de superar (aunque mi criterio es que es absurdo afanarse de eso) pero está el viejillo, economista muy arrecho y con el pelo medio lleno de canas decide que cuelga la calcu y se mete a escultor. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, y Pedro Navaja con un tiro en las tripas y rubencito cantando al fondo, que ahora le entra con los de la 13 y suena en todas. </div><div><br /></div><div>Lo que me gusta es respirar hondo y pensar que estoy con un cigarro muy grande y muy feo, que me obliga a aspirar largo y fuerte y después cuento cuatro segundos, de algún lado lo oí y boto sin pena, cuatro segundos más y luego espero cuatro. Hoy lo hice sentado en la iglesia y a veces eso me llena más de paz que otras cosas. Lo que pasa es que tengo ahora una coraza, me la metiste vos y ella y en su momento, y me la dejé meter yo y ahora lo que quiero es dejarme ir, sentir los hijueputas trenes roncándome en la panza y planear una salida estúpida a algún lado. </div><div><br /></div><div>Mi profesora de periodismo escrito nos contó varias historias de reporteros que creían que el medio los iba a censurar y se autocensuraban. Mi profesora de sociología me decía que cada día había que hacer una cosa contra lo establecido, solo por el asunto de romper con la monotonía. Un compañero me decía que es raro, lo que hoy lo hacemos vamos a hacer lo mismo dentro de siete días y uno asume que son días iguales, cuando cada día es maravillosamente nuevo.</div><div><br /></div><div>Las primeras veces que bajaba en bus a la universidad, pensaba que la gente que viajaba había perdido la alegría, yo iba pensando muchas cosas buenas y malas, tontas y retontas y después me bajaba y seguía hacia mis clases. La gente iba aguevada porque deben tener una vida de mierda con un brete de mierda, pero tal vez algo se pueda hacer para aliviar las cosas. El mundo debería de ser mejor, creo que es posible.</div><div><br /></div><div>Yo era antes un poco más soñador, más temerario, más idiota porque la verdad es que sí viene al caso. Lo que pasa es que ciertas inhibiciones ciertamente nos inhiben. Y al otro lado del charco, por ejemplo, hay una negra cantándole al caribe que va a buscarla. En el noreste de norteamérica hay una universidad que se me negó. Las cosas no son parte de un plan, es cuestión de uno decidir si pasan por nada o pasan por algo.</div><div><br /></div><div>Creo que con eso ya perdí la idea.<span class="Apple-tab-span" style="white-space:pre"> </span></div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-4167989303427207522010-11-10T00:07:00.000-08:002010-11-10T00:24:09.668-08:00ArtesaníaJavier nació en San Pedro, en 1990. A los 23 años, con la flor de la vida en las manos y en simbiosis con el teclado, logró aguantar 400 horas en la silla y (con el culo bien plano, eso sí) terminó su primera novela.<div><br /></div><div>Como todo libro del 2013, ironizaba del casi apagonazo del año anterior. Javier, hijo predilecto de la generación X, lamentaba su aislamiento de lo natural y renunciaba de manera simbólica al útero urbano, a la génesis metropolitano, según el crítico de turno del Grupo Nación. Las 312 páginas de su obra estaban llenas de cafetales, huertos de abuelo y filas y filas de matas de banano. </div><div><br /></div><div>"La frontera" fue un pegue inmediato. La Librería Internacional vendió todas las copias en 2 meses, en su mayoría a estudiantes universitarios y colegiales a punto de graduarse. La editorial estaba considerando una reimpresión y el MEP lo incluyó en la lista de candidatos para las lecturas obligatorias de Undécimo Año.</div><div><br /></div><div>Algunas semanas después del furor inicial, Karla, novia de Javier, recordó sus parientes de Linda Vista de Cartago y un primo que debía estar saliendo del colegio. Consiguió una copia, con el autógrafo y dedicatoria de rigor, que envió a Marcel, con la certeza que lo encontraría delicioso.</div><div><br /></div><div>Su primo lo recibió unos días después, con el correo. Ávido como era para la lectura, voló por las primeras sesenta páginas en una tarde especialmente soleada, en una silla frente a la entrada de su casa.</div><div><br /></div><div>Nomás empezar el sexto capítulo, concluyó que el libro era una total mierda, una fantasía de niño de ciudad que en su puta vida ha visto una pala. Lo guardó en la canasta de yesca para la chimenea y se fue a bajar unas mandarinas, para quitarse el mal humor. </div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-1293865472117618362010-09-09T00:42:00.000-07:002010-09-09T00:43:51.927-07:00PLL<div></div><div style="text-align: right;"><blockquote></blockquote></div><blockquote><div style="text-align: right;">"¡Pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo"</div><div style="text-align: right;">Oliverio Girondo</div></blockquote><div style="text-align: right;"></div><div></div><div style="text-align: right;"><br /></div><div>No creo que sea la sonrisa, o las pestañas de tulipán marino. Descarto también las curvas, los bocetos de verbos como aspirar y entablar que te nacen al borde de la oreja o la osadía de tus manos de obrera de tiempos bíblicos. Tachemos también uno o dos besos, no todos.</div><div><br /></div><div>Hilando más fino podemos deshilachar una o dos medias alegres y tus pantalones de cortar pedacitos de edificios. La manía por coleccionar aretes y (maravillosos) lipsticks. Ni son treinta y resto de álbumes en un www azulinado o una cajita de secretos de otro triple-doble-uve. No señalo nada de eso.</div><div><br /></div><div>Paréntesis formal. Otros elementos de la lista que llegué a cruzar con una raya negra y gruesa: semillas cósmicas en opalina, un balcón mítico y la negra alfombra que domina, filmes, pérdida de memoria a corto plazo, Concha Buika, mango cele por la mañana y pasta por la noche, ojos cavados en agua y viento, ocho botones de flor anónima sobre una botella azul. Cierra paréntesis formal.</div><div><br /></div><div>Yo rompo y rompo. Quebré un futuro par de patines, como una alcancía. Vacío. Es bueno eso de encontrar el lomo de tu hombro inhabitado, la cuenca de tu respiración agotada, dos manos abiertas y desiertas, como la superficie del hielo. Me desprendo. Tacho (no Somoza) con gusto.</div><div><br /></div><div>Al final quedás vos, sentada a mi lado, luchando a mano limpia contra el tiempo, aferrada a un trozo viejo de madera de balsa para no ahogarte. Entonces me convenzo: ahí estás vos. A mi lado, alada.</div><div><br /></div><div>Y es mejor así, sin interferencia.</div><div><br /></div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-60770496199868170062010-08-19T00:10:00.002-07:002010-08-19T00:11:00.086-07:00Una verdadPara escribir de verdad hay que estar comiendo mierda.<span class="Apple-tab-span" style="white-space:pre"> </span>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-41013592996559654822010-05-26T21:27:00.000-07:002010-05-26T21:28:20.769-07:00De la incertidumbre conocida<p class="MsoNormal" style="text-indent:0cm">Cuando caminaban podían sentir en el aire la angustia ajena de las metas, del camino-no-recorrido, de saberse en trance. Ellos iban de la mano, como docenas de parejas que a diario asaltaban aceras, plazas, escalinatas de ministerios y esquinas perfumadas. Avanzan sin prisa. A su alrededor pasan miles de pies que salen de locales de madera y se pierden tras puertas. La niña de amarillo va con su madre, tiene un confite en la boca y parece no entender la prisa materna. Pega saltitos para alcanzar el ritmo, todavía con el envoltorio del dulce en la mano. Alejandra quiere agacharse y tomarla de su mano libre, “pequeña, no tenés que correr al lado de tu mamá, ella va tarde para la peluquería pero vos podés sentarte a disfrutar del parque conmigo” hasta que regrese la señora con un nuevo corte y el tinte con acento francés en que gastó el salario de la quincena, pero las mamás que caminan con niñas amarillas son muy celosas con sus hijas y se escandalizaría. Se aleja, pero ellos saben que dos o tres cuadras más adelante buscará la puerta de vidrio donde la niña esperará en un sillón café y gastado, junto a una mesita con muchas revistas viejas (porque las nuevas las guarda la peluquera en casa), mientras la mamá sonríe con timidez y pregunta por Flori, “que mire, me recomendó Sandra que la visitara a usted para que me ayudara, es que tengo un novio nuevo” y ellos prefieren dejar la visión ahí, aquello de la privacidad y la intimidad misma de una peluquería, último bastión de ciertas infidencias. Además los distrae el señor con maletín ejecutivo, traje gris ejecutivo, lentes oscuros ejecutivos, anillo ejecutivo y calvicie promedio. Se detuvo a comprar un pedacito de lotería en el puesto que maneja un señor muy viejo que (y esta vez la visión va por cuenta de Gastón) lleva 22 años en la misma esquina y puede recordar todos los números favorecidos con el premio mayor desde noviembre de 1990 a la fecha. El hombre se inclina sobre la mesa donde el chancero tiene los pedacitos que le quedan, pero lo llaman. Su secretaria le dice que recuerde la cita en la Alcaldía, “va tarde señor, me dijo el Concejal que lo esperaba a las 3 y acuérdese que usted no camina muy rápido”, pero el siempre-ejecutivo asiente (y la secretaria no puede verlo) le agradece el recordatorio, aun cuando es su gesto. Para cuando cuelga se lamenta un poco haber perdido un minuto en esa charla, secretaria nueva que aún no conoce su metódica vida, horas viendo numeritos en pantallas e informes financieros, calculando probabilidades y despedazando las manecillas de su reloj alemán para calzar la agenda diaria. Ellos se detuvieron un segundo, es delicioso plantearse estas interrogantes y su marca de medias favorito o la cantidad de llaves que carga. El ejecutivo vuelve a la mesa, con todas los papelitos pegados con chinches al pedazo de madera, pero él sabe que tiene que seguir caminando para la Alcadía y contra todo pronóstico (en esta parte sí les falla un poco la teoría) dice “deme dos gallos tapaos” y pagados los pedazos sale en carrera. El vendedor archiva tranquilamente el billete, murmurando algo del idiota que compra a lo loco, ellos se encogen de hombros, aunque todavía impresionados por la escena pero con la certeza que a veces el mundo se distorsiona así. Toman rumbo de nuevo, esperanzados porque saben que les falta rumbo y les sobra vida, a veces se toman de la mano o hay momentos que van lado a lado, buscando universos tirados en las aceras o en los pasillos de un mercado. Afuera, las parejas van de la mano a las cafeterías, a los cinemas, a la casa de una prima para poder tocarse sin que los vean los suegros. Ellos caminarán.</p>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-89030014097981679792010-05-11T00:28:00.000-07:002010-05-11T00:31:27.598-07:00Pesca artesanalAyer te esperaron.<div><br />Era un hombre sentado en un caño, muy solo y muy hombre. Contaba las piedras de la calle. Te iba a decir, cuando llegaras: “Aquí hay sesenta y dos piedras, sólo cuatro con vetas rojas y elegí esta para vos”. No llegaste y él se quedó con la piedrecita en la mano, rayada de rojo, esperándote. Vos estabas seguramente en tu casa, ocupada con labores minúsculas de pequeña diosa mortal o almorzando con un tipo moreno y de camisa verde en una cafetería con aires europeos que sirvió pollo frío y mal café.</div><div><br />El hombre se cansó de esperarte y se fue a casa con la piedra en su bolsillo. Pero siguió buscándote, en su misma rutina diaria. Como todos los días, pero esto vos no lo podés saber porque nadie te lo ha dicho, puso a hacer café en un aparato gastado y dos puestos en la mesa. Ayer te esperó un hombre a tomar café, tu taza con dos de azúcar como te gusta y una costilla de mermelada de guayaba, para acompañarlo. </div><div><br />Vos no sabías esto. Las mujeres como vos se pueden tomar el lujo de obviar las pequeñas existencias que gravitan a su alrededor, tengan o no tengan cafés y piedras involucradas. Ahora que estás leyendo esto te preguntás si es cierto. Hoy también te esperó, pero es religioso con su rutina y hoy fue al teatro con vos. Te guardó una buena butaca y, considerado como es, se llevó para la casa dos copias del programa, por si le preguntabas. La obra estuvo buena. Vos seguías con el colocho, uno o dos besos en la entrada de la casa.</div><div><br />Ahora que leés esto te preguntás en la posibilidad de que sea verídico. En el fondo, sabés que es cierto. Hay un hombre que a diario te espera con una copa de helado de menta chocolate o un papalote para volarlo en el Parque de la Ciencia o en la entrada de una galería de arte, para ver la exposición fotográfica que recién se inauguró. Ahora que leés esto, pensás que sí. Mientras, él te espera con las sábanas matrimoniales abiertas y el libro que estás leyendo de tu lado de la cama. Después el apagará la luz y te esperará, como cada noche, para dormir.</div><div><br />Será un hombre con dos anillos en la mano y un traje formal, con un corbatín negro. Ya tiene un vestido hermosísimo, de tu talla. Compró una corona primaveral. Vos apenas sospechás que es sábado a media tarde, te metés a Internet a ver las últimas noticias. Él llevó a los dos testigos y pagó por el sacerdote. Vos bostezás frente al monitor, deliciosamente desprevenida.</div><div><br />Mañana te esperarán.<br /></div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5905800244672316693.post-4720830718628732272010-04-23T21:28:00.001-07:002010-04-23T22:11:43.116-07:00Arenga de Sargento<div></div><blockquote><div style="text-align: right;">"Lo que aquí libramos, colegas, es la guerra </div><div style="text-align: right;">diaria por la defensa de nuestro modo de vida"</div><div style="text-align: right;">Coronel Henrique Capablanca</div><div style="text-align: right;"><span class="Apple-style-span" style="line-height: 20px; "><br /></span></div><div style="text-align: right;">"Comenzamos a cruzar calles a mitad de la cuadra,<br />dejamos de subir a los puentes peatonales"</div><div style="text-align: right;"><span class="Apple-style-span" style="line-height: 20px; ">J.J. Muñoz</span></div></blockquote><div><span class="Apple-style-span" style=" color: rgb(51, 51, 51); line-height: 20px; font-size:13px;"><br /></span></div><div><br /></div>Un martes a mediatarde nos dimos cuenta que estábamos librando una guerra sin cuartel. Yo creo que vos estabas en clase de Contabilidad Avanzada, Jaime nadando tres mil quinientos metros libres en una piscina de 25 de largo y yo leyendo a Joaquín Gutiérrez, creo que era él. Los tres tuvimos un rifle en la mano, ahí, en ese momento, yo con un libro en una mano y un rifle en la otra y vos a media clase con la culata enorme puesta sobre el escritorio y Jaime, alabado sea, medio ahogado porque se le enredó la correa en el hombro izquierdo. Los tres aparecimos con un rifle en la mano. <div><br /></div><div>Claro, vos eras una chiquilla tontona y yo un brutal aborto de filósofo, pero Jaime era un chavalo cuadrado (que horror, que horror) y nos sentó en los trece. "Miren, esto no es vara ni es magia ni algo raro" nos dijo, así nos dijo "a mi tío le cayó un cortauñas inglés en el hueco de la mano mientras subía el Aconcagua y nunca supo por qué". Entonces los tres lo aceptamos, tenemos un rifle, lo tenemos en las manos y el de Jaime casi lo mata. Ahí descartamos la magia copperfieldiana y otros trucos de bazar turco. Porque en eso tenía razón el tío andinista: si nos cae un cortauñas inglés es un cortauñas inglés que nos cayó.</div><div><br /></div><div>Vos me contaste esa noche lo del profesor escandalizado y el grito furibundo de "Señorita, señorita!", porque en su lógica absoluta, llana e incorruptible de profesor de Contabilidad Avanzada no entraba la posibilidad de que un rifle apareciera en una mano (para cada activo que aumenta, debe ser compensado con otra cuenta que gana o pierde, cierto?) y la respuesta única y sola, tan sola y triste como un pájaro en mano, es que el rifle es tuyo, que la cuenta Bancos disminuyó y a cambio ahora un 22 con el gatillo un poco duro y sin cartuchos suficientes. </div><div><br /></div><div>Yo al principio vi mucho el rifle, porque me daba miedo que se fuera de nuevo sin saber más de él, número de serie, rango de tiro, sabor de helado favorito, posición respecto a la conservación del avestruz, esas cosas. Pero el libro estaba bueno y terminé el capítulo con la mano sobre la culata. Cuadro cliché, leer a Quincho y tener un fusil en la mano izquierda, yo sé, pero así estaba sentado desde antes y ahí se le ocurrió caer al famoso rifle.</div><div><br /></div><div>Capítulo finalizado, marcalibros en su puesto y yo en plena capacidad de todo lo que llamo yo, pasé a la situación del rifle a mi lado, como supongo que habrá hecho Jaime después de librarse del abrazo de la correa o vos cuando saliste de la clase. El asunto es que tengo un rifle en mi mano, me dije y te dijiste y dijo Jaime. </div><div><br /></div><div>En ese momento no sabíamos la relevancia cósmica de tener un rifle en la mano en esta esquina ignorada de una galaxia de leche y luces, y creo, disculpá, que seguimos sin saberlo con certeza. Sólo sé que ese martes a mediatarde nos percatamos de la guerra y un capricho escurridizo nos enlistó de este lado sin consulta alguna. Nos impuso el peso terrible de la culata entre el pulgar y el meñique y terminamos en las largas filas de reclutas.</div><div><br /></div><div>Y aquí estamos.</div>Diegohttp://www.blogger.com/profile/08977333930194281240noreply@blogger.com0