Advertencia

"Las personas que intenten descubrir motivo en esta narración serán enjuiciadas; las personas que intenten hallarle moraleja, serán desterradas; las personas que intenten hallarle una trama, serán fusiladas. "
Mark Twain

viernes, 30 de enero de 2009

Del dos mil treinta y tanto

"Baby this town rips the bones from your back
Its a death trap, its a suicide rap
We gotta get out while were young,
`cause tramps like us,
baby we were born to run"
Bruce Springsteen


Camino por las calles del mundo, disfruto, porque en la mañana encontré mi libro celeste con café. Es tan nuevo todo, tan lleno de la palabra asombro. Los muchachos apiñados en los montones de barro, la fiesta de los quince con Nene, la primera vez que fuimos solos a la playa, aunque esa tiene manchas amarillentas, seguro café. De jóvenes nos aprendimos una vez los nombres de los árboles, tal vez todavía me acuerde. Este es un roble de sabana, las flores, las flores, son las flores las que lo distinguen, así nos decía uno de los peones en la finca, que nos fijáramos en las flores para distinguirlo. Este de hojas macanudas ni idea, se parece a todos un poco, tal vez le invente un nombre más nuevo y hermoso que todos los otros. Los peones nos dirigían, íbamos en los caballos del tío y nos señalaban cada tronco y lo nombraban en su lengua oculta del que ha visto todas las raíces del mundo. Aquél es un poró.

Pero eso fue atrás, allá en los años de jóvenes, los muchachillos desenfadados y ligeros, uniformados con jeans y camisas idiotas, porque éramos la juventud arrogante de entonces. ¿Y si me olvido del camino al trabajo y me siento en la banca un rato? El jefe gritando, qué son estas horas, usted cree que aquí estamos en una guardería, en una escuela, en un instituto para colegiales sin salvación, que nos vale un pito a la hora que usted llegue, no me tiente porque le marco el historial, le pongo una equis roja y esas no se borran así como así.

Como les decíamos entonces? A esos adultos esponjosos, densos y pesados, que no entendían ese fulgor tremendo que encerrábamos los jóvenes, que nos querían apriosionar entre tanta norma y tanto reglamento, que barbaridad esos zapatos tan embarrados, señorita recuerde que aquí no se permite más de una pulsera en los brazos, joven esa cabellera ya supera los límites establecidos y tantas cosas más. A todos les decíamos igual. Ya me acordé.

Entonces me levanto de mi banca, con mi palabra, la palabra nueva, la palabra sana, la palabra recuperada, la hija pródiga que regresa a su padre bondadoso, la emancipadora de todos los jóvenes del mundo, la nueva luz, la palabra estrellada, la palabra que merece todas las palabras, la santa palabra, la palabra tallada en todos los libros, la siete veces gloriosa, la palabra de las mil maravillas, la asombrosa palabra.

Camino con mi palabra. El mundo es aún más bello porque la tengo conmigo. Cómo pude haber olvidado ese sentimiento renovador de sentirse joven? Cuántos libros azules con fotografías se necesitan para despertar al mundo? Tomo mi palabra bajo el brazo, la arropo, pero desearía poder sentira en todo mi cuerpo, metermela bajo la lengua, prensarla entre el pelo y la oreja, colgarla con un hilito del ombligo, prensarmela en la entrepierna, esconderla entre los dedos del pie, calzarla con suavidad en la palma de mi mano, recorrerla y que me recorra, sernos sinceros porque no hay palabra mentirosa que valga.

Entonces quiero toparme con todos los jóvenes de ahora, porque aunque tenga pasados los cuarenta tengo la palabra y es lo que vale. Mis hijos! Ahí deben estar, encerrados en sus cuatro paredes, en su odiosa torre de marfil, trabándose y destrabándose entre las fórmulas algebráicas y la morfología, odiando al colegio y a nosotros, los adultos. Voy a llegar, armado con la palabra y voy a sorprenderlos, van a saber que al menos yo me acuerdo que fui joven, que soy su aliado, su cómplice poderoso, su amigo, su camarada.

Corro a mi casa, mi esposa aún no ha sido iluminada y no entiende, ya habrá momento de aclararle todo, de revelarle nuevamente el cáliz de vida, el santo grial, pero ahora los chicos. Están arriba, dice, sus ojos abiertos, sus ojos de porcelana china recién enfriada, sus ojos asustados. Subo, abro la puerta con la fuerza de todos y están los dos, con la música de la juventud de ahora, que siempre es la misma, porque Música y Juventud solo hay una, disfrazada de tantas maneras.

Me miran y aprovecho su fugaz atención y suelto la palabra.

Entonces los dos se petrifican, detienen los lapices que jugueteban con el ritmo del artista del momento, yo los espero, porque sé que solo pueden reaccionar de un modo, gracias papá, la palabra da la vida y es la juventud, ya no te diremos papá, vení camarada, seamos uno solo en un abrazo, vení y los tres nos fundimos en uno solo, ya no estaremos divididos, no más papá ni hijos, camaradas todos, porque vos te acordaste de que fuiste joven, vení.

-Papá, esa es palabra de viejos. Despertá, vos no sos joven como nosotros.

La puerta que se cierra poco a poco, ellos que retoman sus bolillos imaginarios, porque no entienden que los muchachos y yo éramos como ellos, porque allá en el dos mil ocho éramos tan jóvenes todos que no se podía llamarnos sino joven, respirábamos y hablabamos en nuestra lengua de joven, de esperanzado, de alegre. Y hoy que recordé que una vez fui joven, que lo que dice el libro azul es realmente cierto, que cuando el dos mil ocho yo usé la palabra, la única palabra, entonces me topo con este muro gris e invencible, porque aunque todos los viejos del mundo recordemos que algún día fuimos jóvenes, ni un solo de todos los jóvenes van a darse cuenta que algún día fuimos como ellos. Nadie se acuerda que fuimos así.

Mejor me anudo otra vez la corbata y regreso al trabajo, ya se hace tarde.

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