Advertencia

"Las personas que intenten descubrir motivo en esta narración serán enjuiciadas; las personas que intenten hallarle moraleja, serán desterradas; las personas que intenten hallarle una trama, serán fusiladas. "
Mark Twain

miércoles, 22 de octubre de 2008

La Autobiografía

"A veces siento que soy un personaje más"
Claudio del Barco
El viento estaba estancado en el cuartito. Dejó la última página del nuevo libro sobre el escritorio, recién pasada por la máquina de escribir. Se asomó al mundo: afuera amanecía. Tomó la hoja y la releyó mordiéndose los labios. Sonrió satisfecho.

Eduardo se maravilló de su genialidad.

Cuando se levantó de la silla, se dio cuenta que le temblaban las manos, pero no hizo caso. En la refrigeradora encontró dos galletas de chocolate y media caja de leche. Comió religiosamente y no se lavó los dientes, porque tenía que dejarse el sabor a horno de abuela y a avena. Dio unas vueltas por el cuartito y se sentó en la cama.

-Ya acabaste. Tenés que hacerlo.

Salió al balcón a fumarse su último cigarro. Le supo tan bien que decidió tomar otro. Nadie lo iba a saber, aunque la hoja dijera uno, nadie iba a saber que eran dos. Después pensó que era un poco gris el final, pero ya estaba hecho. El viento intentaba escurrirse por debajo de la puerta, pero no podía.

Asomado al mundo, el balcón parecía la proa de un barco.

La ciudad seguía en brumas. Pensó en los miles que morían en el mundo a cada minuto. Los millones. Algunos buscando migajas de pan, otros en coches-bomba. Los suertudos atropellados por un tumulto en La Mecca. Y la hoja decía que el balcón.

-Pero ya lo dice, vos sabés que sí.

En la acera frente al abastecedor paseaban dos mendigos. Pensó en Heriberto Brenes, que lo mataron en un asalto. Comenzó a recordar. La Nana, ahogada. Aquel muchachillo de la calle Rojas, el camión de frutas. Julio, peritonitis. Mamá Gerardina, infarto cardíaco. Y el balcón.

-Sos un mediocre.

Arrojó desde el sétimo piso el cigarrillo. Voló como una mariposa torpe. El viento no llegaba hasta el balcón. Acongojado, miró la hoja en el escritorio, el plato con las boronas de galletas y la cajetilla de cigarros. Cogió el tercero y siguió fumando.

La más bonita fue con Tavo Vargas. Todavía en el útero materno, unos giros imprudentes y el cordon umbilical. Sencillo y brillante. Obra maestra. Claro que no podía poner eso en la última página, arriba de los tres asteriscos finales. Una lástima. Eduardo pensó que quería otro cigarro, pero con uno bastaba.

-Todos mueren de un modo u otro. A todos les toca.

Quería recordar un solo relato que sí, pero niguno. Margarita fue de amor, una cursilería de cuando era joven. El Duque de reumatismo. Javier del Sello, duelo de espadas. Penetración limpia, pulmón izquierdo. Bello. A todos les dio una buena salida, y para el último libro se le ocurrió un balcón. Casi se escupe a sí mismo.

Acabó el tercer cigarro y lo tiró. Esta vez no lo vio caer. Tomó la hoja, la dejó con las demás y les puso un ladrillo encima. Todas tenían número, alguien las iba a ordenar. Cerró un par de gavetas, acomodó el escritorio y abrió las cortinas.

-Mejor.

Dio unos pasos hasta el balcón y una vez ahí se sintió infinito. Puso las manos sudadas sobre el barandal y tensó todos los músculos del cuerpo.

Por primera vez en su vida, sintió el viento en la cara.

3 comentarios:

Camila dijo...

Ya se lo dije, pero como quedamos en que había que fomentar la cultura del comment, acá va:

Excelente.
=)


(debería leer Los suicidas)

Ana I. dijo...

Loco, como lo prometió jaja. Muy bueno, y sí, muy fluido. Habrá que escribir las historias de las demás personajes... de tarea ;)

Me gustó bastante, buena película en mi cabeza.

ElleZ dijo...

Definitivamente, un tipo de escritura muy de autor tico (claro, desde mi limitadísima concepción) Las cursivas le dan un acento al relato, como si el narrador te susurrada al oído y eso da cierta intimidad, confianza.

En cuanto al estilo personal, la historia es más psicólogica que de acciones y por eso ese matiz que es como tomarse un café caliente en una tarde tranquila. Y siempre un tinte posmodernista que ha teñido a toda nuestra generación de escritores jóvenes.

En resumen, me gustó