“Digo adiós con la mano,
A ustedes mis héroes.
Ustedes los míos.”C. Solís
Hoy los vi.
Todavía caminan por las calles del mundo.
Sin capas, ni uniformes de colores,
ni anillos victoriosos.
como si no fueran únicos.
Inmersos (ellos y yo)
en una nostalgia incierta
de carcajadas a media mañana,
y clases de matemática
y partidos de futbol.
Llegamos todos al futuro prometido,
al futuro que soñamos con ligereza,
con inocencia.
Éramos chiquillos imprudentes,
que querían ser ingenieros
y abogados y arquitectos
y periodistas.
Fuimos de esos niños tontos
que juegan a ser grandes.
Así estamos ahora.
Solos.
Repartidos y partidos.
Cojos del espíritu,
caminando a ciegas en tierras nuevas.
Conjugando todos los verbos en pasado.
Diciendo: yo era, yo soñaba,
yo quería, yo jugué.
Y vivimos la angustia del recuerdo,
de viajes a islas lejanas
y a fincas perdidas
donde aprendimos a decir nosotros.
Sentimos la angustia de lo que no vuelve.
Pero todavía los veo en pie.
Creando, sintiendo,
vibrando.
Todavía recuerdan como mirar al del lado,
como esgrimir un abrazo.
Y todavía sueñan y cantan
y ríen y viven,
y hacen todas las cosas que nos hicieron
ser nosotros.
Y a veces también lloran (y lloro yo).
Y allí serán siempre ellos,
y seré siempre yo y vos
y todos.
Y si acaso los años no nos traicionan,
y todavía recordamos como reír abrazados,
seremos siempre
esos héroes encubiertos,
esos niños grandes,
esos viejos melancólicos.
Seremos siempre
nosotros.
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