Advertencia

"Las personas que intenten descubrir motivo en esta narración serán enjuiciadas; las personas que intenten hallarle moraleja, serán desterradas; las personas que intenten hallarle una trama, serán fusiladas. "
Mark Twain

domingo, 6 de abril de 2008

Capítulo Primero: El Niño

Mamá ha estado muy extraña los últimos días y se pone inquieta por todo. Nos obliga a reunirnos todos en la salita de estar, como cuando vamos a rezar el rosario, solo que no lo rezamos, y prende la televisión como para llenar el silencio. Entonces nosotros podemos decidir lo que queremos ver y mamá no dice nada, solo se queda mirando los cuadros de la pared como si no supiera quienes son los que están ahí. Yo los reconozco todos, y me parece raro, porque fue ella la que me dijo quién era el que estaba en cada uno. Pero de pronto comienza El Llanero Solitario y dejo de verla, porque me gusta mucho ese programa, con sus pistolas y sus vaqueros, y es más interesantes que los parientes muertos, que además me dan un poco de miedo.

Ayer estábamos en la sala viendo el noticiero y casi me estaba durmiendo, porque son muy aburridos los noticieros, pero mamá me despertó y me preguntó si quería ir a comer helado a la esquina. Llamó a mi hermanita, que se había ido un rato a su cuarto, y salimos. En la tienda de la esquina venden muchos helados, a veces hasta de seis sabores diferentes y cada quincena me voy a comprar uno con algunas monedas que me encuentro tiradas en el mueble de la cocina o en la mesita de la sala. Mi favorito es el de fresa, pero mamá dice que el de chocolate es el mejor y cuando se compra uno le chorrea por las manos y se enmiela toda. A mí no me gusta llenarme las manos de chocolate, por eso prefiero el de fresa.

Fuimos los tres a comprarnos un helado, mamá, mi hermanita y yo, porque ya nadie se queda solo en la casa. Papá no estaba, casi siempre trabaja hasta tarde y llega a la casa hablando de una señora que se llama Burocracia que a mí me parece muy mala persona. Papá siempre dice que “si sigue el gobierno en manos de esta burocracia, nos va a llevar la mierda”, y mamá lo regaña por usar la palabra con m enfrente mío. A mí no me importa, porque en la escuela la escucho casi todos los días, pero creo que mamá no sabe eso y por eso le molesta. Mamá dijo que le compráramos también un helado a papá, porque seguramente le gustaría comerse uno cuando llegara del trabajo.

Salimos con la ropa de siempre, porque mamá dice que para ir a la esquina no hay que vestirse elegante, porque es como no salir, pero la abuelita cuando llega siempre la regaña por eso, porque ella siempre anda muy arreglada. Pero yo sé que cuando está sola en la casa, se viste también como nosotros, porque la he visto en un gran camisón y con rulos en el pelo. Pero tal vez ese día hubiera sido bueno que nos hubiéramos vestido mejor porque en la calle la gente nos volvía a ver, como ven a los animales del circo. Mamá parecía que no se daba cuenta que nos volvían a ver y seguía caminando, hasta saludó a Marta, la peluquera, cuando pasamos frente al salón de ella. Yo vi como todos en la peluquería nos veían y hablaban entre ellos como en secretos y algunos hasta se persignaban, pero mamá no dijo nada. Tal vez la abuelita tenía razón, porque casi siempre dice cosas muy inteligentes.

Cuando llegamos a la tienda, solo habían helados de vainilla, naranja y chocolate. La tienda de la esquina lleva muchos años ahí, tiene unos ventanales enormes donde venden todo tipo de cosas. Todos los trompos del barrio los compramos ahí y yo creo que son los mejores, aunque Pedro me dijo el otro día que en el Mercado cerca del Paseo América venden unos mejores, pero yo no le creo. Los de la tienda son muy fuertes y con unas puntas metálicas muy brillantes. Para mi cumpleaños me regalaron dos, uno rojo con líneas blancas y una M muy grande y otro todo azul, pero con la cuerda amarilla. El rojo es mi trompo estrella y no hay nadie de la calle que me pueda ganar.

Como no había helado de fresa, se me quitaron las ganas de comer helado, pero mi hermanita si quería uno de naranja, porque le gusta mucho el color. Se queda viendo el helado, sin probarlo ni nada, hasta que el helado se derrite y queda una mancha anaranjada en la calle. Yo le he dicho que no sea tonta, que los helados son para comérselos pero ella igual no los prueba y solo lo ve hasta que se deshacen. Yo creo que como es muy chiquita todavía no sabe como pensar. Pero mamá si debería saber pensar y debería decirle que eso no se hace y no comprárselo, pero ayer le compró el helado y ella también se compró el de chocolate.

Creo que mamá anda más tonta estos días porque tampoco se dio cuenta que nos estaban viendo feo en la tienda. Había una señora vestida de morado que nos miraba muy raro y se me acercó y me dijo bajito unas palabras y me persignó la frente y luego se fue. Un día voy a decirle a un policía que no deje a la gente como ella andar en la calle, porque nos asusta a los chiquitos como mi hermana y yo y también los muchachos del barrio dicen que les molestan esas personas. Pero mamá ni le hizo caso y se fue de la tienda con su helado y el de mi hermanita, y ni siquiera se acordó del helado de papá.

Cuando compramos un helado casi siempre nos quedamos en la acera afuera de la casa comiéndolo. Nos sentamos en una gradita que hay frente a la casa, que es muy pequeña para los tres y apenas cabemos, pero a mí me gusta porque entonces vemos a toda la gente pasar y los saludamos. La calle que pasa frente a mi casa es muy importante, y hay veces que pasa el doctor Pérez y hasta aquel abogado que siempre anda tan elegante. Pero ayer no me gustaba la grada, porque era la gente la que pasaba y nos veía a nosotros y agarré a mamá de la camisa y le dije que entráramos. Ella me dijo que bueno, entonces entramos y nos sentamos en banquitos en la sala. Hubiera sido mejor en el comedor, pero desde que encontramos aquellos muñequitos de madera ya no entramos ahí, como si mamá tuviera miedo de algo.

Mamá de veras andaba rara, porque se comió su helado tan rápido que ni siquiera le chorreó el chocolate derretido por la mano, y yo se que a ella le gusta que le chorree. Pero se lo acabó y se quedó viendo la pared con los cuadros, como hipnotizada. De pronto comenzó El Llanero Solitario y dejé de verla, porque este era un episodio muy bueno y la verdad tengo toda la vida para verla a ella, pero El Llanero Solitario solo lo puedo ver una vez cada día y trato de aprovechar la oportunidad.

No me gusta dejar pasar oportunidades. La del helado de ayer no me importó, porque llevaba las ganas de comer fresa y no había. Seguro se vendieron muchos y se acabaron, porque es el helado favorito de todos los chiquillos del barrio, aunque puede ser que hayan cambiado, porque hace rato no los veo. Mamá no me deja salir a jugar a la calle desde que salieron los muñequitos y lo único que puedo hacer es sentarme a practicar con los trompos en el corredor. Pero yo sé que eso no es buena práctica y seguro cuando vuelvo a salir, ya Pedro me va a ganar, porque va a practicar contra otros niños. Si me gana, le reclamo a mamá que ella no me dejó salir.

El capítulo del Llanero estaba muy aburrido, porque fue de esos con muchas mujeres y pocas pistolas. Mi primo me dijo que las señoras que salen en el programa son lo mejor que hay, pero no entiendo como alguien puede preferir ver al Llanero hablar con una mujer que verlo pelear contra los villanos. Pero mi primo siempre ha sido medio raro. Mamá me dijo que está en una de las fotos de la pared, junto con el resto de su familia, allá a la derecha. Me quedé viendo la foto de mi abuelito, que estaba debajo de la de mis primos y que ya se murió sin que yo pudiera conocerlo. Mamá dice que le gustaba mucho el helado de naranja y que de veras se lo comía, no como mi hermana, que solo lo veía hasta que se derretía.

Seguro mamá estaba viendo el cuadro y de pronto se acordó quien era y pensó lo mismo que yo, porque se volvió a ver a mi hermanita, que ya tenía un denso charco anaranjado en la alfombra. Los dos nos quedamos viéndola un momento, como si fuera algo que no estuviera pasando, hasta que mamá reaccionó y se levantó muy rápido y dijo “¡Mierda, Camila!”, y a mí si me molestó mucho, porque nunca la había oído a ella decir la palabra con m.

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