Advertencia

"Las personas que intenten descubrir motivo en esta narración serán enjuiciadas; las personas que intenten hallarle moraleja, serán desterradas; las personas que intenten hallarle una trama, serán fusiladas. "
Mark Twain

miércoles, 8 de febrero de 2012

Boceto

Estás en un tranvía que se dirige hacia el sur. Sabés que va hacia el sur porque a tu derecha, entre un campo de girasoles que te dan al espalda, un sol pequeñito se está acostando. Deberían ser siete soles, pensás, lógicamente escudada en preferencias aritméticas que el creador no contempló. El compartimiento del tranvía parece más un tren, porque los asientos tienen una felpa verde con figurines amarillos, porque cada compartimiento se divide por ventanales (porque hay compartimientos también) y por el rugido trémulo de la locomotora, tan distante del siseo de los tranvías que conocés. Pero sabés, y podrías apostar tu mano, que es un tranvía.

A tu derecha, el sol insiste en sostenerse apenas unos grados sobre el horizonte. Lo ves durante un rato, tras el campo de girasoles.

Entonces, oculto entre los tallos, ves a un pato. Te está mirando. Te mira con sus ojos acuosos de bídedo blanco y tan absorto está en verte justo en tus ojos (no le presta atención a tu boca entreabierta ni al lunar que tenés en una axila y también en la otra) que tampoco ve el tranvía. El pato te vio a los ojos, por dos o tres segundos, mientras pasabas y por siempre ignorará el hecho de que estabas en un tranvía. Pero la verdad, si nos ponemos a hilar fino, poco le importa. El pato te estaba viendo a vos.

Dejás de verlo y el sol desnuda su espíritu de trapecista: se desliza suavemente, pero con paso firme y cubre los grados que lo separaban del horizonte. Casi no hace ruido al caer. Vos volvés la cabeza y buscás al pato con desesperación, como cuando una chiquilla pecosa de cuatro o cinco años pierde a su muñeca. Te agitás, pero luego comprendés que el pato siempre te está viendo ycuando la anatidaefobia te pega en la cara la descartás de un manotazo (uno por otro, dijo el tío Hammurabi). Descansás feliz ante la certeza de que sos observada, sea por un pato entre girasoles, un capitán ornitorrinco o una compañía de ardillas daltónicas. Entonces le apostás al pato, ahora sí, tu propio brazo a que es un tranvía que va hacia el sur y el silencio te responde cómplice; sos feliz en tu banca afelpada y verde y llena de figurines amarillos que pueden ser reptiles, porque sabés que las únicas certezas en la vida que valen la pena comprenden patos y sures y cosas así.

2 comentarios:

Coquille dijo...

Gracias negro, es un relato maravilloso. Espero que vos no sufrás nunca de caliginefobia.

Anónimo dijo...

increíble