Advertencia
Mark Twain
lunes, 13 de diciembre de 2010
Diario de Sorpresas, primera entrada
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Francofilia
"Yo no sabía que era un fauno. Pero no, ahora me doy cuenta, soy un centauro. Patas delanteras flacas e inestables, como las de la vaca brava. Miro las vidrieras. Aquí un centauro-maniquí, con camisas wash&wear. Allí el semáforo verde y otros cinco centauros que cruzan Dieciocho. Dos de ellos con mujeres a cuestas, como en las motonetas. Desde que soy un centauro, busco una mujer para llevar a cuestas"Mario Benedetti, Gracias por el Fuego"The smell of you in every single dream I dream"Train"In dreams, emotions are overwhelming"Shepane, The Science of Sleep
domingo, 28 de noviembre de 2010
Los viejos
El viejo se levantó del sillón al lado del teléfono, tomó su chaqueta verde y se fue a preparar un café. Afuera, el día se escurría entre los cipreses y el barandal blanco y él puso a hervir el oxidado jarro del café, agua hasta la mitad y fuego lento, que no tengo prisa. Como todas las mañanas después de Cerro Doghial, se había levantado antitos del amanecer y sostuvo guardia en el sillón hasta que aceptó tomar la primera taza."Lights will guide you home,and ignite your bones,and I will try to fix you"Coldplay
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Oblación
qué decirte,
y sentirse otra vez de quince años,
claro, entero,
como si aquí no hubiesen pasado muchas manos
y ojos
y piernas
y labios
domingo, 21 de noviembre de 2010
La idea
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Artesanía
jueves, 9 de septiembre de 2010
PLL
"¡Pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo"Oliverio Girondo
jueves, 19 de agosto de 2010
miércoles, 26 de mayo de 2010
De la incertidumbre conocida
Cuando caminaban podían sentir en el aire la angustia ajena de las metas, del camino-no-recorrido, de saberse en trance. Ellos iban de la mano, como docenas de parejas que a diario asaltaban aceras, plazas, escalinatas de ministerios y esquinas perfumadas. Avanzan sin prisa. A su alrededor pasan miles de pies que salen de locales de madera y se pierden tras puertas. La niña de amarillo va con su madre, tiene un confite en la boca y parece no entender la prisa materna. Pega saltitos para alcanzar el ritmo, todavía con el envoltorio del dulce en la mano. Alejandra quiere agacharse y tomarla de su mano libre, “pequeña, no tenés que correr al lado de tu mamá, ella va tarde para la peluquería pero vos podés sentarte a disfrutar del parque conmigo” hasta que regrese la señora con un nuevo corte y el tinte con acento francés en que gastó el salario de la quincena, pero las mamás que caminan con niñas amarillas son muy celosas con sus hijas y se escandalizaría. Se aleja, pero ellos saben que dos o tres cuadras más adelante buscará la puerta de vidrio donde la niña esperará en un sillón café y gastado, junto a una mesita con muchas revistas viejas (porque las nuevas las guarda la peluquera en casa), mientras la mamá sonríe con timidez y pregunta por Flori, “que mire, me recomendó Sandra que la visitara a usted para que me ayudara, es que tengo un novio nuevo” y ellos prefieren dejar la visión ahí, aquello de la privacidad y la intimidad misma de una peluquería, último bastión de ciertas infidencias. Además los distrae el señor con maletín ejecutivo, traje gris ejecutivo, lentes oscuros ejecutivos, anillo ejecutivo y calvicie promedio. Se detuvo a comprar un pedacito de lotería en el puesto que maneja un señor muy viejo que (y esta vez la visión va por cuenta de Gastón) lleva 22 años en la misma esquina y puede recordar todos los números favorecidos con el premio mayor desde noviembre de 1990 a la fecha. El hombre se inclina sobre la mesa donde el chancero tiene los pedacitos que le quedan, pero lo llaman. Su secretaria le dice que recuerde la cita en la Alcaldía, “va tarde señor, me dijo el Concejal que lo esperaba a las 3 y acuérdese que usted no camina muy rápido”, pero el siempre-ejecutivo asiente (y la secretaria no puede verlo) le agradece el recordatorio, aun cuando es su gesto. Para cuando cuelga se lamenta un poco haber perdido un minuto en esa charla, secretaria nueva que aún no conoce su metódica vida, horas viendo numeritos en pantallas e informes financieros, calculando probabilidades y despedazando las manecillas de su reloj alemán para calzar la agenda diaria. Ellos se detuvieron un segundo, es delicioso plantearse estas interrogantes y su marca de medias favorito o la cantidad de llaves que carga. El ejecutivo vuelve a la mesa, con todas los papelitos pegados con chinches al pedazo de madera, pero él sabe que tiene que seguir caminando para la Alcadía y contra todo pronóstico (en esta parte sí les falla un poco la teoría) dice “deme dos gallos tapaos” y pagados los pedazos sale en carrera. El vendedor archiva tranquilamente el billete, murmurando algo del idiota que compra a lo loco, ellos se encogen de hombros, aunque todavía impresionados por la escena pero con la certeza que a veces el mundo se distorsiona así. Toman rumbo de nuevo, esperanzados porque saben que les falta rumbo y les sobra vida, a veces se toman de la mano o hay momentos que van lado a lado, buscando universos tirados en las aceras o en los pasillos de un mercado. Afuera, las parejas van de la mano a las cafeterías, a los cinemas, a la casa de una prima para poder tocarse sin que los vean los suegros. Ellos caminarán.
martes, 11 de mayo de 2010
Pesca artesanal
Era un hombre sentado en un caño, muy solo y muy hombre. Contaba las piedras de la calle. Te iba a decir, cuando llegaras: “Aquí hay sesenta y dos piedras, sólo cuatro con vetas rojas y elegí esta para vos”. No llegaste y él se quedó con la piedrecita en la mano, rayada de rojo, esperándote. Vos estabas seguramente en tu casa, ocupada con labores minúsculas de pequeña diosa mortal o almorzando con un tipo moreno y de camisa verde en una cafetería con aires europeos que sirvió pollo frío y mal café.
El hombre se cansó de esperarte y se fue a casa con la piedra en su bolsillo. Pero siguió buscándote, en su misma rutina diaria. Como todos los días, pero esto vos no lo podés saber porque nadie te lo ha dicho, puso a hacer café en un aparato gastado y dos puestos en la mesa. Ayer te esperó un hombre a tomar café, tu taza con dos de azúcar como te gusta y una costilla de mermelada de guayaba, para acompañarlo.
Vos no sabías esto. Las mujeres como vos se pueden tomar el lujo de obviar las pequeñas existencias que gravitan a su alrededor, tengan o no tengan cafés y piedras involucradas. Ahora que estás leyendo esto te preguntás si es cierto. Hoy también te esperó, pero es religioso con su rutina y hoy fue al teatro con vos. Te guardó una buena butaca y, considerado como es, se llevó para la casa dos copias del programa, por si le preguntabas. La obra estuvo buena. Vos seguías con el colocho, uno o dos besos en la entrada de la casa.
Ahora que leés esto te preguntás en la posibilidad de que sea verídico. En el fondo, sabés que es cierto. Hay un hombre que a diario te espera con una copa de helado de menta chocolate o un papalote para volarlo en el Parque de la Ciencia o en la entrada de una galería de arte, para ver la exposición fotográfica que recién se inauguró. Ahora que leés esto, pensás que sí. Mientras, él te espera con las sábanas matrimoniales abiertas y el libro que estás leyendo de tu lado de la cama. Después el apagará la luz y te esperará, como cada noche, para dormir.
Será un hombre con dos anillos en la mano y un traje formal, con un corbatín negro. Ya tiene un vestido hermosísimo, de tu talla. Compró una corona primaveral. Vos apenas sospechás que es sábado a media tarde, te metés a Internet a ver las últimas noticias. Él llevó a los dos testigos y pagó por el sacerdote. Vos bostezás frente al monitor, deliciosamente desprevenida.
Mañana te esperarán.
viernes, 23 de abril de 2010
Arenga de Sargento
"Lo que aquí libramos, colegas, es la guerradiaria por la defensa de nuestro modo de vida"Coronel Henrique Capablanca"Comenzamos a cruzar calles a mitad de la cuadra,
dejamos de subir a los puentes peatonales"J.J. Muñoz
lunes, 12 de abril de 2010
Vibraciones e ideas
Parte 1."No matter what they tell youwords and ideas can change the world"John Keating
Después se nos ocurrió a todos, claro que yo estaba ahí, y aunque dudé un poco caminé con todos, y fuimos hacia un montón de semáforos y paramos la calle solo porque sí, Es hora de mostrar el poder de... dijo alguien y es que las palabras ya se diluían, porque a veces perdían el sentido, pero seguíamos muchos, la mayoría y muchas mantas y decían cosas grandes y un amigo Esto es malo, no es buena publicidad, nadie lo escuchaba porque caminaban y tomaban palos y cubos de basura y pedazos de bancas, y alguien con megáfonos nos decía, Libertad, Universidad, entonces montamos mantas y un taxi que casi levanta una estela pero ya veía que no construía nada ni lograba nada y me voy muchachos, cuiden las mantas y perdón por el escepticismo, pero me tengo que ir por hoy.
domingo, 21 de marzo de 2010
Del dedo al gatillo
lunes, 15 de febrero de 2010
Post-Mortem
"Hope I die before I get old"
The Who
Después del entierro tomo a Federico del brazo, con suavidad. El carro está a una cuadra. Camina por inercia, como deben caminar todos los viudos del mundo. Julia me mira con ojos de pez amarillo, significativa. Quiere abrazarme, pero sabe que no. Las suelas de las botas de Federico rechinan de pura tristeza.
Me llevo a Federico a la casa. Tomado del brazo me lo llevo. Es un anciano. Murió Carmen y le cayeron sobre la espalda los años que nunca sintió. Ahora siento que podría entrar seis o siete veces en el asiento trasero. Es un animalito pequeño, un venado de ojos calladísimos, un cangrejo sin tenazas. Ni cuando cierra la puerta le descubro un ruido.
El carro es un corcel sabio. No hace ruidos, no ronronea ni gime entre la oscuridad de sus pistones. Julia me toma la mano. Atrás viene Federico, el anciano.
La casa espera con dos brazos abiertos. Calurosa, pero no caliente. Todos se comportan de maravilla. Federico baja del carro, toma posesión de sus pies y camina. Algo recuerda. Viste de negro profundo, como queriendo ahogarse allí donde no se nombra la luz. Tomo a mi amigo del brazo, callado. Así caminamos hasta la casa.
Roberto espera en el salón. Lo veo. Roberto es mi hijo y lo veo, vestido de gala con una camisa gris y un pantalón con los ruedos largos. Hoy son esos días que asimilo más claramente que Roberto es mi hijo y que lo veo. Él tampoco habla. Nos sigue el juego. Sus ojos son de pez azul, los tiene más pasivos.
Creo que Federico no puede verlo. Ahí en la sala está mi hijo y Federico no lo ve. Todavía lleva los anteojos oscuros y camina como usando un bastón. Julia sube antes. Abre la puerta del cuarto de Roberto. Sus tacones son mudos. Mi hijo nos mira desde la sala mientras subo las escaleras con Federico.
Entramos al cuarto de Roberto. Llevo a Federico del brazo. Una vez llevé a mi hijo así. Lo estaba castigando. Pero ahora es diferente; Julia me lo dice con los ojos: esto es diferente. Llevo a mi mejor amigo del brazo después del funeral de su esposa.
Cuando Federico se sienta en la cama, suelto su brazo. Mueve los ojos. Toca los soldaditos que tiene Roberto en su mesa de noche. Los mira. Realmente los mira. Julia y yo salimos en silencio.
Afuera espera Roberto con dos espadas de madera en su mano. Sabe que es su turno.
domingo, 14 de febrero de 2010
Primer Himno
Y si la veo, bien. Excelente. Pero imagínese (me imagino yo) que delicioso poder sentarnos una tarde a tomar café y hablar. A conocerla. La verdad estos últimos años he perdido el gusto a salir a hablar así nomás, solo vernos y hablar, y acaso hacer uno o dos movimiento inofensivos al final del postre. Creo que a veces quiero hacer eso con usted.
Sabe qué es vacilón? Que yo me acuerdo de cada día, porque la verdad son pocos. Mis días son como tristones. Tirando a grises. Qué cagada.
martes, 19 de enero de 2010
Partida de Póquer
Todos miramos al Varo, y Varito al Tocho, gran cabrón, que te movás a abrir la ventana, usted practica para ser estúpido verdad, y nos reimos nosotros de la gracia porque a ratos así es él, pero ahora saca al tazón de bicho, que todavía dilata sus pupilas y Carrilla no se ríe porque sabía que era su turno de moverlo y no le alcanzó el cromosoma ‘Y’ para hacerse hombrecito y agarrarse el par que tiene abajo para mover el tazón, entonces el Tocho, sí, suave, que se la abro, llévela al cuello Álvaro, y todavía yo mirando el bicho, que agranda y agranda los ojos, como si temiera volver a caer de nuevo entre nosotros, que preferiríamos que no porque tanto ha costado sacarlo.
Moverlo los últimos centímetros que lo separan de la ventana es crítico y me alegro que Varito esté acá con nosotros, porque es un berraco y ni el Cucho que siempre lo baila le ha dicho nada porque Varo saca al bicho y lo vemos con respeto canino, mirá con cruza la ceja en media frente de lo concentrado, pensar que ya estudia para abogado y tanto pobre diablo que tendrá que verse con la ceja.
Dale con los ojos el elefante aéreo, el bicho es feo y duele verlo, con el florero boca abajo, atrapado por la mano firme del Varo, apurate Varito, que ya quiero que esté eso afuera y que cerremos la ventana y juguemos unas manitas más de póquer, si querés te dejo que ganés las primeras rondas y dice el Cucho que él te regala un traguito del ron que trajo, pero gracias hermano por sacar al bicho, ahora solo te pido que le pongás bonito, que nada cuesta tirarlo con todo y florero, pero Varo, cállense maricones, si nadie se atreve a meterle la mano al animal este entonces me dejan a mí hacerlo como me ronque la gana, y Carrillas, bueno, bueno, dejen al hombre hacer el trabajo, yo voy prendiendo la fogata para la noche y es que es un cobarde el Carrillas, sabe bien que echamos suertes y le toca sacar al elefante aéreo, pero así son algunos, más jugados que el doble cero dice mi tía abuela Rosa.
Me pudro en el frío que hace en este lugar, comienza Tocho, suavecito como siempre porque su mamá todavía le teje cobijas verdes para su casa en la ciudad, deciles Tocho que sos un llorón y que te morís por cerrarle la ventana en la cara a Varo o mejor aplastar al bicho y sí, yo sé que esa fue tu idea inicial, Agarremos a zapatazos al bicho ese, pero Carrillas y yo nos opusimos, por eso yo me encargué de atraparlo en el florero viejo y era Carrillas, claro el gran pendejo, quien estaba a cargo de moverlo hasta la ventana, que miralo ahora, está hecho pequeño al lado de la fogata y mira nervioso el florero volcado y los ojos elefantásticos del bicho, Póngale a sacar a esa cosa, a ver si volvemos a las cartas, pero Varito ni se toma la molestia de volverlo a ver, asomado sobre la improvisada jaula.
Llevamos diez minutos viéndolo moverla, desde que Carrillas empalidó hasta ahora que metió cuchara en sopa ajena, Que te quedés callado, guevón, encárgate de la fogata a ver si hacés productivo, le cayó el Cucho, que desde un principio votó también por el zapatazo y dijo que le valía un tonel de mierda si se quedaba el florero el resto del día en la mesa, con el bicho adentro, esto después de que Carrillas dijera, no, mejor ahora no, pero apenas antes de que Varo se levantara con un bufido, Hijueputas todos, me las pagan y más vos, Carrillas, y desde entonces movió ya medio metro de los dos metros que hay hasta la ventana, y claro que no son muy precisos, pero ni siquiera Cucho trajo cinta mética para medirlo, porque tiene razón Carrillas, podría ser algo rápido, apenas un empujonazo y te lo juro que entre todos pagamos el florero y mañana te ayudamos a recoger los vidrios para que tus abuelos no los vean, prometido, pero Varo es nítido, va moviendo el florero a pocos, un centímetro ahora y otro al rato, midiendo al elefante aéreo, procurando no lastimarle las alas mugrientas.
Cucho sigue barajando, Les voy a hacer un truco de magia, pero solo yo estoy para verlo, porque al otro lado de la mesa está Varo inclinado sobre el florero volcado y Tocho no suelta su lugar al lado de la ventana, Y vos qué, Carrillas, dijo Cucho, que le interesa tener audiencia, pero el otro dice que hay que prender algo de fuego, que veamos al Tocho tiritando ya y mirá es cierto, allá al ladito de la ventana empieza a temblar y a frotarse sus manotas gordas en los antebrazos, Miren todos, la niña de Tocho ya no aguanta el frío de la montañita, soltó Varo, pero nadie supo cómo o cuándo vio al Tocho porque sigue con la mirada absorta en el bicho, y entonces Cucho, Bueno vení vos y te lo hago, Ok.
Soltar las cartas sobre la mesa es cuestión de segundos y con la precaución de no molestar a Varo, que es un carajo muy loco si lo desconcentramos, y la verdad yo nunca sé cual carta escoger en estos asuntos, desde el otro lado de la mesa Tocho lleva su mirada indeciso desde el bicho hasta las cartas y yo lo vi también preocupado por la pilita de fichas rojas y negras que ha acumulado, No hermano, no voy a robarte las fichas, nada gano con tan pocas, le dice altanero el Cucho, que ya comienza a mover las manos con grandes mates y yo le veo con cuidado los dedos porque sé que el truco viene y hace un movimiento extravagante y sale en la mano izquierda con el trébol que elegí.
Carrillas se incorpora, Y si lo tiramos al fuego, al bicho digo, y Varo que ni voltea a verlo solo se sigue moviendo poco a poco, ya va tomando impulso y ahora el elefante aéreo dejó de vernos, parece un gran frijol gris y resignado, esperando que lo conduzcan hasta la ventana, vos qué pensás, tal vez se arrepintió de caer en nuestro juego, la verdad es que mi mano estaba muy fea y el asunto es que Tocho le repartía a Varo y a Cucho, que se jugaban el mano a mano y ellos duran mucho tiempo en pensar cada jugada y si no hubiese caído el bicho nos dan veinte minutos sólo ellos dos, pero cayó entre Varo y Carrillas y yo tomé un florero vacío que tenía al lado y lo encerré, sin pensar mucho lo que hacía.
Cucho baraja y bajara, con los pies sobre la mesa, porque así son las cosas, verdad Cucho, vos subís y bajás las botas donde mejor te parece y si la Universidad las considera inapropiadas ahí mismo dejás botada Ingeniería y vas a Bellas Artes o algo así, yo no te veo Cucho, vos tan espíritu libre encerrándote entre fórmulas y números y no me vengás con que el saber emancipa, andá engañá a Tocho con esa, que por cierto está castañeando los dientes y pagaría una fortuna para que los treinta centímetros entre el florero y la ventana desaparecieran junto con el animal ese y él pudiese cerrar la ventana.
Varo sigue moviéndolo, a pocos, pero no ha apartado la vista del animal en veintitrés minutos, según el reloj de bolsillo de Cucho, que dice que se lo heredó su abuelo aunque ninguno le cree gran cosa, mejor empiezo a preparar con calma las cartas, revolvelas una vez más Cucho, ya se escuchan unas ramas crepitar en la chimenea, Mirá, no sos tan inútil después de todo, dice Cucho, como sorprendido por el avance de Carrillas.
Lo cierto del caso es que ya estaba lista la mesa y la chimenea y el Cucho con su voz tremenda mandó a Carrillas a traernos cervezas a todos, la verdad si uno tiene que ver a un elefante aéreo lo mínimo es abrir la nevera y tomarse una bien fría, las cosas no son fáciles en estas situaciones, y aún el Tocho que ya se congelaba por dentro no pudo decir que no, Y Tocho, no te preocupés, después de damos una tapita de ron y se te quita lo azulado de la cara, no te caería mal y yo pensando en la posibilidad de hacer unas tostadas con mantequilla antes de que terminara Varo entonces Tocho le pregunta que si puede cerrar la ventana un minuto pero nadie le responde y mejor dejala así hermano, no llorés, igual mirá que ya Varito, pelo en pecho, está a punto de llegar al ventanal con el bicho bajo el florero, resignado como vieja ancla oxidada y ya no vuela ni camina, es un gran vago pienso.
Los últimos centímetros antes de la ventana son agonizantes para Tocho, gran pendejo y Varo sigue sin mover los ojos, avanza cada vez menos lento y más seguro y Cucho, Carrillas y yo nos inclinamos con interés y curiosidad y sucede que apenas llega a la ventana, el florero sigue recto y junto al bicho cae afuera, singracia verdad, vos que tanto cuidaste que ni el florero ni el bicho sufrieran nada y ahora se te resbalan en el último centímetro, pero te cuento otra cosa, yo me asomé por la ventana, Tocho, no la cerrés todavía, y no había rastro del animal ese.
Una cosa es cierta, ninguno había visto nunca un bicho de esos, un animal con pinta de frijol deprimido, Pero era alado, aportó Tocho, Sí güevón, todos vimos cuando entró volando y casi te cagás del miedo y me arruinaste la oportunidad de limpiar a Varo, ese era Cucho y entonces yo, Bueno, yo le puse elefante aéreo, ya saben, ya tenemos el terreste y el marino, lo mínimo es darle la oportunidad de expandir la familia, y todos se quedaron callados pero era silencio de aprobación recelosa, del silencio que haría un tipo promedio si se encuentra por primera vez con un elefante aéreo.
Entonces Tocho toma las cartas y las pasa a su izquierda, mientras Cucho termina de acomodar las fichas y Varito se va a dormir, vacío dice. Tocho insiste.
-Dale, vas repartiendo.
jueves, 7 de enero de 2010
Capítulo 1?
Íbamos Álvaro y yo. Ahí estábamos reunidos todos los indecisos del mundo, los pulseadores de siempre, los que exigen una segunda oportunidad a güevo y así. Toda esa gente. Los que por algún motivo íbamos a pedir otra carrera. Yo me tiraba por Ingeniería Mecánica después de un año de Comunicación y Varo iba otra vez a intentar Ingeniería Eléctrica. El año pasado lo pasó comiendo mierda con químicas, físicas y mates en otra ingeniería que ahora no recuerdo.
El sistema es fácil. Unos días eran los aspirantes a ingenieros, otro día abogados, físicos, antropólogos y así iban pasando, Tome su ficha muchacho, vea, camina hasta allá y se la da a aquellos señores, espero que haya traído la fórmula IC-11, ah que muchacho, bueno por dicha aquí tenemos de sobra, tome asiento y llénela, sin prisa, ya sabe que quiere estudiar, verdad, Eh, sí, sí, gracias señora.
-Mae, tenemos el 257 y 258.
-Y dónde vemos por cuál van?
-Allá, mirá, al fondo.
-La sangre del burro, apenas van por el 231.
Esperar. Bueno, y dudar. Porque de nuevo, nos piden que usemos la IC-11 como varita mágica. Un conjuro harripoterciano y ahora seré aspirante a ingeniero, en vez de ser el aspirante a comunicador que era hace diez minutos. Magia universitaria, mi hermano, usted coma callado y entregue el papelito al final de la fila.
-Varito, ojo aquella morena. La de la camisa verde.
-No sea engañado Memo, si ella lo vuelve a ver borro ya Eléctrica y me paso a Derecho.
-No, no, de veras. Está guapa.
-Sí, güevón. Pero usted no. Además, es la única decente en todo el Auditorio. De fijo, de fijo, tiene novio. Se lo canto. Es la regla.
-Y llevan cuatro años. Sí, ya me contaron ese.
Una voz mecánica: 238. Ver a las chiquillas. Burlarse de un par de uno sabe que duraron media hora eligiendo la ropa. Burlarse del mae de goma. Reír cuando se cae el barbudo dos filas adelante. Buscar ángulos rectos en las paredes, en el techo, en la pantalla que proyectan al fondo.
Esto es como un templo. Vamos llegando poco a poco los feligreses y dejamos en las mesas del frente un poquito de nuestra alma, solo un cachito. Una ofrenda, sacrificio de Siglo XXI, cédula en mano y toda la carajada. Es como si uno pasara al altar a dejar la limosna en vez de esperar a la solterona de sonrisa abierta que pasa cada domingo. Es un asunto de fe. Fe que en cinco años habremos aprendido algo y podremos salir al otro mundo real a ser personas reales.
La misma hijueputa voz: 250. Me lleva un tren de putas. Se lo digo a Álvaro y se ríe. Ya quisieras vos, Y seguro que vos no, mae, Sí, pero a mí si puede que me acepten en la entrada. Todos los aquí presentes pasaremos un buen chorro de días pensando: será que ahora soy ingeniero? Y haciendo bromitas parecidas a los compañeros para aliviarse el reptil que se llama duda y que repta por su intestino. Habrá otro animal aparte de los reptiles que pueda reptar?
Que es tu número, güevón, andá a ver si hacemos que esta vara camine. Y paso entre los asientos, cuidado de no caerme como el barbudo, y escucho al mismo tiempo el numerito de Álvaro. Dan ganas de gritar BINGO!, pero nadie reiría la broma. Pésima, además.
Caminar es un calvario. Y hacerlo dos veces es peor. Cómo es posible que hay un montón de hijueputas que desde que salieron del cole ya sabían que querían ser los siguientes todos años de su vida? Y por qué no puedo ser un tipo así?
Hola señorita, Buenas tardes joven, me regala su identificación, Como no, aquí la tiene, Guillermo Collado Sáenz, A81867, vecino de Guayabos de Curridabat, actualmente en Ciencias de la Comunicación Colectiva, Así es, Me entrega la IC-11, Aquí la tiene.
Teclea. Nervios. Futuro en potencia. Hoja milagrosa. Esta, precisamente esta, es la parte de la película que entra el mejor amigo de toda la vida a decirle a la novia que no se case porque la ama, y salen los dos en la Vespa única que tiene el mejor amigo. Nunca muestran lo que pasa con el novio que dejó plantado. Claro, nadie entró a llamarme. Unas cuantas computadoras allá, Varito conversa. Mi operadora terminó.
Entonces Ingeniería Mecánica en el recinto 11, Usted lo ha dicho, Va a aplicar, según me dice la computadora, por examen de admisión y por rendimiento académico, Y por excelencia, No dice nada acá, dice que su promedio le dio 89,73, Ah, ok, Entonces le doy viaje, Cómo, Que si finalizo la operación, Ah, sí, por favor, Bueno Guillermo, suerte en Ingeniería, es un cambio brusco, Sí, yo sé, muchas gracias, Tranquilo, hay muchos expedientes parecidos, Ok, buenas tardes.
Tengo que esperar a que Varito termine. Cuántos aspirantes a comunicadores terminarán ingenieros? Cuántos primer ingreso de Medicina se ganarán la vida siendo abogados o archivistas? Cuándos graduados de licenciatura serán taxistas o jardineros? Ya la morena se fue, tal vez a ver al novio que la estaba esperando afuera. Llegó Varo.
-Vamos mae, estamos listos.
-Ok. Mae, viera que varas. La vieja que me estaba haciendo la matrícula me dijo que sí le daba viaje.
-Y usted que le dijo?
-Di, no le entendí. Era que si finalizaba. Usted se imagina una señora diciendo eso?
-Mae Memo, despiértese. Es el siglo XXI. Vamos por una birra a ver si deja de decir tonteras.
-Yo sé que siglo es, pero me refiero a que. Bueno nada, no vas a entender. Vamos por esa birra que decís.
-Al rato se topa con su morenita.
-Que te callés o te vas a pata a la choza.
Y Álvaro se ríe. Siempre lo hace. Yo sigo pensando en la IC-11.