¿Quién dijo que necesitábamos el Saprissa para hacer bulla?
Los gringos de azul, la Sele de rojo, los aficionados -casi, casi todos- de rojo o blanco. En todo el Estadio Nacional solo desentonan los cuatro árbitros -de amarillo- y el cordón de policías con jacket verde perico que protege a la "hinchada" made-in-USA, allá en platea sur.
Detengo mi reloj en 8:00 p. m. y espero al referi central. El tiempo ajustándose al futbol. Suena el silbato, acciono el botón, se mueven las manecillas y el estadio ruge como si el árbitro hubiera marcado un gol local.
Al minuto 1 casi casi empezamos el conteo, pero el portero gringo la rechaza. Luego un córner, una o varias cabezas que saltan y la bola en las redes. Así de fácil. "¿Quién lo hizo?", preguntan a mi lado. No sé y no me importa.
Johnny Acosta despeja las dudas acerca de su titularidad con el primer gol, que de paso evidenció una realidad: a los gringos no les daba miedo el Saprissa, les da miedo la afición tica.
Los pupilos de Klinsmann no pudieron con la presión y regalaban bolas, erraban con la salida y no hallaron un solo pase correcto en los primeros quince minutos. Al 9'' Celso les metió el dedo en la herida -como el incrédulo Tomás, como convenciéndose de que estábamos jugando mejor- y otro cabezazo dejó la bola al fondo del arco.
La marca empieza en la línea de cuatro que hacen Bryan, Celso, Yelstin y Bolaños. Aunque son claramente dos ofensivos y dos defensivos, Pinto mandó a todos a correr por igual. Campbell queda arriba a pelear las bolas y esos cinco hombres, junto con los laterales Oviedo y Gamboa, se mueven mecánicamente para defender y atacar por igual. No es un planteamiento defensivo, es un cuadro ordenado. La consigna no es quitar la bola a Donovan y Cía cuando ellos pasen su medio campo, es que los gringos jamás lleguen ahí.
Pinto, por cierto, está en el vértice del rectángulo reservado para el cuerpo técnico, a punto Klinsman no se ve: podría estar viendo el partido desde Denver que todavía no nos habríamos dado cuenta.
El primer tiempo transcurre en control nuestro. La defensa rechaza -solidísima- cada avance contrario, Bryan recibe un masaje de urgencia al 20'' y dos faltas dentro del área a Cristian Bolaños se traducen en ningún penal y en una amarilla para él.
Hasta el 41'', cuando Keylor salió a podar las piernas de un atacante gringo, éramos los dueños del partido y la hexagonal. Pero el rérefi pitó penal para los visitantes y todos los jugadores se agolpan alrededor del marco norte.
Tengo mi libreta abierta, como si aquí estuviera la repetición y pudiera verla para convencerme que fue o no penal. Es en vano. Solo queda confiar en Keylor y el espíritu de Porritas. A mi alrededor están de pie. El gringo tira y por un microsegundo parece que Keylor la detiene. Gol de Estados Unidos.
El mugido del estadio fue rarísimo: casi una celebración y después silencio como no lo hubo en dos horas, a excepción de las primeras notas del Himno Nacional. Nos fuimos al descanso con el ánimo desinflado, pero quedaba la impresión de un cuadro sólido, compacto, que mereció más de un 2-1.
Los primeros minutos del segundo tiempo alargaron la angustia y la Sele dejó de presionar cada balón, de salir jugando desde la zaga. Cristian Bolaños y los laterales Oviedo y Gamboa empezaron a verse cansados o tal vez Pinto les dijo, al medio tiempo, que bajaran el ritmo. De un modo u otro, el síntoma es claro: la Sele perdió intensidad. Klinsmann, además, acomodó a sus jugadores y replanteó el partido.
Al 57'' se la pintan a Yelstin y revienta el palo derecho de Keylor. Parece como si la Fedefut le cobrara a Pinto por cada boleta de cambio que usa.
A esta altura del partido, llegando ya al minuto 70, corre más el cuarto árbitro que Cristian Bolaños y solo Yelstin mantiene la obsesión canina de querer tener, siempre, en todo lugar, la bola. Pero el profe considera que es la pieza sacrificable para rearmar su idea y al 73'' sale Tejeda y entra José Miguel Cubero.
Alguien dice que ya acabó el partido en México. Honduras repitió el Aztecazo, venció a los locales 2-1 y agravó la crisis del futbol mexicano, con más palabras que goles. Eso nos sirve solo si ganamos acá, pero echamos aguas.
El cambio no parece hacer demasiado y yo escribo en mi libreta que el equipo tiene la flexibilidad de una cuadrilla del Conavi cuando Cubero mete un pelotazo á la Sagrada Familia y el negrito, quien había aparecido antes varias veces en fuera de juego, empieza a correr casi desde la media cancha. Campbell se pone los tacos del Cachorro Ledezma para ganarle en velocidad y en cuerpo a dos defensores gringos que corren como resignados, como quienes se saben lo que viene, y luego le pide prestados los botines a Chope para definir.
Este estadio se va a caer.
Luego es aguantar ese 3-1 y cuidado y le metemos otro. Al 79'' sale Bryan por Sabo; al 85'' se sienta Bolaños y entra el Chiqui. Alguien en sombra oeste se acordó que uno grita Olé cuando va ganando y por medio minuto la gradería se le une. Oleee, oooleeee...
Quedan apenas unos pocos sustos. La defensa decide jugar el fuera de juego en un tiro libre y sale Keylor, espartano, contra seis tipos de azul que poblaban el área. Boxea a uno, manotea el balón y termina tendido en el suelo. Son menos de cinco minutos en el reloj.
Una aficionada gringa, que lleva ratos atrayendo miradas esta sombra oeste, se levanta de su silla y camina hacia la salida sacándonos el dedo. Nadie de rojo se mueve, gritan un poco, pero ya ella no importa. Los gringos, que llevan 12 partidos ganados al hilo, no lograron tomar este estadio.
Campbell y Sabo ensayan un una última jugada de peligro, el equipo deja el último aliento y, después, el réferi pita y con 14 puntos somos líderes de la hexagonal.
El partido termina y nadie empieza a bajar las gradas para irse. Estamos aquí, de pie, grabándonos esto. En el campo de juego, los jugadores se reúnen en el círculo centrar a celebrar. Unas adolescentes, de espaldas a la cancha, sonríen y se toman una foto.