Advertencia

"Las personas que intenten descubrir motivo en esta narración serán enjuiciadas; las personas que intenten hallarle moraleja, serán desterradas; las personas que intenten hallarle una trama, serán fusiladas. "
Mark Twain

martes, 27 de diciembre de 2011

3:34 am

"No me podía dormir"
L.B.A.

El momento de espanto era la conciencia de estar despierta. Seguía la misma línea que descubrir que Sanidad clausuraba Papo's, que la instructora de manejo compró el título en línea y que ya era domingo pasada la medianoche (claro, siguiendo el axioma de que hasta dormir no se cambia de día) y el lunes se presagiaba como un insecto demasiado cerca de su boca, de su nariz horriblemente fría por el aire de la madrugada y de todo su sistema respiratorio, al punto que no podía pensar en otra cosa más que sumergirse en un estanque para huirle a esa colmena escandalosa.

Pasado ese instante minúsculo, abrir los ojos y sentir la piel inestable del colchón era rutina, apenas redescubierta a tiempo para deshojar con celo y frustración los múltiples intentos de encontrar el sueño, absurdos soldados de plomo alineados contra los tablones del piso de su cuarto, con piernas y brazos caídos, deletreando en sánscrito o ruso ortodoxo el embrujo necio del insomnio.

Lo peor (siempre, a cada minuto, se destapaban nuevos horrores, nuevos superlativos) era la decisión de aferrarse a la almohada a oscuras, al abrazo cursi de las sábanas; renunciar al zepelín que era el libro de Rosa Montero pellizcándola con los ojos, a ella que entre más cierra los ojos más se le abren. Finalmente, hacer la pantomima de la huida y morder el anzuelo como un atún muy tonto, con el torso erguido y el bombillo de 60 calentando. En el último vagón, el reloj siempre espera, burlón.