Advertencia

"Las personas que intenten descubrir motivo en esta narración serán enjuiciadas; las personas que intenten hallarle moraleja, serán desterradas; las personas que intenten hallarle una trama, serán fusiladas. "
Mark Twain

martes, 17 de noviembre de 2009

Del Señor Legarreta

"El comienzo, el pif, el cachito de segundo, eso fue antes. Mucho antes. Debe haber sido cuando dejaste los labsios entreabiertos y aquella sílaba mar, ondulada, amarguita."
Murámonos Federico, Joaquín Gutiérrez


Dos hombres están sentados en una mesa cuadrada, muy gastada por años y con las esquinas redondeadas. Uno fuma y viste de celeste. Tiene un pésimo gusto para las corbatas y viste una de rombos. El otro tiene el ruedo al punto, una camisa blanca impecable y las barba recién hecha. Se inclina sobre la mesa, apenas alumbrada por una bombilla cansada.

-Usted entiende, supongo, que esto no es nada personal.

El otro, mirando el humo besar la bombilla, se quita lentamente el cigarrillo de la boca. Lo sostiene entre el índice y el corazón de la mano izquierda.

-Pues claro.

Y se calla. Retoma el fumado mientras el otro lo analiza con calma. Con precisión de arquitecto. La camisa blanca es de gran empresario, mientras que el de rombos apenas llega a supervisor de rango medio. Están en la casa de la corbata atroz, que le llamaremos Xavier. El otro, digámole Luis, murmura.

-Y dónde está ella?
-Allá atrás, acostando a los niños. No sabe que usted ha llegado.
-Ok. Mejor así.
-Sí. Un whisky?

Luis lo pide con hielo a tope y pringado de agua. Xavier se sirve un vaso generoso, deja la corbata a un lado y se sienta en la mesa. Tras el primer trago, se abre los dos primeros botones y recuesta la silla sobre las patas traseras, mirando a Luis.

-A ver si me queda claro. Usted tiene pensado llevarse a Rafaela?
-Sí, voy a llevarmela. Bueno, eso suena siglo XX. Vengo a que nos vayamos juntos.
-Ah, claro. Y ella sabe?
-Pues no, apenas me conoce. Vine primero a decirle a usted.
-Perfecto. Ella ya me contó de su beso.
-Y usted entiende perfectamente.

La bombilla oscila por el viento que pasa por la ventana.

-A ver. Y para qué quiere un hombre, digamos así como usted, una mujer sencilla como la mía.
-No, no. Es que vea. No es que yo la quiera para algo, ni que sea suya y se la venga a robar. Además, supongo que parte de la magia es que usted no entienda estas cosas.
-Entonces me toca quedarme al margen porque soy idiota? Así es?
-Don Xavier, hablemos esto como personas civilizadas.

En este momento ella entra a la habitación. Sólo hay dos sillas disponibles en la mesa, las otras están ocupadas por bolsas de compras, y los hombres están sentados en ellas. Luis se dispone a darle el campo, pero Xavier lo detiene. Ella los mira y se ruboriza.

-Ella primero va a acomodar las compras.

Luis, aún de pie, presencia la escena. Ella toma con paciencia la primera bolsa, la abre y coloca cada artículo donde pertenece. La mayoría van a una puerta oscura al otro lado de la cocina, pero también abre la nevera y dos o tres puertas más. Así con todas las compras, sin mirarlo.

-Hablemos.

Vuelve a la realidad tras la intervención de Xavier. Aún incrédulo, toma asiento.

-Sí, mejor con ella acá. Igual ella es la que decide. Pero creo que, por decirlo de algún modo, puedo mejorar su oferta.
-Esta es mi casa, no hable así en frente mío o nos vamos a los puños.
-Claro, disculpe. La llamamos?
-Yo decido cuando llamar a mi mujer. Rafaela, vení!

Ella se acerca, todavía con una lata de hongos criollos en la mano. Entonces Xavier la toma de la mano, casi con ternura.

-Que este señor, bueno no sé quién es pero dice que trabaja en tu oficina, viene a llevarte.
-A que nos vayamos juntos.
-Es lo mismo.

Y la ve a los ojos. Sin soltar la mano. La que es casi-ternura.

-Qué decís?

Rafaela, que apenas logra mover los ojos de los de Xavier y dejarlos un segundo en los de Luis, busca un nombre para la cara.

-Señor Legarreta?
-Luis, si le parece.
-Por ahora dejémolo en señor Legarreta, usted algo tenía que decirle a ella. A eso vino, no?
-Sí disculpe.

Y le da la espalda a él. O la espalda de su atención, porque no se ha movido de la silla. Pero ya queda claro que en la conversación hay dos. Y Xavier no es uno de ellos.

-Señorita, Rafaela, si me permite. Vengo a decirle que la amo descaradamente, aunque suene a asqueroso cliché. No sé, la verdad. La he visto en la oficina, a veces pasa por mi departamento y hoy tuve un día revelador. No, no fue en la empresa, pero eso queda para otro día. En fin, manejé hasta la oficina, subí al departamento de Recursos Humanos, pedí su expediente y cuando llegué le conté a don Xavier mi intención.
-Que es llevarme...
-Que nos vayamos juntos.
-Ok.

Se quedan mirando. Rafaela mueve las pestañas y abre un poco la boca. Apenas medio o un milímetro.

-No me entiende. Bueno. Le explico. Usted, robaré las palabras de un amigo de juventud, me hace sentir poeta. La verdad no escribo desde hace muchos años y sin embargo creo que usted merece todos los lugares comunes del mundo. Porque por usted yo traería la Luna o cruzaría los Siete Mares. Y considero que su belleza vence a la flor más bella y que cuando la veo se me ilumina el día. Algo así es.
-Usted es un mariposón y viene con palabras de imbécil a llevarse a Rafaela. Creo que esta conversación se ha extendido mucho, señor Legarreta, buenas noches.

Xavier hace el ademán de levantarse pero ella le pone con suavidad la mano en el hombro. Y luego en un tono ligero y desenfadado.

-Dejame responder, por lo menos.
-Dale.

Luis con los ojos muy abiertos, como los de ella mientras él le hablaba.

-Yo sé quién es usted, señor Legarreta. Lo considero un hombre diferente, especial. Casi único. Pero es que, por eso mismo, usted y yo nunca serviríamos. Y yo quiero mucho a Xavier, aunque usted no lo entienda. Por eso le agradezco mucho su oferta de irnos juntos, pero tengo que pasar.

Con los ojos tambaleándose, Luis se levanta de la silla, toma el saco del respaldar y se dirige hacia la puerta.

-La mejor de las suertes. Un saludo.

Y se fue.

La mañana siguiente, Rafaela no llegó a la recepción del Departamento de Mercadeo. Se reportó enferma un par de días y el lunes siguiente llegó su carta de renuncia al Recursos Humanos. Alegó motivos personales.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Abdomen Algente

Chiquita pequeña,
caracol azul:
quiero hacerte sentir diente de león.